Es, sin duda, una de las enseñanzas más claras que estamos extrayendo de esta pandemia: cada vez más, volver a la oficina será como visitar las ruinas de una época pasada.
El trabajo desde casa, rebautizado como trabajo distribuido, trabajo en remoto o trabajo desde cualquier sitio, ha llegado definitivamente para quedarse.
Por mucho que gastemos en mamparas, en adhesivos de colores delimitando distancias de seguridad o en dispensadores de gel hidroalcohólico, la tendencia es la que es: muchos trabajadores nunca volverán a la oficina de manera habitual, y pasarán a realizar sus tareas sistemáticamente desde otros sitios.
Obviamente, esto no afectará a todos los trabajadores: los hay que dependen de activos especializados, máquinas concretas, lugares específicos o puntos de atención y que no pueden planteárselo, pero según la mayoría de los estudios realizados, son una minoría.
Estudios llevados a cabo en el MIT y en Stanford prueban no solo que la tendencia existe y es sólida, sino que estamos ante el desarrollo de una nueva economía basada en esa premisa: el trabajo en remoto como elemento primario, como valor fundamental sobre el que se edifica no solo una mayor productividad, sino incluso mayores niveles de innovación y creatividad.
Muchos trabajadores nunca volverán a la oficina de manera habitual
Las noticias también dejan muy claro lo que está pasando: las compañías tecnológicas, vanguardia habitual en este tipo de movimientos, dejan caducar sus contratos de leasing de oficinas, reducen su número de sedes, y las remodelan para acomodar propuestas diferentes, no centradas en ofrecer puestos de trabajo estáticos, sino lugares para la socialización y para reuniones puntuales.
Otras anuncian planes permanentes para el trabajo en remoto, o hacen test a sus trabajadores para evaluar sus posibilidades de adaptarse a ese tipo de acuerdos. Y todo ello, encuadrado en una dinámica: la del trabajo híbrido o líquido, que sustituye a la radicalidad de finales del siglo pasado que creía que lo que había que hacer era enviar a los trabajadores a casa sin más.
No, en el futuro trabajaremos desde donde queramos, pero tendremos motivos puntuales de muchos tipos para acudir a la oficina, que se acomodarán en formatos y mobiliarios muy distintos a los de hoy.
Si crees que trabajar en remoto equivale a lo que hemos visto durante estos últimos meses, a inacabables y aburridas reuniones en videoconferencia, te queda aún mucho por ver.
La súbita manía por utilizar Zoom, Google Meet, Microsoft Teams y herramientas similares a todas horas proviene simplemente de un intento de trasladar de manera poco menos que literal las partes más reconocibles de nuestro trabajo de un canal a otro, algo que se corresponde con una percepción de excepcionalidad y de emergencia.
A medida que pasa el tiempo y que aprendemos más de países como Holanda o Finlandia, que comenzaron esa tendencia bastantes años antes de que llegase la pandemia, nos damos cuenta de la enorme importancia de la comunicación asíncrona frente a la síncrona, y sobre todo, de cómo la segunda nos esclaviza mientras la primera nos libera.
Si crees que trabajar en remoto equivale a lo que hemos visto durante estos últimos meses, te queda aún mucho por ver
Herramientas como Slack, sometida a un crecimiento brutal y al desarrollo de nuevas normas de protocolo en su uso, se convierten en protagonistas indiscutibles, junto con otras, como los documentos compartidos, capaces de sustituir reuniones síncronas de manera mucho más eficiente y productiva.
Reaprendemos a trabajar dejando al margen no solo muchas horas improductivas al año sentados delante de un volante y generando descomunales atascos diarios que eran en sí enormes monumentos al absurdo.
También dejamos atrás muchos hábitos psicológicos propios casi de la revolución industrial, de hace siglos: la dependencia del puesto de trabajo, la vigilancia evolucionada en micromanagement, o los horarios fijos y supuestamente inflexibles debido a algún tipo de supuesto mandato divino. No, las cosas se pueden hacer mucho mejor, y de maneras mucho más eficientes y satisfactorias.
Cuanto antes empieces a replantear tus oficinas, antes empezarás, en primer lugar, a ahorrar dinero en alquiler de espacio (no solo de oficinas como tales, sino también de otros usos, como el aparcamiento), pero sobre todo, antes empezarás a proporcionar a tus trabajadores formas mejores de hacer las cosas.
Antes podrás plantear a tus empelados una evolución que, quieras o no - o incluso quieran o no, que es seguro que no van a faltar escépticos en ninguna de las partes implicadas - van a ser la manera en la que se hagan las cosas en el futuro.
Ten las cosas claras: el trabajo en remoto, en realidad, ya llevaba mucho tiempo siendo no solo perfectamente posible, sino además, muy recomendable. La pandemia solo ha acelerado esa transición.