La confirmación del ganador de la elección de presidente de los Estados Unidos se puede demorar días o incluso semanas y una incertidumbre prolongada podría lastrar la confianza de empresarios, consumidores e inversores. Pero las elecciones dejan también algunas certezas sobre la política y la economía estadounidenses, sobre todo respecto a lo que ya sabemos que no sucederá.
Para empezar, es obvio que las encuestas y pronosticadores han vuelto a fallar. La prevista "marea demócrata" no se ha materializado. La presidencia se dirime por escasos puntos en unos pocos estados y la mayoría demócrata en la Cámara de Representantes puede menguar.
Estando tan cerca de la victoria, el Partido Republicano no tendrá grandes incentivos para abandonar su estrategia de polarización. Para el equilibrio político y para la economía, la clave está en el Senado, donde los republicanos parecen haber retenido una exigua mayoría.
Un Congreso dividido prolongará las dificultades de la Casa Blanca para sacar adelante cambios sustanciales en la política económica. A corto plazo, el esperado estímulo fiscal con extensión de los subsidios de desempleo y ayudas a las empresas probablemente se demore y tenga un tamaño inferior al pretendido por los demócratas durante la campaña. Esto aumenta el riesgo de que la recuperación económica sea menos vigorosa hasta que la epidemia sea finalmente controlada.
"La división en el Congreso prolongará las dificultades de la Casa Blanca para sacar adelante cambios sustanciales en la política económica."
Por otro lado, como parecen estar celebrando las bolsas estadounidenses, es probable que la propuesta de subir los impuestos sobre sociedades, renta y sucesiones sean bloqueadas en el Senado.
Además de dejar a la administración federal sin apenas margen presupuestario para aumentar el gasto en sanidad y protección social, dificultará la reducción del déficit público y exigirá que la Fed prolongue su expansión monetaria para mantener los tipos de interés permanentemente por debajo de la inflación.
Las otras dos grandes propuestas del Partido Demócrata son los planes de infraestructuras y de transición energética. Con un Congreso dividido, hará falta un consenso que posiblemente retrasará su aprobación, reducirá su alcance y dejará gran parte de su financiación e implementación a cada uno de los estados.
Tampoco cabe esperar grandes cambios regulatorios para la banca, los sectores farmacéutico y energético y los gigantes tecnológicos.
En conjunto, las implicaciones económicas del resultado electoral son moderadamente negativas respecto al escenario de una "marea demócrata" ya que el paquete de ayudas para los trabajadores y empresas afectados por la epidemia y los planes de inversión pública se retrasarán y serán menos ambiciosos.
Pero esto no significa, ni mucho menos, que la recuperación iniciada en el tercer trimestre esté en riesgo. Con la Fed deprimiendo las curvas de tipos y creando unas condiciones de financiación muy favorables, la actividad empresarial se seguirá normalizando, la construcción aumentando y los hogares seguirán gastando el enorme ahorro acumulado en la primavera.
La previsión de UBS de que el PIB de Estados Unidos haya vuelto a finales del 2021 al nivel previo a la crisis sigue vigente.
La reacción inicial de los mercados parece congruente con estas conclusiones, aunque podría diluirse según pasen los días. Las empresas ven alejarse el riesgo de una subida de impuestos y un aumento de la presión regulatoria, a la vez que una presidencia de Biden reduciría la incertidumbre geopolítica y las primas de riesgo utilizadas en las valoraciones, a la vez que podría reavivar la inversión empresarial y el comercio exterior.
Los tipos a largo plazo bajan ante la perspectiva de un menor estímulo fiscal que elevaría el déficit y crearía algunas presiones inflacionistas, y de que la Fed prolongue a cambio su política de tipos 0%.
Con este panorama, lo mejor que pueden hacer empresarios e inversores es tratar de aislarse del ruido de corto plazo y tomar decisiones en base a las dinámicas de fondo que poco se verán influidas por el resultado electoral.
Las políticas fiscal y monetaria expansivas seguirán ayudando a consolidar la recuperación de la economía global, y con ello la de los resultados empresariales. Pronto habrá noticias sobre las vacunas y, antes o después, la epidemia estará contenida. Y ante la falta de alternativas rentables en la renta fija, el capital seguirá moviéndose a los negocios ganadores en este nuevo ciclo marcado por unas revoluciones tecnológica y energética imparables con independencia de quien controle el Capitolio.
*** Roberto Scholtes Ruiz, CFA, es director de Estrategia de UBS en España.