La economía española se está desacelerando de nuevo a marchas forzadas, a juzgar por la opinión de los gerentes de compras de las empresas (recogida en los índices PMI del mes de septiembre). También, aunque de manera no tan rápida, se está desacelerando la recuperación de la economía de la Eurozona.
Se puede decir, por tanto, que las previsiones publicadas por el gobierno la semana pasada nacen, una vez más, caducadas.
La causa principal de esa desaceleración es que el sector servicios de España, Francia e Italia está enviando señales muy negativas y, aunque no tan graves, tampoco son buenas las que emite el sector servicios en Alemania. Hasta tanto está llegando la cosa que la presidenta del BCE, Christine Lagarde, ha mostrado su inquietud y coqueteado con la idea de una nueva bajada del tipo de interés de la llamada “facilidad de depósito” (la que cobra a los bancos comerciales por dejar su dinero allí aparcado) por debajo del -0,50%.
La única expectativa de que la cosa pudiera estar mejorando en octubre parece ya descartada, sobre todo en España, por el aumento de los contagios del coronavirus en los dos últimos dos meses y por las medidas de confinamiento de todo tipo que se han puesto en marcha en el país.
Por si esto fuera poco, también ese tipo de medidas se están extendiendo por el resto de Europa. Incluso al otro lado del Atlántico.
Así, en Nueva York, han repuntado los contagios y su alcalde procedía al confinamiento de ciertas zonas de los barrios de Brooklyn y Queens. Ha sido una decisión muy dolorosa para él, pues alguna de esas zonas confinadas está habitada por judíos ortodoxos, lo que ha dado lugar a las acusaciones consiguientes de fobia a la religión judía, racismo y xenofobia. Para un alcalde que pertenece al partido demócrata y que ha destacado siempre por la defensa de las minorías está siendo realmente un mal trago.
Y es que los confinamientos por barrios siempre dan lugar a agravios comparativos (en realidad, todo en esta vida da origen a agravios comparativos) y a la vez unifica a personas de diferentes ideologías, en este caso, en la lucha contra el SARS-COV-2, como muestra el caso del citado Bill de Blasio que está ahora en el purgatorio de los “confinadores por razón de clase, raza o religión” en compañía de la nueva líder la oposición española, Isabel Díaz-Ayuso, la socialista Francina Armengol Socías, de Baleares, y el inhabilitado Joaquín Torra. Por no hacer una lista interminable de otros líderes vascos, castellano-parlantes y, ¡válgama la soleá!, extranjeros.
Los confinamientos por barrios siempre dan lugar a agravios comparativos y a unificar a personas de diferentes ideologías
Porque es que, en ese purgatorio, también acompañan a los mencionados, el alcalde de Manchester (en el, también azotado por el coronavirus, Reino Unido) o el propio alcalde de Berlín que, acosado por el repunte a más de 500 casos por cada 100.000 habitantes, ha confinado el barrio de Mitte, que alberga el centro histórico de la ciudad y donde casi el 30% de la población son extranjeros.
¡Ay del Berlín xenófobo y del Manchester clasista! Estas son las extravagancias del comportamiento caprichoso de la Covid-19 a quien nadie, excepto en el Lejano Oriente, parece capaz de contener y que termina poniendo en ridículo todas las medidas que se toman para cortarle el paso en Occidente.
Así, el Reino Unido, que el 15 de agosto nos irritó con el establecimiento de una cuarentena para quienes viajaran a España, se ve ahora desbordado por el contagio, no solo en Manchester, sino en Liverpool y en Newcastle, donde se supera también la incidencia de 500 casos por cada 100.000 habitantes.
¡El pobrecito Boris Johnson no sabe en qué lío se está metiendo!: ha tenido la feliz idea de una estrategia local que ha llamado, literalmente, “whack-a-mole” que hará que unos pueblos se confinen y otros no, que unos barrios sí y otros no…. Que se prepare para escuchar las acusaciones de todo tipo: escocés-fobo, galés-fobo, y por la mayoría de habitantes, con origen en el Sudeste de Asia, en los distritos de Blackburn and Burnley, escuchará como se le acusa de xenófobo, racista, etc.
Y lo peor de todo, tras haberse gastado una cantidad, que el gobierno español no habría podido ni soñar, en el sistema de trazabilidad y seguimiento de los contagios, al que prácticamente han dado por fracasado.
No es extraño que la popularidad de Boris Johnson haya caído del 66% de abril al 35% de hoy. ¡Ponte con eso a ejecutar el Brexit!
