Aunque hay quien piensa que el coronavirus (Covid-19) ha supuesto un antes y un después en la vida, yo estoy más de acuerdo con el diplomático estadounidense y autor Richard Haass, para quien el Covid-19 no ha cambiado el rumbo de la historia, sino que simplemente ha acelerado el camino que ya llevaba.
Eso es lo que ha pasado, por ejemplo, con el trabajo en remoto, la telemedicina y el comercio electrónico. Todos existían y se usaban desde hace años, lo único que ha hecho la pandemia ha sido acelerar y masificar su adopción. Y lo mismo está pasando con los robots.
En el momento en el que las personas se vieron obligadas a no acudir a su puesto de trabajo a menos que fuera estrictamente necesario, los autómatas se alzaron como un sustituto ideal: no pueden infectarse, no tienen que mantener la distancia de seguridad y, lo mejor de todo, no necesitan descansos ni reclaman derechos.
"Los robots están desempeñando un papel notable en casi todos los aspectos de la gestión de la crisis", afirman varios expertos del sector en un artículo del Foro Económico Mundial. Durante la pandemia, han detectado cerca de 120 nuevos casos de uso robóticos en todo el mundo, con responsabilidades que van desde la asistencia a pacientes de coronavirus hasta el transporte de muestras infecciosas a los laboratorios.
Es el caso de Moxi, un robot especializado en atención médica que se ha pasado los últimos meses llevando vías intravenosas, medicamentos y equipo de protección de un lado para otro en dos hospitales de EEUU.
Además de reducir el colapso del personal sanitario, usar a esta máquina en lugar de a trabajadores humanos evita que los trabajadores se vean expuestos a algunas situaciones de riesgo. Otra de las máquinas inteligentes cuya demanda se ha disparado en los últimos meses es Tally, un robot para tiendas capaz de identificar qué productos faltan en los estantes para poder reponerlos. Y la empresa Brain Corp afirma que el uso de sus sistemas robóticos de limpieza en tiendas al por menor de EE. UU. aumentó casi un 14 % en marzo de este año, frente al de 2019.
El Covid-19 no ha cambiado el rumbo de la historia, sino que simplemente ha acelerado el camino que ya llevaba
Pero, ¿de dónde han salido todas estas máquinas? Lo cierto es que todas ellas han ido evolucionando y penetrando poco a poco en nuestras vidas desde 1961, cuando General Motors instaló el primer brazo mecánico en una de sus fábricas.
Pero no tiene nada que ver utilizar un sistema automatizado y programado para hacer la misma tarea, en la misma posición y con la misma fuerza una y otra vez, que disponer de una máquina máquinas capaz de entender las órdenes que recibe y actuar en consecuencia, ver y reconocer los elementos que hay a su alrededor y lidiar con los imprevistos e infinitas variables del mundo real.
Por eso, a diferencia del teletrabajo, cuya tecnología ya estaba prácticamente lista para convertirse en el nuevo estándar antes de que apareciera el coronavirus, las limitaciones de los robots habían entorpecido su adopción masiva en el mundo real.
Además, generalmente se trata de sistemas muy caros. Pero, ante la incapacidad de disponer de trabajadores humanos, todos estos inconvenientes parecen haber desaparecido de golpe.
Los creadores de robots suelen defender que sus máquinas sirven para evitar que las personas se enfrenten a situaciones de riesgo. Antes de la pandemia, las tareas peligrosas consistían, por ejemplo, en buscar supervivientes tras un desastre natural e inspeccionar instalaciones y entornos contaminados.
Sin embargo, la llegada del coronavirus hizo que el simple hecho de atender una caja registradora se convirtiera en una amenaza para la vida de la gente.
La aceleración en el uso de robots plantea, por tanto, una gran transformación en el panorama laboral que podría concluir con la desaparición de innumerables puestos de trabajo. A corto plazo, la sustitución de personas por robots trata de "abordar las preocupaciones de salud" de los trabajadores y clientes, afirma el profesor adjunto de la Universidad Northwestern Steven Keith.
Pero, a la larga, "cualquier recesión relacionada con el coronavirus probablemente provocará un aumento en el reemplazo laboral asociado a la automatización", advirtió en marzo la organización de investigación sin ánimo de lucro Brookings.
Del mismo modo que la pandemia ha dejado claro que las oficinas pueden quedar obsoletas, lo mismo está pasando con un montón de empleos desempeñados por humanos.
Si ahora lo raro sería encontrarse con un ascensorista en lugar de limitarse a pulsar un botón, puede que dentro de poco encontrar robots en tiendas, hoteles y hospitales sea lo más normal del mundo. Al fin y al cabo, ninguna de estas máquinas es nueva. Todas ellas llevan perfeccionándose desde hace seis décadas, lo único que ha hecho el coronavirus ha sido acelerar su llegada.