Durante los últimos meses se ha hablado mucho de juventud. Dicen que, hablen bien o hablen mal, la publicidad siempre es buena. Quizá por eso varios gobiernos hayan utilizado un formato de este tipo para comunicarse con una juventud, cielo santo, cada vez más peligrosa.
La Comunidad Valenciana ha decidido hacerlo a través de un rap, en una de las ya conocidas campañas de la administración pública donde se utiliza «lenguaje joven». La Junta de Andalucía ha apostado más por aleccionarnos, recordarnos que «la juventud no te vacuna contra la covid-19». Incluso nos pregunta si nos creemos invencibles por ser jóvenes.
Entiendo que una pregunta tan soberbia nace de la preocupación del ocio que estamos eligiendo las personas jóvenes en la nueva normalidad. Aunque cabría preguntarse, por un lado, si esta «elección» es tan mayoritaria como quieren hacernos creer y, por otro, si realmente hemos tenido la posibilidad de elegir.
Si realmente, en una sociedad que nos ofrece como ocio parques infantiles en las calles y, para cuando nos aburramos de los columpios, bares donde es más barato el cubo de botellines que una Coca-Cola, la juventud ha podido elegir.
La única alternativa sólida a este ocio en los últimos años han sido las casas de apuestas. En la ciudad de Madrid lo tienen tan claro que incluso se propuso incluirles en las medidas de rebajas fiscales para que pudieran seguir abiertas en la nueva normalidad. Todo por la preocupación por el ocio juvenil.
Pero elegimos seguir poniendo imágenes de playas y conciertos abarrotados, aun cuando el Ministerio de Sanidad ha señalado ya que el origen del 45% de los rebrotes ocurre durante las reuniones familiares donde, atendiendo a la pirámide demográfica de España, la juventud no es mayoría.
También se concentran los rebrotes en los centros de trabajo y, si tenemos en cuenta el 40% de paro juvenil que existe actualmente en nuestro país, parece que las jóvenes tampoco abundamos por ahí.
La única alternativa sólida a este ocio en los últimos años han sido las casas de apuestas
Me pregunto por qué no se pone el foco en estos datos. Si existe una única ventaja de estar empezando a vivir una segunda crisis es que podemos aprender de la primera. Podemos observar las medidas que se tomaron hace más de 10 años y aprender de lo que se hizo bien y lo que se hizo mal.
Sabemos lo que se hizo a partir de 2008: prohibir el botellón, quitar subvención a asociaciones juveniles, dejar morir las casas de la juventud, eliminar los consejos de la juventud. Y así tuvimos entre 2012 y 2014 datos de paro juvenil que rondaban el 55%; una tasa de riesgo de pobreza o exclusión social cercanas al 40% en 2015 y datos de más del 8% de pobreza material severa entre la juventud entre 2014 y 2016.
Quizá sí tenga sentido preguntarse si somos invencibles, si hemos conseguido sobrevivir a esta década y acabarla con «solo» con un 30% de paro juvenil, un 31% de riesgo de pobreza o exclusión social y un 5,8% de pobreza material severa en 2019.
Y entonces llegó la pandemia. Y mientras nos preocupaba mucho esa juventud que contagiábamos por doquier (aunque ningún estudio avalara estos datos), un 41% de las personas jóvenes trabajadoras tuvo que acogerse a ERTE, mientras que el 36,8% figuraba como afiliadas a la Seguridad Social con contratos eventuales. ¿Qué pasará cuando acaben los ERTE, cuando acaben esos contratos? ¿Seremos invencibles entonces?
Ahora, la principal ventaja de haber vivido ya una crisis parece una broma cruel. Lo es cuando lo que hemos visto en los últimos meses, aparte de rap y lecciones, son las mismas políticas que ya se tomaron en 2008.
El Principado de Asturias amagó con eliminar todas las subvenciones a entidades juveniles, las que ofrecen ese ocio alternativo que no son ni conciertos ni botellones, ni por supuesto casas de apuestas. Por suerte, el Principado reculó, aunque no lo hizo Extremadura, donde esas subvenciones no verán la luz este año. En la Comunidad de Madrid ya se han quitado las ayudas específicas a la emancipación para personas jóvenes.
Pero situar toda la responsabilidad en medidas específicas sería hacer un análisis muy limitado. Quizá por ser invulnerables, en España se ha construido un sistema económico y un mercado laboral sustentado en la precariedad de la juventud. Los principales sectores de la población joven ocupada son el comercio y la hostelería, llegando casi al 25% de todos los contratos de personas entre 16 y 30 años. Si nos enfocamos en personas entre 16 y 19, este porcentaje supera el 70%. Nuestro mercado laboral tiene muy claro donde situar a la juventud.
En España se ha construido un sistema económico y un mercado laboral sustentado en la precariedad de la juventud
No es de extrañar entonces la hegemonía de los contratos temporales, por obra y servicio, entre las personas jóvenes. Nuestro nicho de trabajo son los sectores que se nutren con este tipo de contratos. Pero si exploramos otros tipos de relaciones laborales disponibles para la juventud vemos que no hay muchas razones para ser optimistas. Los contratos en prácticas permiten que el salario sea de hasta un 60% o 75% durante el primero o segundo año de vigencia del contrato respectivamente.
La propia norma que regula esta posibilidad específica que ese porcentaje es sobre el salario fijado por el convenio para un trabajador o trabajadora que desempeñe el mismo o equivalente puesto de trabajo.
Por supuesto, las reformas laborales no arreglaron esta situación. Las bonificaciones a las cuotas a la Seguridad Social para las empresas que apliquen contratos en formación (específicos para personas entre 16 y 25 años) o contratos en prácticas solo han conseguido que sea mucho más barato para la empresa mantener este tipo de contratos (aunque cambie la persona) que apostar por contratos indefinidos.
Y al menos estos contratos están recogidos por el estatuto de los trabajadores, porque aún nos quedaría hablar de las prácticas extracurriculares, esa figura a la que las empresas pueden recurrir para tener en plantilla personas que ya han acabado sus estudios como si aún estuvieran en ellos, pudiendo pagar en este caso lo que consideren, 600 euros, 300 o simplemente 0.
Y aunque es obligado por el Real Decreto Ley 28/2018, hace ya año y medio, que estas prácticas coticen, la norma olvidaba decir quien se encargaba de los gastos, si universidad o empresa. Así que nadie lo hizo.
No son solo las medidas concretas, hay que abordar cambios profundos. ¿Será verdad que este es el momento? Si comenzamos 2008 con menos de un 20% de paro juvenil, ahora es más del doble.
Necesitamos pensar como migrar los nichos laborales de la juventud a sectores y empleos que varíen de manera significativa nuestro modelo insostenible de producción y consumo, apostar por nuevas cualificaciones que permitan desarrollar un mercado laboral basado en la sostenibilidad, en la investigación y el desarrollo, en una reforma ecológica y digital.
La juventud no está para parchear el turismo cada verano, está para transformar de manera profunda su sociedad, pero necesitamos que toda la sociedad se una a esta visión. O cambiamos esto ahora, o recemos por ser invulnerables para sobrevivir a la próxima década.
*** Manuel Ramos de la Rosa es presidente del Consejo de la Juventud de España.