Hace 15 días, en estas páginas, hice un balance muy negativo de la pandemia durante el mes de agosto, para el conjunto de Europa y, en especial, para España. Deseaba, aunque no esperaba, que el mes de septiembre, que había arrancado con una cierta moderación en los ritmos de aumento de los contagios, pudiera marcar un cambio de tendencia positivo. No ha sido así. En septiembre no sólo no se ha revertido la situación, sino que ha empeorado sustancialmente. Repasemos algunos de estos desmadres, esperando esta vez, que se corrijan rápidamente para no desembocar en un otoño que podría ser muy complicado
Desmadre en Europa
Nuestro continente fue el primero en ser golpeado por el virus, más allá de los países de Extremo Oriente, Oceanía e Irán. Además, lo hizo con unas tasas de mortalidad más altas, posiblemente por su grado de envejecimiento y la falta de preparación de las residencias y hospitales. Tras unas medidas de confinamiento que no fueron tan estrictas como las de Oriente y una desescalada poco coordinada y prematura, el continente vivió su momento más dulce en junio, aunque con asimetrías entre países.
A partir de julio, comienzan los rebrotes en muchos sitios, pero se considera que son parte de la nueva normalidad y que hay capacidad para controlarlos. Además, el hecho de que la incidencia sanitaria fuera pequeña y la mortalidad casi irrelevante, hizo que se relajaran las medidas de precaución. Agosto ya fue un mal mes.
A finales de julio había dos millones de casos en el conjunto de Europa, excluyendo Rusia y Turquía, que aportaban un millón más. En el mes de agosto se contagiaron 634.000 europeos, tal y como recoge la tabla 1. Es decir, en un solo mes se contagió el equivalente a un tercio de todos los casos registrados en el continente desde el principio de la pandemia.
Pero es que septiembre ha ido mucho peor, porque en algo más de la mitad del mes ya se ha contagiado un número equivalente al del mes anterior. Es decir, que prácticamente se ha duplicado el ritmo de aumento (x1,7 veces). Y han sido varios los días de septiembre en los que el número de nuevos contagios en Europa superaba a los de América del Norte.
Si vemos el detalle de los grandes países europeos, recogido en la tabla 1, además de España a la que luego me referiré, su situación este mes es significativamente peor en casi todos ellos. Destaca la evolución de Francia que, comparando períodos homogéneos, casi ha triplicado (x2,7 veces) en lo que va de septiembre sus registros de agosto. El Reino Unido le va a la zaga (x2,5 veces), aunque con unos niveles absolutos menores. Italia y Alemania también han empeorado en relación a agosto (x2 y x1,3, respectivamente) pero con niveles mucho más bajos.
En esta primera mitad de septiembre muchos países han alcanzado sus máximos históricos, es decir, un número de nuevos casos diarios superior a su pico de la pandemia de marzo o abril.
Además de España, éste ha sido el caso de Francia (13.200 casos), Ucrania (3.584), República Checa (3.123), Holanda (1.974), Rumania (1.713), Hungría (941), Polonia (903), Dinamarca (454), Croacia (369), Grecia (367), Eslovaquia (235) y Eslovenia (137). Bélgica, Austria, Luxemburgo y Portugal no han alcanzado récord históricos en este mes, pero han estado a uno o dos registros de conseguirlo.
De nuevo, las excepciones europeas parecen ser Italia, cuyo máximo en la segunda ola (1.906 casos) queda muy lejos de su pico de finales de marzo, con 6.554, y Alemania, con 2.200 y 6.900, respectivamente. Muchos piensan, sin embargo, que es cuestión de tiempo el que estos países sigan el mismo patrón de sus vecinos. Yo lo dudo.
Desmadre en España
Hace un par de semanas mostraba el gráfico de los afectados con inicio de síntomas en la última semana, que es el que, según los expertos, recoge más fielmente la evolución reciente de la pandemia. En aquella ocasión parecía que la tendencia al alza se empezaba a frenar y, aunque no había alcanzado un máximo, parecía estar próximo.
Lamentablemente, tal y como recoge el gráfico, en los últimos 10 días la tendencia se ha vuelto a acelerar, lo que enturbia el horizonte a corto plazo. Si miramos el número de casos totales, el panorama no es muy distinto. España ha alcanzado los 640.000 casos desde el inicio de la pandemia. En lo que llevamos del mes de septiembre se han contabilizado más de 177.000 nuevos infectados, tal y como recoge la tabla 1. Es decir, en apenas dos semanas hemos tenido el 30% del total de casos de los últimos 6 meses. Y desde agosto hasta septiembre, el ritmo se ha duplicado (x2,2).
Recuerdo que, en el mes de marzo, aposté con algunos amigos que España acabaría adelantando a Italia, país que iba por delante nuestro en la pandemia. El sorpaso tuvo lugar el 4 de abril, en el que alcanzamos los 126.000 casos totales, frente a los casi 125.000 de Italia.
