No entiendo el optimismo del Gobierno cuando ante el último dato de crecimiento del PIB que publicó el INE la semana pasada destaca el intenso crecimiento del tercer trimestre respecto al anterior (se ha recuperado un 16,7%), en lugar de darse un baño de realismo y centrarse en que el PIB es un 8,7% inferior al de hace un año y que hay algo más de un millón de ocupados menos a tiempo completo que en septiembre de 2019.
Y menos aún lo entiendo después de leer el informe de Estabilidad Financiera del Banco de España que refleja de forma mucho más realista y preocupante la intensidad de la crisis y el elevado grado de incertidumbre que tenemos por delante. Un dato lo resume todo: la previsión del Banco de España es que 2020 termine con la mitad de las empresas en pérdidas, 10 puntos más respecto del 40% que ya había en el primer semestre del año.
La situación podría ser aún peor si no fuera por la batería de medidas que se han implementado para amortiguar el impacto de la crisis en empresas y familias, como los ERTE, los avales del ICO o las moratorias en los préstamos bancarios.
Las empresas han recurrido al endeudamiento para poder hacer frente a sus compromisos, lo que sitúa a muchas de ellas en territorio de enorme vulnerabilidad desde el punto de vista financiero. Así, si consideramos como más vulnerables las empresas que tienen pérdidas o las que tienen que hacer frente a un endeudamiento que supera diez veces sus resultados, antes del estallido de la Covid-19 esas empresas no llegaban al 20% del total, pero en el peor escenario ya tras el impacto de la pandemia el porcentaje se sitúa por encima del 35%, y esas empresas concentran una deuda equivalente al 40% del PIB y al 35% del empleo total de la economía española.
Es casi medio billón de euros de deuda que está en empresas que lo tienen muy complicado para devolverla, lo que es un elemento de enorme presión para la morosidad bancaria que todavía está anestesiada gracias a las medidas aprobadas.
Casi medio billón de euros de deuda está en empresas que lo tienen muy complicado para devolverla, lo que es un elemento de enorme presión para la morosidad bancaria
La situación es mucho más preocupante en los sectores más golpeados por la crisis como consecuencia de las medidas impuestas de distanciamiento social. La peor factura se la lleva el sector de la hostelería, restauración y ocio, ya que el 65% de las empresas son muy vulnerables en el escenario más adverso para finales de 2020 que contempla el Banco de España, y el empleo en esas empresas supone casi el 80% del empleo total de los sectores mencionados.
Así que va a ser necesario que en estos sectores se prorroguen los ERTE y se extiendan las moratorias, ya que de lo contrario las quiebras están garantizadas y con ello el fuerte repunte de la morosidad de los bancos expuestos a estos sectores. Aunque la situación es algo menos dramática, también es muy preocupante en el sector de los vehículos a motor (el 55% de sus empresas que generan más del 40% del empleo son muy vulnerables) y en el del transporte y almacenamiento (50% de empresas y más del 50% del empleo del sector).
El informe del Banco de España contiene elementos adicionales de preocupación. Por ejemplo, gracias a las medidas aprobadas para amortiguar la crisis, la tasa de morosidad de los préstamos bancarios se mantiene en los niveles pre-Covid.
Las moratorias aplicadas (por ejemplo, en hipotecas o en determinados sectores) afectan a un volumen de préstamos de tal magnitud que en caso de que el prestatario no hubiera podido hacer frente a sus obligaciones, la tasa de morosidad se duplicaría hasta el 9%, lo que supondría más de 50.000 millones de euros de préstamos morosos hasta situar la cifra por encima de los 100.000 millones de euros.
Añadan a esos préstamos que se han acogido a moratorias el resto de préstamos de otras empresas y familias, y entenderán ustedes por qué los bancos españoles ya desde el primer trimestre de este año han destinado miles de millones a provisiones anticipándose con buen criterio a lo que se les viene encima.
El gran interrogante es si serán suficientes para afrontar las pérdidas, lo que depende de algo sobre lo que la incertidumbre es total como es el control de la pandemia. Consuela saber que el sector bancario español resiste al peor escenario que maneja el Banco de España en el test de estrés al que ha sometido a los bancos, si bien no hay que olvidar que los resultados agregados siempre enmascaran diferencias entre entidades, por lo que las que parten de menor solvencia y están más expuestas a los sectores en los que el Covid-19 impacta con mayor virulencia podrían requerir inyecciones de capital.
Si queremos evitar que la crisis económica se convierta en financiera, bien haría el Gobierno en tomar buena nota de los mensajes del Banco de España
Si queremos evitar que la crisis económica se convierta en financiera, bien haría el Gobierno en tomar buena nota de los mensajes del Banco de España y pensar en medidas que aumenten el PIB potencial (¡reformas estructurales¡) y así poder hacer frente al descomunal endeudamiento público que se avecina y que hipoteca nuestro futuro.
No se consigue aumentando en exceso el gasto corriente en lugar de la inversión como contemplan los Presupuestos Generales del Estado de 2021. Ni tampoco aumentando un 0,9% el sueldo de los funcionarios y las pensiones (máxime en un contexto de deflación y tras haber aumentado en 2020 un 2%) que supone consolidar a partir de 2021 unos 2.500 millones de euros más de gasto corriente, elevando aún más el ya de por sí preocupante déficit público estructural.
Lo confiamos todo a los fondos europeos de recuperación, pero eso no basta sin las reformas estructurales a las que confío nos obligue Bruselas.
*** Joaquín Maudos es catedrático de economía de la Universidad de Valencia, director adjunto del Ivie y colaborador del CUNEF.