El segundo trimestre de 2020 será recordado en lo económico como uno de los peores de la historia. A la espera de que se publiquen los datos a finales de julio, parece que veremos unas cifras de PIB trimestrales con caídas de entre un 15% y un 20% en la eurozona, e incluso más bajas en nuestro país (entre un 20% y un 25%).
Es más, durante las últimas tres semanas hemos visto rebajas sucesivas en las previsiones de crecimiento tanto de la OCDE, como del FMI o la Comisión Europea. Esta última se alinea con lo que habían dicho los otros dos organismos internacionales y habla de caídas de la actividad económica en 2020 del -8,7% para la eurozona, y del -0,9% para España. Esto convierte a nuestro país en el más castigado, tras Italia (para el que espera una caída del -10,9%).
¿Por qué somos la economía más castigada? Son varias las razones. La principal, es que nuestro país es una economía de servicios. Este factor nos permitió sufrir en menor medida las tensiones comerciales entre China y EEUU del año 2019, que sin embargo sí pesaron sobre países con más vocación exportadora como Alemania (que llegó a sufrir un trimestre en negativo en 2019) o Italia (ya en recesión antes de la llegada de la Covid-19).
En un entorno internacional muy complejo, y gracias a la fortaleza doméstica, la economía española consiguió en 2019 cerrar con un crecimiento del 2%, frente al 1,3% de la zona euro. En 2020, este fuerte peso del sector servicios, y en particular, del turismo y la hostelería, está suponiendo un lastre muy fuerte sobre nuestra economía. No hay que olvidar, además, el alto coste de la pandemia sobre uno de los sectores industriales en el que nuestro país se había enfocado durante los últimos años: el automovilístico. Somos el segundo exportador de autos de la UE por lo que, lamentablemente, también sufrimos por el lado industrial.
El daño, no obstante, ya está hecho. Ahora toca mirar al futuro y pensar en la recuperación. Una recuperación que pasa por el control de la epidemia, en especial de los rebrotes que están apareciendo como resultado lógico de la reapertura, por el mantenimiento de las medidas de impulso monetaria y fiscal y por la recuperación de la confianza de consumidores y empresarios. De momento, hay razones para el optimismo.
Parece que veremos unas cifras de PIB trimestrales con caídas de entre un 15% y un 20% en la eurozona, e incluso más bajas en nuestro país (entre un 20% y un 25%).
En el caso de la eurozona, sabemos que el BCE va a continuar con toda la batería de medidas necesarias, incluyendo su Programa de Compra de Deuda para la Pandemia (PSPP) durante gran parte de 2021, e incluso más allá si es necesario. Sabemos también que a nivel nacional los gobiernos han exprimido todos los recursos disponibles. Así que es el momento de la solidaridad en Europa.
Esto nos lleva a la aprobación definitiva del Fondo de Reconstrucción, que debería salir del próximo Consejo Europeo la semana que viene. Habrá dinero de Europa, probablemente en gran medida vía transferencias (y no préstamos, lo que agravaría la losa de nuestra deuda). Lo que no sabemos es cuál será el volumen de este Fondo de Reconstrucción, cómo se repartirá, y, sobre todo, qué exigencias traerá consigo. Pero esto no es una traba, sino más bien una oportunidad para nuestro país de cara el futuro.
Europa nos va exigir presentar un plan de Recuperación con objetivos concretos, ligados a la transición ecológica, a avanzar en la carrera por la digitalización, a apoyar proyectos de I+D, a mejorar nuestra infraestructura sanitaria, y a modernizar nuestras infraestructuras de turismo. Todo ello unido a un estricto control fiscal y a una monitorización del gasto ineficiente. Objetivos exigentes, pero no novedosos y que, si aprovechamos bien el dinero de Europa, pueden ser alcanzables.
*** Rosa Duce es economista jefe de Deutsche Bank España.