Un diálogo sobre la desigualdad podría comenzar preguntando a quienes están preocupados por ella:
- ¿Qué es mejor: un país muy igualitario con bajo nivel de vida u otro con más desigualdad y mayor calidad de vida?
- ¿Qué China es mejor: la de la época de Mao, tan pobre como igualitaria, o la actual, tan rica como desigual?
- ¿Alguien desearía vivir en Ucrania (5º), Kirguistán (10º), Kazajistán (12º), Albania (22º), Pakistán (39º), etc en vez de en EE.UU. –clasificado en el puesto 108º– de la desigualdad en el mundo?
- ¿Por qué las sociedades menos dinámicas son las mas igualitarias y viceversa?
¿De qué desigualdad hablan los progresistas: genética, de oportunidades, de riqueza, de renta, de consumo, de sexos, de países, …? Analicemos cada una de ellas:
- Genética: A pesar de las ansias progresistas de igualdad, la naturaleza no ha sido capaz se crear todavía dos seres vivos iguales. En la URSS y en China se hicieron muy serios y dramáticos intentos de modificar artificialmente millones de conductas humanas para crear un “hombre nuevo” con terribles consecuencias.
- Oportunidades: son apabullantes los datos existentes en cuanto a la mejora mundial de las oportunidades de progreso humano que están siendo, felizmente, muy bien aprovechadas por los más pobres. La alfabetización, la democracia, los teléfonos móviles, la esperanza de vida, etc…están creciendo más que nunca.
- Riqueza: el derecho de la propiedad junto con el de la vida y la libertad son consustanciales de la civilización occidental y su acreditación fehaciente un factor de enorme importancia para el progreso de la humanidad. El índice de pobreza extrema, que en 1800 afectaba al 80% de la humanidad descendió al 50% en 1966 y desde entonces ha caído hasta el 9%, según Hans Rosling - Factfulness (2018); todo un incontestable éxito histórico contemporáneo frente al malestar progresista por la desigualdad. Se puede permanecer en el estancamiento económico igualitario como en la China de Mao, pero cualquier creación de riqueza es necesariamente desigual como en la China de nuestro tiempo.
- Renta: junto con la población y la riqueza, la renta per cápita del mundo no hace sino aumentar, más que nunca en las últimas décadas y con especial incidencia en los países más pobres.
- Consumo: el acceso a la alimentación, la educación, el transporte, la sanidad, a Internet, a vestir bien y barato, etc se han extendido planetariamente hasta niveles increíbles hace sólo unos años.
- Derechos sociales: con la globalización económica y la democracia cada vez más extendida los derechos sociales han crecido y se han generalizado como nunca.
En un reciente ensayo de un eminente científico, Albert-László Barbási, gran matemático especialista mundial en redes titulado: La fórmula: Las leyes universales del éxito (2019), compara y explica la enorme desigualdad de remuneración entre el mas grande, citado y valioso investigador de la física de nuestro tiempo –Steven Weinberg– y el entrenador del equipo de fútbol americano de su propia universidad.
Las razones son las misma que explican la riqueza de Bill Gates y Amancio Ortega: las redes de comunicación y la globalización han creado mercados masivos de una dimensión tal que los éxitos alcanzan hoy niveles superlativos.
Bill Gates, Amancio Ortega y los cantantes de moda se hacen cada vez más ricos gracias a libres y voluntarias decisiones de personas de la más variada especie que consumen sus productos y canciones.
Bill Gates, Amancio Ortega y los cantantes de moda se hacen cada vez más ricos gracias a libres y voluntarias decisiones de personas
Quienes se preocupan por criticar la desigualdad raramente ofrecen remedios plausibles: desde luego no se atreven a criticar la China actual para regresar a la de Mao, ni se plantean que EEUU imite a decenas de países mucho mas pobres e iguales, ni osan –de momento- con inhabilitar a Bill Gates o Amancio Ortega.
Quizás se planteen imitar a los países nórdicos de Europa, en los únicos y muy pocos, en los que la riqueza y la igualdad están más conciliadas eso sí, al precio de gravísimas crisis como la sueca de hace un cuarto de siglo que conllevó a los suecos del 4º al 14º lugar en el ranking de la riqueza per cápita.
En aquél tiempo la exitosa autora de la popular Pipis Calzaslargas tuvo que exiliarse cuando los impuestos de la renta llegaron al 100% de sus ingresos profesionales.
El popular progresista Piketty tras emplear una enormidad de datos para llegar conclusiones sobre desigualdades de rentas luego muy criticadas y reveladas sesgadas y en gran parte falsas, amenaza ahora con una solución salomónica: multar severamente la riqueza de los ricos, algo que salvo que tuviera una imposible vigencia mundial lo único que podría conseguir sería su desplazamiento a países libres de este tipo de persecuciones fiscales.
