Perdón por el insulto, pero la ciencia nos ha ofrecido tantas pruebas de la existencia del cambio climático y su origen humano, que hay que ser estúpido para no creérselas. Sin embargo, ayer, el presidente de Vox, Santiago Abascal, tildó al cambio climático antropogénico de "religión supersticiosa". Y dado que más de tres millones y medio de personas le votaron en las últimas elecciones, me siento obligada a explicar por qué lo que dijo es una estupidez.
La postura de los primeros negacionistas del cambio climático era que el clima de la Tierra no estaba cambiando. Pero, cuando las pruebas de que las temperaturas medias eran cada vez más altas y de que los glaciares se derretían cada vez más (entre otras muchas evidencias) destruyeron su argumento, se vieron obligados a cambiarlo.
Su nueva genialidad consistió en afirmar que, aunque el clima sí estaba cambiando, la causa no era la enorme presión humana sobre el planeta, sino un fenómeno natural. Al fin y al cabo, el clima terrestre ha cambiado muchísimo y muchas veces desde su origen hace más de 4.500 millones de años. Cabía la posibilidad de que la explosión de la industria, el transporte, la ganadería y la agricultura no fueran responsables de lo que estaba pasando.
La ciencia nos ha ofrecido tantas pruebas de la existencia del cambio climático y su origen humano, que hay que ser estúpido para no creérselas
Hasta que, en 1998, Nature publicó el ya famosísimo gráfico del palo de hockey. Apodado así por su forma similar al objeto deportivo, no solo mostraba que las temperaturas medias del hemisferio norte se habían disparado a lo largo del siglo XX tras 500 años de estabilidad, sino que dicho aumento estaba directamente relacionado con la concentración cada vez mayor de gases de efecto invernadero en la atmósfera.
Desde entonces, el gráfico del palo de hockey se ha convertido en un icono de la ciencia climática. Y no solo por lo que demuestra, sino por la enorme polémica en la que se vio envuelto, ya que, por supuesto, los negacionistas no se quedaron de brazos cruzados ante su publicación.
Primero atacaron a la propia metodología del estudio, hasta que una investigación independiente de Academia Nacional de Ciencias de EEUU (NAS) publicada en 2006 confirmó que los resultados del estudio original eran "plausibles".
Luego, hackearon los servidores de la Universidad de East Anglia (Reino Unido) para filtrar más de 1.000 correos electrónicos, entre los que figuraban algunos pertenecientes a los investigadores del palo de hockey.
El ataque, que ha pasado a historia bajo el nombre de Climagate, pretendía demostrar que los científicos habían manipulado sus datos de su trabajo. Pero, de nuevo, otra investigación de la NAS concluyó en 2010 que no había encontrado "pruebas de mala praxis".
Más de 10 años después de la publicación del gráfico del palo de hockey, sus conclusiones por fin se habían librado de dudas y acusaciones. El cambio climático era real y su origen estaba en la actividad humana. El siguiente paso consistía en averiguar cuáles serían sus consecuencias presentes y futuras, eso a lo que ayer Abascal se refirió en tono burlesco como "predicciones apocalípticas".
Más de 10 años después de la publicación del gráfico del palo de hockey, sus conclusiones por fin se habían librado de dudas y acusaciones
Eso sí, por una vez, tiene razón. Pero no porque se ría de ello, sino por todo lo contrario: cada nueva investigación marca un futuro cada vez más apocalíptico para el planeta. Con lo que ya hemos emitido hasta ahora, es casi imposible que el aumento de temperatura quede por debajo de los 1,5 °C, como marca el Acuerdo de París (Francia). Y sin cambios radicales en nuestra forma de vida, podría subir más de 4,5 °C para fines de siglo, según el pronóstico más pesimista del IPCC.
Puede que no sepamos exactamente cuántos centímetros va a subir el nivel del mar, cuántas especies se van a extinguir, cuánto va a aumentar la intensidad y la frecuencia de los fenómenos naturales extremos, ni a qué velocidad va a pasar todo esto. Pero, sí sabemos que todo esto va a pasar porque, en realidad, ya está pasando.
Arthur C. Clark decía que "cualquier tecnología suficientemente avanzada es indistinguible de la magia", como sucede con la impenetrable complejidad de los algoritmos de inteligencia artificial y con el comportamiento contrario a la lógica de la física cuántica. Pero, cuando se trata de cambio climático, la ciencia es tan sólida y clara que hay que ser estúpido (e insensato) para reducirla a una "religión supersticiosa".