Desde entonces y hasta finales de junio, ya con la nueva serie estadística española, ambos países hemos ido bastante parejos. Cuando entra en vigor la nueva normalidad, el 21 de junio, España acumulaba 246.000 casos e Italia 238.000. Lo sorprendente es que, tres meses después, Italia sigue sin haber cambiado el primer dígito: tiene 295.000 casos acumulados. Por el contrario, España ha cambiado cuatro veces la centena del millar, hasta llegar a los 640.000 casos actuales.
Es complicado explicar esta monumental diferencia entre los dos países mediterráneos. Aquellos que basan sus análisis en una sola variable (renta, temperatura, densidad de población, estructura demográfica, hábitos sociales, cultura, etc.) lo tienen muy difícil para conseguir una explicación satisfactoria. Dentro de España, la evolución del mes de septiembre ha sido un desmadre en prácticamente todas las CCAA, tal y como recoge la tabla 2.
La incidencia acumulada semanal por 100.000 habitantes ha sufrido un notable empeoramiento en todas las CCAA desde finales de agosto, excepto en Canarias, Galicia, Cataluña y País Vasco. Si se mide la incidencia acumulada en períodos de 14 días, el deterioro es incluso mayor. De todas las CCAA destacan dos, que han superado los 300 de incidencia acumulada semanal, muy por encima del valor crítico de 50 que, según Merkel, justificaba una vuelta a los confinamientos: Navarra y Madrid.
Desmadre en Madrid
En este mismo período, desde el 1 al 18 de septiembre, Madrid ha declarado casi 59.000 nuevos casos positivos de Covid-19. Si volvemos a la tabla 1, deducimos que Madrid explica un tercio de todos los casos nacionales, pese a tener sólo la séptima parte de la población. Y, si la comparamos con otros países, Madrid ha tenido un número de casos parecido al de Reino Unido, pese a que su población es la décima parte de la británica (6,6 millones de habitantes). La comparación con otros grandes países europeos es incluso peor, pues Madrid ha tenido más del doble de casos en septiembre que Alemania o Italia, pese a su diferencia de población (82 y 60 millones, respectivamente).
No es de extrañar que Madrid encabece en septiembre el ranking europeo de las regiones más afectadas por el virus. Y que, algunos días, haya sido la segunda área metropolitana del mundo con mayor número de contagios diarios, sólo por debajo de Sao Paulo.
Con este panorama, finalmente se han anunciado unas medidas que entrarán en vigor el próximo lunes. Más allá de la conveniencia de comunicarlo con unos días de antelación sobre su entrada en vigor, lo que suele provocar una aceleración de los contactos (efecto despedida) y la confusión de los anuncios de confinamiento, posteriormente desmentidos, la valoración de las medidas se puede resumir en la frase “too little, too late”. Demasiado poco y demasiado tarde. Porque las medidas son insuficientes y arbitrarias.
Insuficientes porque sólo se dirigen al 13% de la población y al 25% de los casos, pese a que la trasmisión comunitaria es prácticamente generalizada en toda la Comunidad.
Además, la lista de excepciones a la movilidad es muy amplia: trabajo, colegios, atención a los mayores y otras causas justificadas. Ello dificultará la reducción significativa de los contactos. Y arbitrarias por varios motivos.
En primer lugar, porque escoge el valor crítico de 1.000 casos por 100.000 en la incidencia acumulada de los últimos 14 días. Ello da lugar a situaciones absurdas como, por ejemplo, que queden incluidas las zonas de el Pozo del Tío Raimundo, con 1.000 casos, o la de Federica Montseny con 1.047 casos, y excluidas sus zonas colindantes de Campo de la Paloma, con 990 casos y Rafael Alberti con 989. ¿Acaso no es suficientemente grave una incidencia de 990 para actuar? Una alternativa hubiera sido escoger todas las áreas por encima del valor medio, de 683 casos por 100.000. O haber establecido áreas con diferentes colores: verde, naranja rojo, y haber aplicado medidas restrictivas en función de esos colores, tal y como se hizo en Francia en la desescalada.
También es arbitrario el cierre de parques y jardines. Si se trata de evitar el botellón, existen otras medidas legales, algunas ya en vigor, para impedirlo sin perjudicar a la gran mayoría que hace un uso correcto de estos espacios, en los que la transmisión del virus es baja si se respetan las distancias de seguridad. Los parques ya estaban cerrados desde las 22.00 a las 6.00 horas, y la nueva norma que impide reuniones de más de seis personas hubiera sido suficiente para reforzar los controles de los que abusan del espacio público.
Además, sorprende que no se haya presentado un plan para reforzar la Atención Primaria, que se encuentra desbordada en buena parte de las zonas de salud. Tampoco se ha reforzado el transporte público, con más frecuencias que eviten las aglomeraciones en las horas punta. Los rastreadores parece que finalmente llegan, aunque con un calendario muy tardío (octubre). Y no se menciona la aplicación Radar Covid, que aún no está operativa en Madrid y sobre la que no ha habido ninguna campaña institucional.
El horizonte de 15 días revisables es una señal de que los gestores de la Comunidad no las tienen todas consigo. Será difícil que el resultado de estas medidas sea exitoso a corto plazo. Y, mientras, continuará la incertidumbre, la pobre imagen internacional y el daño a la economía. Todo ello a las puertas del otoño, estación en la que entramos la semana que viene. Winter is coming…