La mera existencia de los maestros, en cualquier orden de la vida, denota la necesidad de la desigualdad: aquellos mas inteligentes y esforzados en el aprendizaje avanzan cada vez más en los diversos ámbitos del conocimiento humano para luego enseñarlo a los demás. Nada mas bello que la maestría en el saber y la libertad de su enseñanza.
Para Axel Kaiser –La tiranía de la igualdad (2017)— "la inmoralidad del igualitarismo es doble; por un lado atenta contra la libertad y la diversidad humana y por otra condena a los que pretende ayudar con menores niveles de progreso".
Y añade: "La única igualdad compatible con una sociedad de personas libres es la igualdad ante la ley. Sólo el liberalismo reconoce igual dignidad a todas las personas; es por tanto la verdadera doctrina igualitarista. El igualitarismo es destructivo para el bienestar y la libertad como prueban las experiencias de Corea del Norte frente a la del Sur, y la Alemania del Este frente a la Occidental".
Desde muy antiguo conocemos valoraciones sociales acerca de la posesión de riquezas, asunto que los escolásticos españoles —verdaderos fundadores de la ciencia económica— trataron y resolvieron magistralmente. Manejaron para ello dos categorías de justicia económica: conmutativa y distributiva.
La primera se resume en los intercambios del libre mercado: en él, se llevan a cabo por un "precio justo", entendiendo por tal el que está dispuesto a aceptar un vendedor y pagar un comprador en ausencia de coacción o fraude.
Nada más justo que esta conmutación, ya que el vendedor cede libremente su bien porque estima que vale menos de lo que cobra por él, y, al mismo tiempo, el comprador asume que el bien recibido vale más que lo que paga por él. Siendo libres las transacciones —conmutación de bienes y/o dinero— la justicia económica siempre está implícita en ellas.
Cuando millones de personas compran libremente todos los días y a todas las horas prendas de vestir en Zara, en cada transacción el comprador estima que el dinero que paga tiene menos valor para él que lo que compra, pues de lo contrario no lo haría; y mientras tanto para Zara los costes de sus ventas son inferiores al precio recibido, ya que de lo contrario tendría que cerrar su negocio.
De este modo, Amancio Ortega, se hace más rico conforme mas feliz hace a la gente, de suerte que crea muchísima mas riqueza y felicidad para los demás que la que el recibe. ¿Qué hay de malo en ello?
Producida la natural distribución de riqueza que resulta de los libres intercambios, surge otro concepto de justicia, en este caso distributiva, que viene a cuestionar a posteriori los resultados de la justicia conmutativa.
Para F. Hayek, "la libre elección de la ocupación de cada uno es irreconciliable con la justicia distributiva". La justicia distributiva, que no consiste en otra cosa que "quitar a unos para darlo a otros", plantea muchos problemas de asunción y ejecución, ya que toda redistribución requiere una previa confiscación.
Solo el Estado y siempre desde una óptica estrictamente legal dentro de un marco de Estado de Derecho, puede expropiar a unos para beneficiar a otros. En una sociedad avanzada y mínimamente próspera, es razonable que el Estado vele por las condiciones de vida de quienes no puedan valerse por sí mismos, amén de prestar determinados servicios públicos. La financiación de sus costes toma la forma de impuestos, que obviamente afectan más a quienes más ingresos tienen.
En una sociedad avanzada y mínimamente próspera, es razonable que el Estado vele por las condiciones de vida de quienes no puedan valerse por sí mismos
Mientras que la sociedad civil es la sede de la justicia conmutativa, el Estado ha ido adueñándose de la justicia distributiva como excusa moral para su incontrolada expansión, que termina poniendo en crisis -como en Suecia- la creación de riqueza….para todo el mundo.
Grandes pensadores desde la ilustración a nuestros días: Locke, Kant, Smith, Hayek, Friedman siempre vieron el Estado como garantía de las libertades y nunca como una institución de igualación económica; asunto este que quedó en manos de mentes totalitarias como Rousseau, Hegel y Marx, con las consabidas y desastrosas consecuencias históricas.
La democracia igualitaria, es decir intervencionista, termina engendrando la más indeseable de las desigualdades: el capitalismo de amiguetes que capturan la voluntad del Gobierno para sus propios fines y costa de los demás: la inmensa mayoría.
Todas las élites igualitaristas han vivido siempre muchísimo mejor que las sociedades que han gobernado.
*** Jesús Banegas es presidente del Foro de la Sociedad Civil.