Cuando un evento da lugar a un cambio brusco en el entorno, genera una discontinuidad que altera las condiciones en las que transcurrían nuestras vidas, los seres humanos y las organizaciones que construyen se dividen entre aquellos capaces de reaccionar y adaptarse, y aquellos que, por la razón que sea, no son capaces de hacerlo. Ese fue el tema de mi columna de la semana pasada, que titulé Darwin y la pandemia.
La velocidad de adaptación a un nuevo entorno condiciona en gran medida la supervivencia. ¿Por qué algunos países respondieron a la pandemia mejor que otros? Simplemente, porque adaptaron antes sus esquemas de comportamiento, impidiendo así los mecanismos que el virus utiliza para su transmisión. El tiempo transcurrido entre la aparición del primer caso y la implantación de medidas de confinamiento es, por el momento, la variable que mejor parece predecir la evolución del número de casos en un país.
¿Lo hizo bien España? A tenor de los resultados, es evidente que no. Por un lado, no lo tenía fácil: país con muchísimos visitantes, con cultura de proximidad física… pero obviamente, se deberían haber tomado medidas antes, en lugar de dedicarse a minimizar el posible impacto de la infección.
En cualquier caso, dedicarse ahora a hacer de 'Capitán A Posteriori' es absurdo. Países como EEUU o Reino Unido lo hicieron sensiblemente peor que nosotros, y desgraciadamente, otros como Brasil o gran parte de América Latina lo están haciendo aún peor, por variadas razones: en algunos países, las medidas de confinamiento son prácticamente imposibles, porque sencillamente, si no puedes salir a ganarte el sustento, careces de reservas con las mantenerte. Las pandemias no creen en la igualdad de oportunidades.
Las pandemias no creen en la igualdad de oportunidades
¿Qué significa exactamente "adaptarse"? Fundamentalmente, alterar nuestras prioridades. En el caso de un país, adaptarse a la pandemia significó priorizar las medidas orientadas a su control frente a las orientadas a mantener la economía funcionando.
A partir de ahí, supone poner en marcha mecanismos que permitan ir haciendo esas dos variables compatibles, posibilitando una actividad económica que pueda llevarse a cabo sin comprometer demasiado la salud pública siendo conscientes de que el riesgo cero es imposible, pero garantizando que el sistema sanitario mantiene su capacidad en los límites adecuados sin saturarse.
Básicamente, alterar las prioridades que existían antes de la pandemia. Precisamente por esa razón titulamos el informe desarrollado por el Cross Innovation Strategy Group, un grupo de investigación auspiciado por la NASA, como Never Normal: ante un nuevo entorno, el objetivo no debe ser el volver por encima de todo a la normalidad anterior, sino adaptarse, cambiando adecuadamente nuestras prioridades para hacerle frente.
El objetivo no debe ser el volver por encima de todo a la normalidad anterior, sino adaptarse
¿Qué significa adaptarse para una compañía? ¿O para una persona? Exactamente lo mismo. Para la universidad en la que trabajo, adaptarse significa asegurar que nuestros alumnos podrán estar en un aula sin comprometer su salud, correctamente espaciados y con los medios adecuados para poder mantener en ella una actividad académica fuertemente participativa.
Eso implica que el espacio que tenemos deberá ser ocupado por una densidad de alumnos muy inferior, y que habrá que complementarlo con duplicación de actividades y con espacios virtuales en la red, y que los alumnos deberán poder pasar del espacio físico al virtual sin solución de continuidad, sin que ello implique perder interactividad, sufrir alguna desventaja o tener alguna limitación. ¿Sencillo? En absoluto. E implica cambiar las prioridades de la organización.
En paralelo, hay implicaciones para las personas. Siguiendo con el ejemplo, un profesor que aspire a dar clase en nuestra universidad deberá prepararse para ello, y eso implicará que se dote de cierta infraestructura, parte de la cual podrá ser total o parcialmente sufragada por la universidad: una conexión de fibra ya no es un lujo, sino prácticamente una necesidad, como puede serlo el disponer de un segundo monitor, de una pantalla de croma, de un sistema de iluminación razonable o de un micrófono decente.
Para mí, como profesor, dedicar un espacio en mi casa a impartir mis clases pasa a ser una prioridad que antes de la pandemia no existía, pero que pasa automáticamente a imponerse ante otras posibles necesidades o deseos.
¿Cómo debe tu compañía, tu organización o tú mismo cambiar vuestras prioridades ante un nuevo entorno? El análisis no siempre será sencillo, y corresponde a cada uno. Pero de una cosa sí estoy seguro: mientras no lo hagas, mientras tus prioridades se mantengan inalteradas, no estarás preparado para ese nuevo entorno. Y la falta de adaptación a un entorno conlleva un destino que, seguramente, no sea el más apetecible.