En la primera parte de este artículo, publicado la semana pasada, defendía la importancia del sector turístico en nuestra economía, su espectacular pasado y su brillante futuro.
Por eso, es necesario un decidido apoyo del sector público para esta dura etapa, que esperamos transitoria. También hay que ser realistas. Tratar de recuperar los niveles habituales de la actividad turística es imposible a corto plazo. Y nuestro margen de maniobra es escaso: la evolución del turismo internacional no sólo va a depender del estado de la pandemia en nuestro país, sino de lo que ocurra en el resto de los países, así como de la percepción que tengan los potenciales visitantes sobre nuestra situación sanitaria.
Coincidiendo con el Plan de Impulso del Sector Turístico, anunciado esta semana, el Gobierno ha presentado su campaña “Spain for Sure” para trasmitir un mensaje de confianza sobre la seguridad sanitaria y atraer turistas extranjeros. Asimismo, ha aprobado la implantación de un sello o distintivo para los establecimientos, “Safe Tourism”, por el que las instalaciones y sus empleados se comprometen a cumplir las indicaciones previstas en cada una de las Guías de prevención y protección sanitaria.
El turismo nacional
En contraste con el turismo internacional, nuestro turismo doméstico, que representa el 50% del Valor Añadido Bruto del sector, debería recuperarse más rápidamente, de la mano del final de la pandemia dentro de nuestro país.
Además, en caso de rebrotes, tanto el rastreo como el confinamiento preventivo de los contagiados y sus contactos será más fácil que el de los turistas extranjeros, excepto de aquellos que vengan a España porque tienen aquí una segunda residencia.
Por este motivo, desde el punto de vista de la demanda, el colectivo de turismo nacional debería concentrar buena parte de los esfuerzos destinados a salvar, en lo posible, la ocupación de los destinos turísticos. Muchos empresarios piensan, con razón, que será imposible compensar completamente la menor presencia de turistas extranjeros con el turismo de los residentes.
En la tabla a continuación se presenta, utilizando los datos del INE, los viajes hechos por los españoles en el verano del año pasado. De los 61 millones de viajes de los españoles, un 87% tuvo como destino el territorio nacional y un 13%, unos 7,3 millones, viajaron al exterior.
Un 87% de los viajes de los españoles tuvo como destino el territorio nacional
Alguien puede decir que, incluso suponiendo que todos esos turistas españoles decidieran quedarse en España, para pasar sus vacaciones dentro de nuestras fronteras, ello no podría compensar la ausencia de los casi 29 millones de turistas extranjeros que el año pasado vinieron a nuestro país, tal y como vimos en el artículo de la semana pasada.
Aunque el argumento es cierto y, en principio, ayudaría a cubrir sólo un 25% de la ocupación de los ausentes, hay algún margen para un mayor optimismo. En primer lugar, que tanto la estancia media de los españoles viajeros al exterior (9 días versus 7 de los turistas extranjeros) como el gasto por persona es superior en el caso de los españoles. En segundo lugar, que de los españoles que decidieron viajar el verano pasado por nuestro país, un 60% no se alojó en instalaciones “de mercado” (hoteles, viviendas en alquiler, apartamentos turísticos, campings, etc.), sino en vivienda en propiedad o en casas de amigos o familiares. Es decir, no contribuyeron directamente al PIB turístico, al menos en lo que se refiere al alojamiento y actividades relacionadas con el mismo.
Por tanto, una opción empresarial es plantearse como objetivo esos 33 millones de viajes del verano pasado, y redirigirlos hacia actividades de mercado en el interior.
Para ello se requieren dos actuaciones: una, del sector privado, que se traduzca en ofertas asequibles a los potenciales turistas para que decidan este verano, al menos unos días, pasarlos de una forma diferente (ofertas de viajes y alojamientos) y dos, una campaña de promoción del turismo interno, tanto a cargo del sector público (CCAA y Ayuntamientos, que son los que tienen competencias en esta materia) como del sector privado.
