En un sorpresivo anuncio el pasado 28 de agosto, el primer ministro de Japón con más antigüedad, Shinzo Abe, dijo que tenía la intención de renunciar debido a su mala salud. La reacción del mercado fue bastante apagada porque los retos de la Covid-19 sugieren que las extraordinariamente laxas políticas macroeconómicas de Japón no se alterarán a corto plazo. Sin embargo, los desafíos políticos a largo plazo pueden crear volatilidad en los mercados. A continuación, analizamos el legado de Abe y esos desafíos que afronta el nuevo Japón post-Abe.
Estabilidad y longevidad
Abe ha ocupado el cargo de primer ministro durante casi ocho años, un período de estabilidad que puso fin a un período de gran rotación del liderazgo político de la nación (con seis primeros ministros en seis años, incluido el primer mandato de Abe de 2006-2007). Se pueden destacar cuatro factores que impulsan la estabilidad política y la longevidad del segundo mandato de Abe tienen consecuencias para el futuro.
1. La clave del cambio introducido en el Banco Central de Japón (Bank of Japan, BOJ). Un principio fundamental de la política de Abe durante la campaña presidencial del Partido Liberal Democrático (LDP) a finales de 2012 fue el objetivo de una tasa de inflación anual del 2%. Una vez que se convirtió en primer ministro, el Gobierno y el Banco de Japón llegaron a un acuerdo político en el que la autoridad monetaria prometió alcanzar la mencionada meta inflacionaria.
Abe nombró a Haruhiko Kuroda - un ex funcionario del Ministerio de Finanzas (MOF) y crítico con el fracaso de la autoridad monetaria para cumplir su mandato de estabilidad de precios - como nuevo Gobernador del BOJ.
Bajo el liderazgo de Kuroda, el Banco de Japón se apresuró a aplicar políticas monetarias extraordinariamente expansivas, incluyendo una masiva relajación cualitativa y cuantitativa (QQE), una política de tasas de interés negativas, y el control de la curva de rendimiento.
2. Una política exterior pragmática. Aunque se esforzó un poco por establecer una fuerte conexión con el anterior presidente de Estados Unidos, Barack Obama, Abe también construyó rápidamente una relación de cooperación con el presidente Donald Trump.
El compromiso del primer ministro con la alianza entre Estados Unidos y Japón (que se había debilitado bajo el anterior liderazgo japonés) ayudó a aliviar la presión americana sobre las políticas comerciales y de divisas de Japón.
Así, la autoridad monetaria pudo depreciar el yen japonés (JPY) hasta niveles de infravaloración sin que Washington presionara demasiado. Además, la política exterior de Abe fue ampliamente pragmática: la alianza americana no se produjo a expensas de la conexión del país con China (a diferencia de la experiencia del primer ministro Junichiro Koizumi, cuyo mandato de cinco años terminó en septiembre de 2006 y precedió al primer mandato de Abe como primer ministro, y que visitó el polémico santuario de guerra de Yasukuni durante su presidencia).
De hecho, la relación de Tokio con Pekín mejoró notablemente durante el mandato de Abe, de tal manera que el Presidente Xi Jinping tenía previsto hacer su primera visita al Japón este año (aunque fue cancelada debido a la erupción de la COVID-19).
Precisamente, Japón ha podido beneficiarse ampliamente del crecimiento mundial, en gran parte gracias a estas relaciones equilibradas con EEUU y China. A esto se añade la debilidad de la cotización del yen, que ha apoyado el crecimiento de las ganancias corporativas japonesas.
Japón ha podido beneficiarse ampliamente del crecimiento mundial, en gran parte gracias a estas relaciones equilibradas con EEUU y China
3. Una política interna pragmática. El pragmatismo de Abe se extendió a la política interna. Se las arregló para maniobrar a derecha y a izquierda, desde las políticas de crecimiento hasta las políticas de redistribución. Para ser franco, lo cierto es que Abe aportó poco de sustancia, pero los generosos votantes japoneses dieron crédito a su intento, lo que ayudó a debilitar a los partidos de la oposición.
4. Abrir la ‘cartera’ del Gobierno. Aunque los partidarios de las políticas fiscales expansivas criticaron las subidas de impuestos al consumo de la Administración Abe (en 2014 y 2019), el Ejecutivo al menos logró reducir la prioridad de austeridad fiscal del Ministerio de Finanzas y flexibilizar sus políticas de gasto.