Y es que lo que se está evidenciando es que los patrones de difusión del virus no se entienden demasiado bien. Así, en Madrid, la caída de la incidencia desde más de 1.000 a menos de 500 por cada 100.000 habitantes, con las medidas “wack-a-mole” de Isabel Díaz-Ayuso, no se sabe si son simplemente un golpe de buena suerte o el resultado maravilloso de un confinamiento suave de ciertas áreas sanitarias. La magnitud del descenso es tan extraordinaria que parece difícil explicar que con solo un 30% de la población de las zonas aisladas permaneciendo en sus barrios (porque el restante 70 % se mueve para ir a trabajar a otras zonas de la ciudad o de la región) el sistema pudiera dar tan buenos resultados. ¿Suerte o pericia?
Es el juego del ratón y el gato con este virus tan complicado y que parece complacerse en ir rotando por las zonas y países a los que va castigando: mientras en Madrid descienden, en Francia y Reino Unido suben, y así sucesivamente.
A la vez que se libraba la batalla de Madrid entre los partidarios del confinamiento por áreas sanitarias (gobierno regional) y los partidarios del confinamiento de ciudades enteras (gobierno central) los contagios van extendiéndose, según lo dicho, de nuevo por toda Europa y estamos a la espera de que alguien combine las dos cosas, un confinamiento que proteja a los del exterior de una ciudad en concreto (pongamos que hablo de Madrid) y, a la vez, proteja a los de los barrios menos castigados por el virus de la posibilidad de que les llegue el virus desde los barrios que han tenido la desgracia de tener un número de contagios más elevado. Es decir, lo que sería traducir al lenguaje sanitario y al político lo de conseguir el mejor de los mundos, y aceptar que “lo cortés no quita lo valiente”.
Los ríos de propaganda nos inundan, entretanto. Los contendientes políticos libran sus batallas sin reparar en nada y aplicando el dicho de que “en la guerra, como en la guerra”, aunque haya momentos de reposo como para embelesar a la audiencia con una presentación de los planes para la reconstrucción y la “resiliencia”.
Estamos a la espera de alquien combine un confinamiento que protega a los del exterior de una ciudad y a los de los barrios menos castigados.
¡Alerta! Cuando el lenguaje se vuelve tan horrísono, hay que ponerse en guardia: seguro que lo que oculta debajo no es ni nuevo ni digno de mención; en suma, que no augura nada bueno. Cuando el “plan de la resiliencia” diga algo más que las vaguedades propias de un programa electoral (aún con la precisión de los 800.000 incluidos) habrá que dedicarle tiempo y esfuerzo. ¿Y saben Uds. cual será la prueba del algodón de que lo de la “resiliencia” va en serio? Cuando, entre otras cosas, se vean las costuras de cómo se van a recapitalizar las PYMES viables y con un gran futuro (que las hay en España) pero que a estas alturas ya no pueden crecer más por falta de recursos propios para ello.
O cuando se vean las ventajas fiscales para empresas que se relocalicen en España; o para empleados de multinacionales que quieran teletrabajar desde aquí…
Pero, en medio de tanto lío, hay atisbos esperanzadores. Las economías de EEUU y China siguen recuperándose a buena marcha y, aunque el nuevo plan de estímulos económicos que se discute en el Congreso americano está encontrando más trabas de las deseables por causa de la proximidad de las elecciones presidenciales, antes o después se aprobará, y la locomotora norteamericana seguirá tirando del mundo entero: la prueba de que ya lo está haciendo es que el déficit comercial de EEUU no para de crecer. Y, aunque China no está aplicándose a la tarea de los estímulos con el garbo que lo hizo en 2008, su crecimiento es más que aceptable.
Al mismo tiempo los avances de la biotecnología ya permiten realizar test para detectar el virus que serán muy baratos y fáciles de usar, entre los que están los de saliva, que cualquiera podrá hacerse en casa, y que se podrán hacer todas las semanas en los centros de trabajo y, también, en los educativos, lo que descargará de tensiones a hospitales y ambulatorios.
No hay que desesperar. Probablemente estamos en la hora más negra, la que precede al alba, aunque los nubarrones políticos aquí en España (como en EEUU, Inglaterra o, incluso Francia) hagan parecer todo más oscuro de lo que realmente está. En la “batalla de Madrid” parece que no se cogen prisioneros ni rehenes y en ella el presidente del gobierno se ha topado con la horma de su zapato, como siempre se ha dicho en España, o con su Némesis (el enemigo que te conoce íntimamente; la diosa que castiga la desmesura) siguiendo el lenguaje de las películas y cómics de superhéroes.
Los ciudadanos miramos atónitos y recordamos ante el espectáculo lo que decía en 1571 el Duque de Alba al comprobar que el rey de Francia se entendía a escondidas con los rebeldes encabezados por Ludovico de Nassau y príncipe de Orange: “estos franceses huelgan de romperse ellos un ojo para quebrarnos a nosotros los dos”. ¡Que Dios nos proteja!