En 2002 tuve la suerte de viajar a la India, en un verano en el que el gobierno americano y de casi todos los países europeos, excepto España e Italia, recomendaron a sus ciudadanos no viajar a ese país por el riesgo de conflicto con Pakistán. Ver el Taj Mahal y otros monumentos espectaculares sin los habituales gentíos fue un lujo inolvidable. ¿Se imaginan visitar la Alhambra, el Museo del Prado, la Sagrada Familia o el Pórtico de la Gloria sin aglomeraciones? Esto sin duda tiene un valor de mercado que debería ser comercializado. Por resultar una oportunidad única e irrepetible. Las Islas Canarias y Baleares deberían tener un tratamiento especial en este plan, por dos motivos: su estrecha dependencia del turismo y un acceso más difícil. Las compañías aéreas deberían sumarse a esta campaña específica para las islas.
El Gobierno, en su Plan de impulso, ha decidido no optar por los “bonos” de apoyo a los españoles que hagan turismo en España. Comparto esta decisión. Las ayudas a la demanda no suelen beneficiar a los consumidores, que acaban pagando un precio superior al que tendrían de no existir aquellas. Por el contrario, el foco debe ponerse en apoyar el lado de la oferta, algo que beneficia tanto a los visitantes españoles como a los potenciales turistas extranjeros.
El Gobierno, en su Plan de impulso, ha decidido no optar por los “bonos” de apoyo a los españoles que hagan turismo en España. Comparto esta decisión.
Apoyar la oferta turística
A corto plazo, hay que seguir actuando por el lado de la oferta, mantener los ERTES hasta septiembre y revisarlos en función de los resultados de la temporada veraniega, seguir favoreciendo la liquidez a través del ICO y continuar, de forma selectiva, con el apoyo a los Autónomos y la moratoria de alquileres. Apoyar a los Museos para que ofrezcan entradas gratuitas a los turistas es otra forma de apoyar a la oferta. Subvencionar a las líneas aéreas que ofrezcan viajes asequibles con destino a las islas, otra más.
Pero debemos pensar también en la oferta a largo plazo. Hay que seguir apostando por una modernización de la oferta turística, mejorando la calidad de las instalaciones y los servicios ofrecidos para, de esta forma, atraer turismo de más alto poder adquisitivo. Que el personal que trabaje en hostelería, restauración, comercio y transporte hable inglés es otra inversión de largo plazo. Agrupar las empresas turísticas en una plataforma que negocie precios con los grandes mayoristas y turoperadores, también.
Que el personal que trabaje en hostelería, restauración, comercio y transporte hable inglés es otra inversión de largo plazo
Además, hay que reactivar los Planes de Remodelación de Destinos Maduros: Playa de Palma, Puerto De la Cruz, San Bartolomé de Tirajana y Costa del Sol. Todos estos planes estaban ya incluidos en el Plan del Turismo Español Horizonte 2020, pero no pudieron ponerse en práctica por la crisis de 2008 y las dificultades financieras, públicas y privadas.
El Gobierno ha prometido presentar un Plan de Turismo 2030, pero un buen punto de partida podría ser el Plan anterior, que ya fue negociado y aprobado con el sector privado y las CCAA, pero nunca puesto en práctica. El Fondo de Reconstrucción Europeo va a exigir que el dinero que reciba España se gaste en proyectos que mejoren la productividad y la sostenibilidad. Esta puede ser una buena opción.
Abordar la oferta turística a largo plazo es apostar por la “triple D”: desestacionalización, diversificación y digitalización.
• Desestacionalización: para evitar el despilfarro que supone que buena parte de nuestra infraestructura turística cierre al terminar el verano. El objetivo es que se mantenga abierta durante todo el año, adaptando la oferta como en otros modelos exitosos.
• Diversificación: para evitar nuestra excesiva dependencia del turismo europeo que, como vimos la semana pasada supone un 80% del total. Diversificar, además, ayuda a desestacionalizar y a mejorar nuestras capacidades competitivas. Por tanto, son objetivos complementarios, no excluyentes.
• Digitalización: apoyarse en las nuevas tecnologías para ofrecer productos personalizados y atraer turismo de más calidad, más allá del sol y playa, que se venden solos. Buscar un buen matching con las preferencias individuales de los consumidores
El sector turístico se enfrenta a un enrome reto. Pero poner las luces largas en este momento de crisis puede resultar en una oportunidad de futuro.