Podía haber sido peor: las cuentas públicas tras el coronavirus
Ha sido malo, pero podía haber sido peor. Como tantas otras cosas relacionadas con la pandemia, la primera lectura que dejan los datos de recaudación de impuestos y de cotizaciones sociales es esa. A estas alturas, entre enero y mayo, la Agencia Tributaria ha recaudado un 9% menos.
Si tenemos en cuenta cuestiones como el diferimiento de las declaraciones, los aplazamientos y, en general, intentamos hacer una comparación homogénea, los ingresos tributarios "homogéneos" sólo caen un 0,9% en los cinco primeros meses del año según los datos de la Agencia Tributaria. Por otra parte, la recaudación de cotizaciones sociales sólo ha caído un 1,52% en los cinco primeros meses del año.
Los datos de déficit han empeorado, pero están lejos también de la catástrofe a la que parecíamos encaminados en lo peor del confinamiento. Hemos pasado en estos cinco primeros meses de un déficit en el Estado, en términos de contabilidad nacional, de 15.556 millones de euros a 32.251 millones de euros.
Es mucho dinero, pero, sorprendentemente, no son las peores cifras de la historia de España. Sin embargo, aunque a partir de junio se fue abriendo la economía, todavía no se han recogido todos los efectos de la terrible tormenta económica que supuso la primera oleada del coronavirus.
El análisis un poco más detallado de los datos permite sacar alguna conclusión. La primera es que las empresas se están llevando la peor parte. La caída más importante de todas las figuras es con diferencia la del impuesto de sociedades. De hecho, en estos cinco meses, el Estado ha devuelto netos 2.157 millones de euros, mientras que en el mismo periodo de 2019 se recaudaron 1.214 millones.
Probablemente seguiremos en terreno negativo en el impuesto de sociedades hasta el pago fraccionado de octubre. Esto es algo que era previsible, como ya anticipamos en estas mismas páginas hace tres meses.
Es cierto que aquí tenemos una combinación de dos factores: el impuesto de sociedades es un impuesto en crisis, que apenas incrementa su recaudación cuando la economía va bien, mientras que la recaudación se desploma al más mínimo indicio de problemas, y ahora hemos tenido algo más que problemas. Pero también está claro que las rentas empresariales han sufrido muchísimo más el embate del Covid-19 que las rentas salariales.
La caída más importante de todas las figuras es con diferencia la del impuesto de sociedades.
Hay otros dos indicios claros de este hecho: por una parte, el Banco de España ha detectado que la demanda de crédito por parte de las empresas se ha disparado, mientras, al mismo tiempo, la demanda de crédito de los particulares se ha desplomado.
También podemos ver como las cotizaciones de los autónomos caen en el periodo de enero a mayo un 22,91% comparadas con 2019, mientras las de los asalariados del régimen general sólo caen un 2,17%.
A muy corto plazo, que la caída se centre en las cotizaciones de los autónomos, globalmente muy inferiores a las de régimen general, mitiga la caída general del principal recurso público, que son las cotizaciones sociales.
Por otra parte, como un 85% de la recaudación del IRPF proviene de salarios y pensiones, que estos conceptos no se hayan visto tan perjudicados como las rentas empresariales ha permitido que la caída recaudatoria del IRPF no haya sido tan elevada.
Sin embargo, si esta situación se mantiene habrá un daño estructural muy importante para la economía: muchas empresas acabarán cerrando. Esto ya se podía advertir en el avance de la contabilidad nacional trimestral: mientras las retribuciones salariales aún continuaban avanzando a un ritmo del 2%, el excedente bruto de explotación, ya en marzo retrocedía más de un 9%.
En estos momentos, es complicado conocer cómo va a evolucionar la recaudación de impuestos. Desde el punto de vista del IRPF y las cotizaciones sociales, la cuestión clave es la reincorporación del personal en los expedientes de regulación temporal de empleo.
Si estos empleados se reincorporan y no acaban despedidos, tendremos menos problemas sociales y la recaudación fiscal no se resentirá todavía más. Esto depende de la demanda y de la confianza. De este factor depende también el consumo y, en consecuencia, la recaudación del IVA y los impuestos especiales.
Aquí tendríamos que distinguir tres factores: en primer lugar, que las empresas puedan soportar el aumento de costes, la reducción de la demanda y los problemas de liquidez.
Es complicado conocer cómo va a evolucionar la recaudación de impuestos.
Éste es el punto clave para que los daños no se conviertan en estructurales, y para eso las ayudas estatales, tanto de liquidez, como subvenciones o rebajas temporales de impuestos pueden jugar un papel importante. Y sí, tendremos que equilibrar las cuentas, subiendo impuesto o recortando gastos en el futuro, pero el momento de los ajustes aún no ha llegado.
El segundo factor del que depende la recuperación de los ingresos públicos es que se restablezca la confianza , y con ella el consumo. Y el tercer factor es que no haya una segunda oleada que obligue a confinar otra vez masivamente a toda la población.
Esto último es lo más importante, porque si ocurre, no sólo nos volveríamos a enfrentar a la devastación y la muerte, sino que la confianza desaparecería y muchos daños económicos pasarían a ser definitivos. Y sin economía, no tendremos recaudación. Y previamente, sin salud no tendremos economía.
Cuídense y protéjanse este verano, es importante, por su salud, por la de los demás, e incluso por la economía, incluyendo la del Estado, que al final es la de todos. El pasado fue muy malo, pero podía haber sido peor. Hagamos que el futuro sea mejor.
*** Francisco de la Torre es economista e inspector de Hacienda