"Si tu plan es para un año, planta arroz… para 10, años planta árboles y para 100 años, educa a los niños". Esta célebre cita de Confucio probablemente explica por qué la educación ha sido el sector al que se han impuesto más restricciones debido a la epidemia de la Covid-19: nadie piensa a 100 años vista. Sin embargo, la educación es fundamental y sus lagunas se perciben bastante antes de que pase un siglo.
En las sociedades modernas, la mayoría de los individuos invierte décadas de su vida exclusivamente en educarse. Gracias a eso, los países avanzados disponen de una población capaz de crear y manejar conocimientos y tecnología, y por eso progresan y son más ricos. Esto quiere decir que sólo la educación permite el progreso económico y social.
Frente a este hecho, lo primero que se hizo ante la pandemia en España fue cerrar las escuelas. Sin embargo, el coronavirus es muchísimo más mortífero entre los ancianos que entre los niños. Admitiendo que hace unos meses, esto no estuviese claro, ahora parece que abrir las escuelas debería ser una prioridad, y no sólo un deseo bienintencionado. Y cuando se habla de una prioridad, es que ese objetivo se pone por delante de otros, y en consecuencia, se le dedican más medios y esfuerzos.
Abrir las escuelas debería ser una prioridad. Y cuando se habla de una prioridad es que ese objetivo se pone por delante de otros y se le dedican más medios
¿Por qué hasta ahora no ha sido así? Esencialmente porque el daño económico y social ha existido pero no lo hemos contabilizado. Todos hemos visto con asombro, y un cierto pánico, las cifras de caída del Producto Interior Bruto (PIB) que es una medida de la producción de bienes y servicios en un país.
Sin embargo, esta disminución no refleja la pérdida de educación y socialización que han tenido nuestros niños y jóvenes. Además, la presión por reabrir es menor porque en otros sectores, sus profesionales si no pueden reabrir no cobran. En cualquier caso, en la contabilidad nacional, el servicio de educación se computa por el salario de los profesores. Si los colegios siguen pagando a sus profesores, el servicio de educación sigue computando de la misma forma.
Sin embargo, la realidad es independiente de las convenciones contables: nuestros jóvenes estarán peor preparados que los de los otros países de la OCDE, más de 20, en los que se han reabierto las escuelas. Y esto se reflejará, en los proyectos y horizontes de nuestros niños y jóvenes, y en consecuencia, en la productividad y el crecimiento económico de España en el futuro.
Seremos más pobres, pero también se incrementará la desigualdad porque los más perjudicados serán los niños de las familias más pobres. Se incrementará la desigualdad de la peor forma posible: lastrando las oportunidades de los menos favorecidos. Y ese futuro no es mañana, pero las consecuencias no esperarán cien años.
Nuestros jóvenes estarán peor preparados que los de los otros países de la OCDE, más de 20, en los que se han reabierto las escuelas
Por supuesto, existen otras cuestiones, como el efecto positivo de abrir las escuelas en la conciliación del trabajo de los padres. O también, el riesgo de que estas tareas de cuidado de los niños, si no hay colegios, tengan que ser asumidas por los abuelos, que son mucho más vulnerables frente a la epidemia del coronavirus…
Planificar a 100 años no es posible, pero planificar a dos meses resulta imprescindible, y estamos a menos de tres semanas de que comience el curso. Y lo primero que se necesita para poder reabrir los colegios es reducir la incidencia del virus con carácter previo. Y sin embargo, a lo largo del verano, esta incidencia no ha hecho más que aumentar en casi toda España.
En segundo lugar, hay que definir medidas de protección para poder implementarlas. Si hay que poner mamparas, hay que hacerlo antes de que empiece el curso. Si se quieren menos alumnos por clase, habrá que contratar más profesores… Probablemente, lo más necesario es realizar test para aislar casos positivos. Pero todo eso no sirve si hay transmisión generalizada del virus…
Por último, hay que definir un 'plan B', es decir qué hacer cuando se den brotes, porque, aunque todo vaya bien, estadísticamente se acabarán dando brotes también en los colegios. Es posible que todo esto vaya mejorando con el paso de los meses, bien porque tengamos una vacuna, bien porque los test sean más baratos y efectivos, o porque tengamos tratamientos más efectivos. Sin embargo, está claro que hay que prepararse y planear con la situación real y no limitarse a confiar en los milagros.
Otro día volveremos a hablar de las consecuencias económicas de la pandemia. Hoy quedémonos en que el dinero perdido se puede recuperar pero el tiempo no. Y ese tiempo lo necesitamos para salvar vidas, sanidad, y proyectos vitales, educación. Sin sanidad no habrá economía, y eso es el presente. Sin educación no habrá futuro…
Si pueden disfruten de un merecido descanso, y tengan un recuerdo por los que nos dejaron en esta pandemia.
*** Francisco de la Torre Díaz es Economista e inspector de Hacienda.