En La lista de Schindler, hay una escena en la que el comandante nazi Amon Göth pide a un prisionero judío que ensamble una bisagra mientras lo cronometra. Ante la presión, el hombre se esmera todo lo que puede para completarla a una velocidad récord. Pero, al comparar el tiempo que tarda con el resto de piezas que el preso había hecho a lo largo del día, Göth le mata. Obviamente, hasta ese momento no había trabajado todo lo rápido que podía.
Esta macabra escena me viene a la mente cada vez que sale el tema del control de los trabajadores por parte de las empresas, sobre todo ahora que se está preparando un borrador para la futura ley del teletrabajo. Lejos de comparar al Gobierno con el régimen, es importante que tengamos en cuenta los riesgos de aumentar la vigilancia que las empresas ejercen sobre sus empleados.
"Imagine que está dirigiendo a alguien y que puede estar a su lado y observarlo todo el día, y darle recomendaciones sobre cómo realizar mejor su trabajo. Eso es lo que intentamos hacer". Quien habla es el CEO de la start-up Enaible, Tommy Weir, cuya empresa ofrece un software de aprendizaje automático que mide la velocidad a la que los empleados completan diferentes tareas y les sugiere formas de acelerarlas.
Es decir, ofrece una especie de comandante Göth pero en versión digital y sin capacidad de réplica. ¿Entiende ahora por qué las tecnologías de control laboral me recuerdan a esa escena? Pues resulta que, desde que las oficinas se cerraron por la pandemia, las consultas que la empresa ha recibido sobre su producto se han cuadruplicado.
Este sistema no es más que la última vuelta de tuerca de una tendencia que existe desde hace años, y que lo único que está haciendo es modernizarse y escalar. Antes de él ya existían otras tecnologías de control laboral como Hubstaff, que registra el uso del teclado, los movimientos del ratón y los sitios web que visita el trabajador; y Time Doctor, que graba en vídeo sus pantallas y puede tomarles una foto a través de la cámara web cada 10 minutos para verificar que los empleados están frente al ordenador.
Nadie duda de que los trabajadores deben dar su máxima eficiencia y calidad a quienes pagan sus sueldos, ni de que las compañías tienen derecho a asegurarse de que sus empleados cumplen con sus tareas. Pero una inspección tan intensa podría convertirse en un factor de estrés y una amenaza contra la privacidad y, lo que es peor, podría desnivelar aún más el equilibrio de poder entre jefe y empleado.
A diferencia de los robots, las personas tenemos días malos, nos cansamos o un problema personal nos impide concentrarnos. Ningún software de inteligencia artificial es capaz de tener en cuenta esas variables. Sin embargo, su inhumano informe de rendimiento podría convertirlas en un arma para justificar un despido o denegar una subida salarial.
A diferencia de los robots, las personas tenemos días malos, nos cansamos... Ningún software de inteligencia artificial es capaz de tener en cuenta esas variables
También es cierto que, igual que el prisionero judío trabajaba más despacio cuando no tenía al comandante soplándole en la nuca, seguro que conoce casos de gente que ha aprovechado el teletrabajo para rendir menos. Pero eso no significa que la vigilancia sea la mejor estrategia para evitar la holgazanería.
"Hay que crear un entorno en el que las personas se sientan cómodas realizando su trabajo. Eso no se consigue vigilándolas", afirma la abogada británica especializada en impedir que gobiernos y grandes empresas hagan un mal uso de la tecnología, Cori Crider.
Y no sé usted, pero yo estoy de acuerdo, trabajo mucho mejor cuando me siento motivada y comprometida que presionada y controlada. De hecho, está demostrado que los trabajadores felices son más productivos.
Por suerte, parece que la ley que está preparando el Gobierno tiene en cuenta ambos lados de la balanza. Aunque la norma permitiría a las empresas adoptar medidas de vigilancia para verificar que el trabajador cumple con sus funciones, también introduciría una serie de cautelas para evitar que se dañe la dignidad del empleado, según un borrador al que ha tenido acceso RTVE.
Aunque el texto final todavía está por ver, está bien saber que, además de proteger a las empresas, la dignidad del empleado es una de las variables de la ecuación. De lo contrario, nos arriesgamos a crear una cultura del trabajo en la que, en lugar de confianza, compromiso y respeto mutuo, se pongan en práctica tácticas más propias del nazismo. A modo de recordatorio, le dejo por aquí la escena de La lista de Schindler, pero no la vea en horario laboral, puede que ya le estén vigilando.