Antes de la pandemia, debíamos responder a una serie de tendencias que dibujaban nuestro futuro. Sin llegar ni siquiera a adoptarlas, algunas de ellas se han acelerado, otras se han minimizado, pero todas ellas necesitan de un abordaje urgente. En un país como el nuestro, con muchísima pequeña y mediana empresa, este desafío o se lleva a cabo holísticamente y alejándonos de políticas de reactivación económica que se quedan en la generalidad o lo más probable es que nos situemos en la cola de la recuperación perdiendo riqueza, empleo y aumentando la desigualdad en la sociedad.
Dejémonos de peleas y debates y vayamos a hacer lo que tenemos que hacer: enfrentarnos a una nueva realidad con una incertidumbre gigantesca y una complejidad desconocida hasta ahora, desde el optimismo. Pero un optimismo inteligente, que no edulcora y se arremanga, consciente de que esta crisis ha puesto los fundamentos de muchas economías en tensión y que ha actuado de catalizador de algunas de las tendencias que veíamos.
Conocerlas y actuar rápido puede dar grandes ventajas competitivas en cuestión de flexibilidad y rapidez, así como a la hora de virar estrategias. En ese sentido, las pequeñas y medianas empresas tienen una gran fortaleza y debemos conseguir que juegue a su favor.
Pero… ¿A qué nos enfrentamos? Estábamos viendo ya un creciente impacto de la globalización y la interdependencia con efecto en la geopolítica. Aumentaban las dificultades en el comercio mundial, restricciones fronterizas y aduaneras, mayores aranceles…
La geopolítica continuará siendo crítica, con un creciente impacto de los Estados-naciones en la economía, dando ayudas al desempleo o lanzando líneas de avales y créditos como hemos visto hasta ahora. Pero es posible que en algunos estados asuman un rol diferente, estatalizando algunas empresas, entrando en el capital y, por tanto, en la decisión o utilizando toda su capacidad reguladora. Los estados entrarán también en muchos casos en la generación de la demanda con políticas activas de inversión.
Habrá un creciente impacto de los Estados-naciones en la economía, dando ayudas al desempleo o lanzando líneas de avales y créditos
La segunda aceleración la vemos en la transformación digital, que se convierte en un seguro de vida en esta nueva complejidad. La necesidad de mejorar los costes y ser más eficientes, cambiar el modelo de negocio para mejorar ingresos o de asegurar la salud de nuestras personas, la convierte en la mayor urgencia.
Estas semanas han puesto de relevancia cómo aquellas compañías que habían trabajado ya en los fundamentos de su transformación digital han podido pivotar más rápido, adaptándose a las circunstancias cambiantes y minimizando el impacto en sus cuentas de explotación.
Esta necesidad de acelerar la transformación digital de nuestras empresas se retroalimenta, además, de dos tendencias subyacentes que han eclosionado durante estas semanas. Por un lado, la necesidad de gestionar y proteger los flujos de caja va a hacer que se 'servitice' la economía, priorizando a aquellos actores que puedan satisfacer nuestras necesidades en un modelo de gasto en lugar de inversión.
Este salto del capex (inversión) al opex (gasto), es algo que las empresas solo se pueden plantear cuando tienen acceso a tus datos, los conocen y los explotan. Por otro lado, se ha puesto sobre la mesa la necesidad de poder gestionar de forma remota los activos, ya sean máquinas, edificios, tiendas, fábricas o sistemas.
Eran muchas las empresas que hasta ahora evitaban conectar sus activos para poder operarlos en remoto, bien porque no veían la necesidad urgente, bien por miedo a la seguridad de los datos. Ahora para muchas actividades no hay alternativa, la tecnología revierte en una mayor seguridad de las personas y minimiza los riesgos, al permitir operar cuando es necesario de forma remota.
Se ha puesto sobre la mesa la necesidad de poder gestionar de forma remota los activos, ya sean máquinas, edificios, tiendas, fábricas o sistemas
Los últimos tiempos también han puesto de relevancia la necesidad de acelerar el compromiso y la acción en torno a la sostenibilidad para poder mitigar y adaptarnos a amenazas reales como son las pandemias y el cambio climático. De hecho, desde la Unión Europea se está lanzando un mensaje claro —que además condicionará las ayudas—, y es que de esta crisis tenemos que salir necesariamente más 'verdes'.
Se apunta a inversiones masivas en energías renovables, al fomento de una construcción de infraestructuras y edificios basados en criterios de edificación sostenible y reforzar las ayudas a las iniciativas innovadoras basadas en actividades bajas en emisiones. Pero, es que, además, y ya lo hemos visto con fuerza estas semanas, hay un gran escrutinio social que exige a las empresas que se comprometan, que reviertan y contribuyan de forma proactiva a la sociedad de la que forman parte.
Estas tendencias, si somos capaces de anticiparnos a ellas y aprovechar las oportunidades que traen consigo, ayudarán a acelerar la salida de la crisis. En las próximas semanas, tenemos grandes decisiones que tomar y desde los sectores económicos tenemos que aunar nuestra voz, solicitando a la administración pública que se sume a nuestros esfuerzos por ser más competitivos —no buscamos grandes planes estratégicos y correr el riesgo de que se queden en la superficie, ni tampoco queremos caer en las micro-políticas que pongan tiritas, pero sí aquello que nos prepare para encauzar con mayor seguridad el futuro—.
Los necesitamos en medio, ayudando a nuestra pequeña y mediana empresa a absorber las disrupciones tecnológicas, reforzando sus capacidades corporativas, asesorándolos en la creación de alianzas para internacionalizarse; en definitiva, haciéndolas más competitivas y resilientes a la incertidumbre.
*** Josu Ugarte es presidente de la zona Ibérica en Schneider Electric.