Es discutible cuán económicamente productiva ha sido realmente la política fiscal de Abe, pero está claro que una política fiscal más flexible ha sido al menos tan efectiva políticamente como ayudar a implementar su pragmática política de redistribución.
Desafíos que se avecinan
El próximo primer ministro de Japón se verá obligado a seguir la receta de Abe para la estabilidad política y la longevidad. ¿Por qué? Simplemente, porque la marea empieza a retroceder.
1. Las políticas de seguridad nacional y extranjera serán mucho más desafiantes. No sólo las elecciones en EE UU añaden incertidumbre; del mismo modo, la reciente escalada de tensiones entre Washington y Pekín complica la estrategia exterior de Japón hacia ambos países.
2. Será más difícil continuar la política del yen débil con los desafíos a la recuperación económica en EE UU y en otros lugares, así como la convergencia de las políticas de los bancos centrales.
¿Cuál será el legado económico de Abe? En nuestra opinión, el próximo o los próximos líderes de Japón tendrán que afrontar, paradójicamente, las consecuencias de la estabilidad política y la longevidad que disfrutó Abe.
1. Se han hecho pocas de las necesarias reformas económicas. La Administración Abe no hizo el mejor uso de su capital político para enfrentar los desafíos estructurales de una población que envejece, ni tampoco realizó las reformas necesarias para un bienestar económico sostenido.
El Gobierno solo se dedicó a echar balones fuera en una discusión políticamente controvertida sobre los ya insostenibles sistemas públicos de pensiones y de salud.
La movilidad de la mano de obra sigue siendo extremadamente baja en Japón debido a un sistema laboral y una regulación inflexibles. Y, lo que es más, la Covid-19 ha revelado la notablemente pobre implementación de la tecnología de la información y las soluciones digitales en Japón, tanto en el sector privado como en el público. Es probable que Japón tenga más dificultades que otros países para reasignar la mano de obra y el capital para adaptarse al mundo posterior al coronavirus.
Es probable que Japón tenga más dificultades que otros países para reasignar la mano de obra y el capital para adaptarse al mundo posterior al coronavirus
2. Un muro espera a la política fiscal. A corto plazo, la actual política económica de flexibilización fiscal financiada por el Banco de Japón probablemente seguirá siendo la respuesta política a la COVID-19, sin importar quién sea el sucesor de Abe.
A largo plazo, sin embargo, es posible que los futuros líderes políticos recurran a una flexibilización fiscal más agresiva, lo que podría provocar una pérdida de confianza de los inversores en la trayectoria de la deuda pública del Japón o, al menos, desencadenar una reducción de la calificación de la deuda soberana del Japón.
Pero, al mismo tiempo, el país del Sol Naciente podría elegir prematuramente a halcones fiscales como líderes políticos o, como mínimo, políticos con un sesgo menos dovish, una posibilidad que no debe descartarse dada la preocupación del público en general por la deuda de la nación que supera el 250% de su PIB este año.
3. El Banco de Japón puede cambiar de rumbo hacia la normalización de las políticas monetarias. Una vez más, no se debe esperar ningún cambio de política a corto plazo, ni en el frente fiscal ni en el monetario, dada la incertidumbre económica causada por la Covid-19.
Sin embargo, una vez que la pandemia remita, es posible que veamos una respuesta diferente por parte de la autoridad monetaria, en particular después de que Kuroda termine su mandato actual en marzo de 2023 (o si lo abandona antes).
Como el banco central ha señalado repetidamente, los efectos secundarios de los tipos de interés superbajos se acumulan con el tiempo, lo que puede tener un coste para la economía: los márgenes de beneficio de los bancos pueden verse reducidos, lo que debilita su intermediación financiera, y los rendimientos de los seguros y las pensiones pueden ser menores, lo que afecta negativamente al sentimiento de los consumidores.
En el horizonte de medio a largo plazo creemos que estos desafíos darán lugar a un mayor riesgo de inestabilidad política e incertidumbres, lo que podría crear una mayor volatilidad en los mercados financieros y probablemente pesará sobre el rendimiento de los activos de riesgo nipones.
Los mercados de bonos japoneses también podrían experimentar una mayor volatilidad. Los rendimientos podrían disminuir aún más en caso de restricción fiscal, aunque podrían aumentar si alguna forma extrema de monetización de la deuda causa finalmente la pérdida de confianza de los inversores o desencadena rebajas de calificaciones soberanas o la normalización de la política del BOJ.
*** Tomoya Masanao es jefe de PIMCO en Japón.