Digan lo que digan los titulares de algunos medios de comunicación, lo cierto es que no se ha descubierto vida en Venus. Ojalá, porque sería uno de los mayores hitos de la historia y una de las cosas con las que sueño desde pequeña. Pero no, al menos, de momento.
A modo de resumen, la idea clave de la noticia es que los científicos han encontrado un compuesto en la atmósfera de Venus que simplemente no debería estar ahí. Y es precisamente esa contradicción la que permite plantear la hipótesis de que su origen sea biológico.
Es decir, que como nuestros conocimientos científicos y datos actuales no pueden explicar la presencia de fosfano en las nubes venusianas, debe haber otra razón para que esté allí. Esa razón podría ser la presencia de organismos vivos, pero también podrían ser un montón de cosas más. Por lo tanto, no es que se haya descubierto vida, sino que con lo que se ha encontrado no se puede descartar esa posibilidad.
Resulta emocionante pensar que esa es la respuesta, pero lo cierto es que los científicos responsables del hallazgo son bastante más cautelosos que los medios de comunicación. La astrónoma del MIT Sara Seager involucrada en el hallazgo ha sido bastante contundente: "No estamos diciendo que hayamos encontrado vida en Venus".
Aun así, se trata de un descubrimiento fascinante. Sea cual sea la causa de que haya fosfano en su atmósfera, su misterioso origen demuestra que existe algún tipo de actividad desconocida en Venus, ya sea biológica o de otro tipo. Vamos que, aunque no haya vida, lo que seguro que sí hay es vidilla (científicamente hablando). El problema es que esta incógnita será prácticamente imposible de responder sin recabar datos adicionales, y esa es la peor parte.
Aunque no haya vida, lo que seguro que sí hay es vidilla (científicamente hablando). Esta incógnita será prácticamente imposible de responder sin datos adicionales
A pesar de que desde la NASA han calificado el hallazgo como "el mayor avance hasta la fecha" en relación a la vida fuera de la Tierra, actualmente todas sus misiones en dirección a nuestro vecino espacial están pospuestas, y lo mismo pasa con las de la ESA. Las únicas dos iniciativas en calendario con dirección a Venus son Venera-D, de la Agencia Espacial Federal Rusa, programada para 2029, como pronto; y Shukrayaan-1, de la Agencia India de Investigación Espacial, que podría lanzarse en 2023.
Y digo podría porque, en lo que a misiones espaciales se refiere, lo de incumplir plazos suele ser más la norma que la excepción. Además de los retos técnicos, están los presupuestarios, y dado que el mundo se enfrenta a una crisis económica sin precedentes a causa del coronavirus, cuesta creer que los fondos para exploración espacial sigan siendo prioritarios.
Cuando Estados Unidos intentaba sacar a flote su programa Apolo, gracias al cual el hombre pisaría la Luna por primera vez, una parte de la ciudadanía se quejaba de que su Gobierno estuviera destinando esos millones al espacio, en lugar de usarlos para mejorar su calidad de vida.
"No puedo pagar las facturas médicas. (Pero el blanquito está en la Luna)", decía un famoso poema de la época de Gil Scott-Heron. Tenía su parte de razón, pero, como luego demostró la victoria de EEUU en la Guerra Fría, invertir en ciencia y tecnología siempre da frutos, aunque sea a largo plazo.
Como luego demostró la victoria de EEUU en la Guerra Fría, invertir en ciencia y tecnología siempre da frutos, aunque sea a largo plazo
Pero, ¿cuáles serían los frutos de encontrar vida en Venus? El primero y más obvio, el de hacer que nos replanteáramos toda nuestra existencia al confirmar que no estamos solos. Si hay organismos vivos en Venus, también podría haberlos en otros de los miles de millones de exoplanetas que debe haber en todo el cosmos. Además, podría ayudarnos a desentrañar uno de los grandes misterios de la ciencia: el origen de la vida.
El segundo, consistiría en entender las características que permiten a estos organismos sobrevivir en el extremo entorno venusiano. ¿Cómo es su ADN? ¿Están basados en carbono? ¿Cómo funciona su maquinaria celular? Responder a todas estas preguntas podría abrir un enorme abanico de aplicaciones biotecnológicas, como nuevos materiales, fármacos o procesos químicos, por ejemplo.
O puede que no. Tal vez las presuntas bacterias venusinas sean tan mediocres como las terrestres. O quizá ni siquiera existan, pero nunca podremos saberlo si no apoyamos nuevas misiones a nuestro vecino espacial. Sea lo que sea lo que ha generado el fosfano en Venus, merece la pena investigarlo. No sé usted, pero a mí es una idea que me da vidilla.