Aunque el debate sobre la moderación de contenidos en redes sociales lleva años abierto, ha tenido que afectar directamente a uno de los hombres más poderosos del mundo para volverse masivo. Menos mal. La disputa entre Twitter y el presidente de EEUU, Donald Trump, por sus tuits con contenido engañoso podría por fin lograr un cambio importante en la histórica política de las plataformas de no responsabilizarse sobre el contenido que alojan. Porque esa es la cuestión clave del asunto: la responsabilidad.
Tanto los medios de comunicación como las personas deben responder por las opiniones e informaciones que difunden. De hecho, el Tribunal Europeo de Derechos Humanos sentenció en 2013 que los medios digitales son responsables incluso de los comentarios anónimos que publican sus lectores. Pero las redes sociales, no. Amparadas por una ley estadounidense de 1996, las plataformas argumentan que ellas no eligen el contenido que los usuarios publican, simplemente lo alojan.
"No creo que la mayoría de la gente quiera vivir en un mundo donde solo se puede publicar aquello que las compañías tecnológicas consideran 100 % verdadero", dijo el año pasado el CEO de Facebook, Mark Zuckerberg. Puede que tenga razón, pero, gracias a esa postura, lleva años escudándose en la libertad de expresión para no hacer prácticamente nada por solucionar el problema.
Tanto los medios de comunicación como las personas deben responder por las opiniones e informaciones que difunden
Recordemos que las distintas plataformas y foros de internet viven de los datos de los usuarios y de la publicidad. Les interesa que el mayor número de gente se conecte a sus servicios el mayor tiempo posible. No importa que el contenido sea una basura o incluso falso. Y así es como se han convertido en un coladero de bulos, teorías de la conspiración y discursos de odio, y también, en algunas de las compañías más poderosas y ricas del mundo.
Pero cada vez más personas usan las redes sociales como fuente principal para adquirir información. Además, el tiempo que se pasan en ellas tampoco deja de aumentar. En 2019, los internautas les dedicaron casi dos horas y media al día a nivel mundial. Por último, 'gracias' a sus algoritmos de recomendación, son ellas las que deciden qué contenidos vemos primero.
Todos estos factores inciden en la urgencia de reforzar la regulación sobre el contenido que alojan y cómo lo muestran. La Unión Europea ya les ha dado varios avisos, pero la realidad es que la única obligación que les han 'impuesto' hasta la fecha es la de que se autorregulen. Aunque, han lanzado algunas medidas para intentar arreglarlo en los últimos años, no puede decirse que hayan tenido demasiado éxito.
Esta misma semana, el hashtag #pizzagate, que promueve una teoría de una conspiración desmentida, volvía ser tendencia (paradójicamente, Instagram sigue censurando cualquier imagen en la que aparecen pezones femeninos). Por eso, el hecho de que, por primera vez, Twitter haya puesto alertas de verificación en tuits de alguien tan poderoso como Trump podría suponer un antes y un después en las políticas de las redes sociales y, sobre todo, en nuestra forma de entender la situación.
Por su puesto, el presidente de EEUU no se quedó de brazos cruzados. Poco después, emitió una orden ejecutiva para garantizar que "las empresas de redes sociales que se dedican a censurar o cualquier conducta política no puedan mantener su escudo de responsabilidad". Es decir, justo lo contrario de lo que multitud de expertos y organizaciones llevan años pidiendo.
Es cierto que Zuckerberg sí tenía razón cuando dijo que el asunto es "complejo, tanto técnica como filosóficamente". Distinguir entre lo que es cierto y lo que es falso puede resultar increíblemente complicado. La línea que separa una opinión de la manipulación y las mentiras es muy difusa. Además, el volumen de contenidos que se publica es muy difícil de abarcar. Pero eso no justifica, por ejemplo, que, a finales de 2019, el CEO se negara a eliminar los anuncios políticos con contenido falso (algo que Twitter sí ha hecho).
La línea que separa una opinión de la manipulación y las mentiras es muy difusa
Ya hemos hablado de la responsabilidad individual de compartir información sin contrastar y cada uno sabrá la educación que le han dado sobre decir mentiras. Pero, en cuestión de redes sociales, lo que empezó como una herramienta para ayudar "a comunicarte con las personas que forman parte de tu vida" (según el mensaje de inicio de Facebook) o como una forma de ver "lo que está pasando en el mundo" (eslogan de Twitter), se ha convertido en una seria amenaza para la democracia y la sociedad.
Puede que no haya una solución perfecta, pero, al menos, la disputa entre Twitter y Trump puede ayudarnos a ver lo expuestos que estamos ante los gigantes que gobiernan el mundo, ya sean de carne y hueso, o digitales.