Aunque ya estoy un poco harta de leer cosas sobre el coronavirus (Covid-19), esta saturación informativa tiene algo bueno: ahora todos sabemos un poco más sobre cómo funcionan los virus y lo mucho que cuesta desarrollar una vacuna.
En general, la sociedad ha adquirido pequeñas nociones de ciencia, la gran asignatura pendiente en España. Y digo "en general" porque, en particular, hay quien cree que la pandemia forma parte de un oscuro plan de Bill Gates para trasmitir el virus a través de las redes 5G y forrarse vendiendo vacunas.
Esta ida de olla no solo es otro ejemplo de lo susceptibles que son algunas personas a las teorías de la conspiración. También refleja que la gente todavía sabe bastante poco sobre la quinta generación de la tecnología móvil. Y eso que los artículos más antiguos que encuentro sobre el tema se remontan a 2013.
Su diferencia frente a otros avances que acaparan titulares y de los que luego nadie se acuerda (ejem, Google Glass) reside en que el 5G sí tiene un potencial real para revolucionar industrias de todo tipo gracias a su enorme velocidad y baja latencia. No voy a ponerme técnica, así que simplemente quédense con la idea de que la tecnología es capaz de enviar muchísimos datos y muy rápido.
Por ello, su gran promesa no se centra tanto en el usuario final sino en las industrias. Su objetivo no es que los contenidos que vemos por streaming no aparezcan pixelados (que también), sino permitir que una infinidad de dispositivos puedan conectarse a internet y comunicarse entre ellos de forma instantánea.
Gracias a esto, podríamos ver despegar por fin otros enfoques tecnológicos sobre los que también llevamos años hablando pero que siguen sin implantarse de forma masiva, como los coches autónomos y las ciudades inteligentes.
Para funcionar correctamente, ambos conceptos requieren trabajar con enormes volúmenes de datos generados, analizados y transmitidos en tiempo real, justo lo que el 5G es capaz de ofrecer.
El 5G sí tiene un potencial real para revolucionar industrias de todo tipo
En el caso del coche autónomo, la tecnología en sí misma ya es capaz de conducir sola. El problema llega cuando debe enfrentarse a la incertidumbre del mundo real.
Ahora mismo, los vehículos autónomos dependen casi en exclusiva de sus sensores internos para entender qué está pasando en la carretera. Pero, si todos los coches, semáforos y cualquier otro elemento de la ciudad estuvieran conectados y generando datos sobre cada cosa que pasa en cada momento, la conducción autónoma sería mucho más capaz de tomar decisiones en tiempo real.
El 5G también permitiría a las fábricas introducir multitud de sensores en toda su maquinaria e infraestructura para controlar cada proceso al milímetro, predecir fallos y aumentar su automatización. De hecho, el automovilístico es uno de los sectores más interesados en el avance de la tecnología. El año pasado Audi anunció que planeaba construir una red 5G propia para sus instalaciones de fabricación.
Y además de ayudarnos a descargar contenido a velocidades de infarto, el usuario medio también se beneficiaría del despliegue de estas redes en el ámbito médico. Una de las mayores promesas del campo consiste en normalizar las operaciones quirúrgicas en retomo.
Este concepto, que fue demostrado el año pasado por el Hospital Clínico de Barcelona, consiste en que un médico especialista situado en cualquier parte del mundo pueda guiar a otros médicos para que realicen una cirugía a distancia. Y si queremos ir aún más lejos, este mismo experto podría incluso pilotar un robot quirúrgico para que lleve a cabo la intervención en remoto.
El enfoque permitiría acercar procedimientos sanitarios complejos a zonas remotas y a escenarios de emergencia. Pero, para que funcione, necesita conexiones sólidas y veloces, capaces de transmitir todos los datos en tiempo real y sin latencia. De lo contrario, imagine qué pasaría si el robot se queda colgado a la espera de recibir instrucciones mientras el paciente se desangra.
A pesar del potencial de todas estas aplicaciones, lo cierto es que el despliegue del 5G avanza despacio, envuelto en una guerra geopolítica entre China y Estados Unidos por dominar la tecnología. Gane quien gane (en Europa la cosa no pinta bien), este tipo de conexiones van a ser cada vez más comunes, por mucho que les pese a quienes siguen creyendo que, además de datos, el 5G también puede transportar virus.