Ante el violento recrudecimiento de la pandemia de Covid-19 en Europa, se han multiplicado las medidas de restricción en los últimos días. Confinamiento parcial en Alemania e Italia, toque de queda nacional y confinamiento de Cataluña en España, toque de queda ampliado en Bélgica... aunque la mayoría de las medidas no son tan drásticas como el confinamiento impuesto en Francia, son lo suficientemente numerosas y concomitantes como para reactivar el miedo a una parálisis económica y hundir a los mercados en números rojos.
Índices como el EuroStoxx 50 han sufrido pérdidas, mientras que otros con más valores cíclicos, como el Dax, han resultado aún más gravemente afectados.
Estas nuevas medidas están imponiendo una losa asfixiante a la economía europea que, tras el efecto del desconfinamiento, ya tenía dificultades para recuperar el aliento. No cabe duda de que se van a necesitar nuevas medidas de apoyo y estímulo. Lógicamente, todas las miradas se han vuelto con rapidez hacia el Banco Central Europeo, que, en su última reunión del Consejo de Gobierno, ha sido una decepción a medias. Ciertamente, dado el timing, pocos esperaban que el BCE diera ya a conocer medidas contundentes.
Pero nada le impedía actuar según un calendario inusual, como supo hacer la Fed en marzo. Además, si bien Christine Lagarde ha recalcado que todas las herramientas estaban sobre la mesa, allanando el camino para un ajuste significativo de la política monetaria en la reunión del 10 de diciembre, la presidenta del banco central reconoce de facto que habrá que esperar más de un mes antes de que se ponga en marcha un nuevo apoyo monetario.
No cabe duda de que se van a necesitar nuevas medidas de apoyo y estímulo
Pese a que algunos consideraban que el BCE ya llevaba retraso con respecto a la situación económica europea y en comparación con la acción de la Fed, no se ha hecho nada para acelerar el calendario.
Sin embargo, sería injusto centrar todas las críticas en el BCE. Por un lado, porque al dejar entrever su voluntad de "sacar la artillería pesada" en diciembre, la institución envía a los Estados el mensaje de que pueden implementar planes de apoyo, que irán acompañados por la política monetaria. Por otro lado, porque justamente al tratarse de Estados, la pelota está más que nunca en su cancha.
Aunque el plan de recuperación de 750.000 millones de euros votado este verano a propuesta de la Comisión Europea iba en el sentido correcto, especialmente su componente de mutualización, ahora parece estar escasamente calibrado en relación con las necesidades.
En este momento, un segundo plan de estímulo quedaría bien. Pero esto parece muy hipotético, puesto que el proceso de ratificación del primer plan por parte de los distintos parlamentos nacionales aún no se ha iniciado.
Mientras Asia, que hasta ahora se ha librado de la segunda oleada, se afirma como la gran ganadora de la crisis, y Estados Unidos acabará por votar un segundo plan de apoyo con Joe Biden en la Casa Blanca.
Europa corre el riesgo, una vez más, de quedarse atrás. Es cierto que las restricciones impuestas son, en general, menos drásticas que las de primavera, y probablemente el efecto de ralentización en la economía sea más moderado. Pero esta desaceleración afectará a una economía todavía muy frágil, lejos de haberse recuperado del primer confinamiento.
Así pues, el crecimiento potencial de Europa corre el riesgo de verse reducido de forma duradera. Para evitarlo, la respuesta del BCE en diciembre y las iniciativas de los Estados deberán ser masivas en las próximas semanas y los próximos meses.
*** Olivier de Berranger es director de Gestión de Activos de La Financière de l'Echiquier.