En la batalla de Madrid se mezclan la sanidad y la economía, con la política por medio. El ministro Illa y la presidenta Ayuso han representado una ceremonia de la confusión total. Como consecuencia de su falta de acuerdo, el ciudadano no sabe quién tiene razón, aunque el BOE sí exprese quién tiene el poder. Illa parece querer ser sanidad, Ayuso economía y el BOE la política. El problema es que lo razonable es dudar de los tres.
A Illa, el ministro que dijo tener un "comité de expertos" que nunca existió, no se le puede creer. Sus nuevos parámetros para confinar... ¿son de otro comité de expertos fantasma?
En cualquier país sensato, después del primer titular en que hubiera salido la noticia de la inexistencia del primer comité de expertos, el responsable hubiera tenido que dimitir. Esta semana un medio de comunicación anunciaba una posible remodelación ministerial con su cese y vuelta a Cataluña cara a las elecciones autonómicas. ¿Pero qué mal han hecho los catalanes para merecer eso?
La presidenta Ayuso ha tenido que recular ante su plante. Recurrirá las medidas del BOE, no le queda más remedio para salvar la cara. Pero no pedirá una suspensión cautelar de las medidas, que sería lo lógico en su defensa de los intereses de su autonomía si de verdad está convencida de sus razones económicas para defender las decisiones de su consejero de Sanidad. Para recular así, no hacía falta montar el número.
El BOE en este caso ha sido un instrumento de poder político. Siempre aconsejé a empresarios y profesionales andarse con cuidado en las relaciones con el Gobierno. El BOE es un arma de destrucción masiva poderosísima. Ante él, solo hay una defensa: el poder judicial. Pero este suele ser lento y cuando te da la razón ya se sabe: "justicia tardía no es justicia" (refrán castellano).
El BOE es un arma de destrucción masiva poderosísima. Ante él, solo hay una defensa: el poder judicial
Porque, independientemente de las razones económicas de unos y las sanitarias de otros (si es que existen ambas), lo que se ha demostrado es que los políticos de uno y otro bando han sido incapaces de encontrar soluciones conjuntas.
Un desastre sin paliativos para la cogobernanza de la que alardeó el presidente Sánchez. Su ejecutivo es incapaz de “negociar”. En Cataluña llevan tiempo retrasando la “mesa de diálogo”, que nació muerta. En Madrid no han conseguido el consenso necesario. Y es que el gobierno social-populista-comunista tiene tics autoritarios. Como no podía ser menos.
Es el fracaso de la política, de la POLÍTICA con mayúsculas. Algo que debía preocupar a todos los españoles.
Los expertos económicos hacen cálculos milmillonarios en euros sobre el coste de los confinamientos de Madrid. Los sanitarios aducen la defensa de la vida de los ciudadanos. Los políticos se acusan los unos a los otros y nadie sabe con certeza donde está el equilibrio entre salud y economía. Debería haber sido la política la que lo hubiera encontrado. No ha sido así.
Tarde o temprano, la Covid-19 pasará. Ha ocurrido con todas las pandemias que azotaron a la humanidad. Pero para entonces España, con Madrid a la cabeza, habrá sufrido un daño reputacional, económico y sanitario impresionante.
Nuestro PIB habrá descendido casi un 20%. Nuestros muertos habrán sido muy altos en relación a los de otros países de nuestro entorno. Nuestros políticos habrán bajado otro escalón en la apreciación de los ciudadanos. España volverá a ser ese país en el que los Pirineos indican el inicio de África, como decían algunos europeos.
La ahora cuestionada Transición nos elevó en la consideración mundial. Nuestra economía parecía haber superado los lastres de siglos y nuestra sanidad era alabada por propios y extraños.
La España de los Juegos Olímpicos, exposiciones internacionales y empresas multinacionales está en peligro. Los acontecimientos están en el olvido y nuestras multinacionales han salido del índice europeo de las mayores empresas.
Hasta la "liga de las estrellas" se puede estrellar. El deseo de Messi de irse no es una casualidad. En la última Champions nuestros equipos cayeron antes de la final. Y es que se palpa la decadencia. Una decadencia a la que nos está llevando una clase política incompetente y egoísta.
*** J. R. Pin Arboledas es profesor del IESE.