El nuevo coronavirus llegó a finales de 2019 extenderse como mancha de aceite por todo el planeta y obligarnos a parar. Llegado junio de 2020, todavía estamos a medio gas, asimilando la emergencia sanitaria vivida y recuperando, poco a poco, el pulso normal del día a día.
La pandemia del Covid-19 nos ha puesto a prueba como sociedad, nos ha enseñado la fragilidad de lo que parecía inmutable y nos ha empujado a ver el mundo desde una nueva perspectiva a la que, sin darnos cuenta, nos adaptamos rápidamente.
Quizás sea esta, la enorme capacidad de adaptación mostrada por el conjunto de la sociedad, una de esas partes positivas, a veces tan difíciles de encontrar, que extraemos de esta pandemia.
Sin duda, y como es normal, la situación de emergencia nos ha cambiado, ha modificado nuestras prioridades de un plumazo y ha hecho aflorar nuevas necesidades y tendencias que parecen haber llegado para quedarse. Esto nos ha obligado a las empresas a adaptarnos a marchas forzadas a las nuevas circunstancias, asumiendo la "nueva normalidad", con sus diferentes implicaciones, como el escenario en el que hemos de movernos de aquí en adelante.
Se trata de un escenario ciertamente volátil, incierto. Las empresas tenemos una gran responsabilidad: mantener la confianza de los consumidores. Esa oportunidad de representar una apuesta segura para los clientes en tiempos de incertidumbre va a constituir la clave para muchas empresas en un mercado que se prevé marcado por la fragilidad, compuesto por consumidores en busca de garantías.
La situación de emergencia nos ha cambiado, ha modificado nuestras prioridades de un plumazo y ha hecho aflorar nuevas necesidades
El consumidor que predominará en la era post Covid-19 se caracterizará por una lealtad no tan clara hacia las marcas, el consumo de proximidad, la reticencia a consumir fuera del hogar y la búsqueda de seguridad y confianza.
En este sentido, las empresas han de anticiparse a las tendencias que comienzan a adivinarse para devolver esa ansiada confianza y, además, invertir en digitalización, ya que en el mercado de la “nueva normalidad” las compras online se disparan con consumidores que hacen un uso creciente de la tecnología.
Este aumento de la digitalización, junto con la necesidad de recuperar el control, la más que posible disminución del poder adquisitivo y la cautela ante lo nuevo, son algunas de las tendencias de consumo que empiezan a afianzarse. Así, los consumidores depositarán su confianza en aquellas marcas que hayan demostrado su aptitud, su actitud y sus valores a lo largo del tiempo, convirtiéndose en un elemento de seguridad en medio de un contexto incierto.
Por ello, en estas circunstancias, las empresas capaces de adaptarse a la situación, adelantarse a las tendencias y representar esa apuesta auténtica, transparente y segura para los consumidores serán las que ocupen las posiciones de liderazgo en la "nueva normalidad".
En este sentido, las marcas y el conjunto de las empresas ostentamos una gran responsabilidad social en un momento crítico, ya que hemos de demostrar que somos capaces de seguir ahí, de mantener nuestro funcionamiento tras una rapidísima adaptación y de ser el reflejo de una ansiada normalidad tras una emergencia histórica.
En este contexto cambiante, la cultura empresarial, los valores de las compañías y la solidez de las políticas de responsabilidad social serán un gran impulso para alcanzar la nueva estabilidad y, asimismo, contribuirán a reforzar la posición de las empresas como motores de cambio social positivo.
En los tiempos que vienen, todos los agentes de la sociedad hemos de aportar para reconstruir la normalidad, con voluntad firme de restaurar la estabilidad y la confianza lo antes posible para dejar atrás el duro capítulo del Covid-19. Las empresas somos plenamente conscientes de la responsabilidad que tenemos en este momento y, sin duda, queremos estar a la altura de las exigencias de la "nueva normalidad".
*** Tomás Pascual es presidente de Calidad Pascual.