Los datos de paro de un mes de septiembre en España solían recoger el impacto negativo en el empleo del fin de la temporada turística. Este año no ha hecho falta que llegue octubre para que muchos trabajadores de la hostelería y los servicios asociados a ese sector se queden sin trabajo.
Algunos no llegaron a trabajar en el verano de la pandemia y figuran bajo el paraguas del empleo anestesiado que aglutinan los ERTE (personas que no están trabajando pero siguen afiliadas a la Seguridad Social y no contabilizan como parados). Otros finalizaron sus contratos en agosto ante el impacto de los rebrotes en las actividades que dependen de los turistas.
Aunque el Gobierno empeñe sus esfuerzos en lanzar mensajes positivos sobre la recuperación, poco se puede celebrar en una lectura pausada de la radiografía del mercado laboral español.
Es cierto que el primer titular es que crece la afiliación y disminuye el paro. Pero no con la fuerza suficiente como para anticipar una recuperación rápida, ni como para conseguir que los colectivos más vulnerables vuelvan a trabajar.
Una reactivación más rápida del mercado laboral debería haber sido posible ante una crisis cuyo origen, recordemos, es sanitario y no económico.
Sin estar tan mal como en abril, cuando la economía se hundió por un durísimo confinamiento, afrontamos un nuevo golpe del virus en una situación de extrema debilidad y con poca claridad sobre cuándo los 27 aprobarán los fondos europeos que España necesita para pagar el coste de esta crisis e invertir en la recuperación.
Septiembre cerró con más de 3,7 millones de parados. En el último año, la estadística del paro ha sumado 696.774 personas más y la de la Seguridad Social ha perdido 447.062 afiliados.
Esas cifras son incompletas si no se tienen en cuenta a los 728.909 trabajadores en ERTE, en su mayoría por fuerza mayor, que son afiliados que en realidad no están en activo, es decir, empleo hibernado con recursos públicos sin saber si saldrá de la UCI o cuándo lo hará.
La Covid-19 mantiene en casa a 1,1 millones de trabajadores. Los datos de septiembre son mejores que los de abril, cuando el SEPE llegó a abonar más de 5,1 millones de prestaciones, pero la recuperación está evolucionando con una atonía cada vez mayor y cada vez cae más despacio el número de personas que abandonan los ERTE.
Lo más preocupante ahora es que en octubre las cifras podrían ir a peor. Solo en la ciudad de Madrid hay 60.000 empleos en juego por el confinamiento y el fracaso de la gestión de esta crisis que también se ha convertido en política hace imposible garantizar que vaya a ser el último gran cierre.
Lo que sí se puede asegurar es que el coronavirus está afectando con dureza a los empleos de los más vulnerables. Es decir, esta crisis, también la están pagando los de siempre sin que el Estado cuente con la fortaleza suficiente como para garantizar el "escudo social" prometido.
El paro aumentó en septiembre entre los más jóvenes (+5,06%), el ritmo de recuperación del desempleo entre las mujeres está siendo más lento y otro dato significativo: el paro aumentó en 12.318 personas dentro del colectivo Sin Empleo Anterior (+3,78%).