La clave es Pfizer, no Biden, ni menos aún Trump
Este domingo pasado escribía sobre la importancia económica de las elecciones de Estados Unidos. Concluía que no era tanto como parecía. Es verdad que con Biden es probable que se vuelva a los consensos mundiales, que EEUU no se vaya de la OMS, llegue a un acuerdo comercial con China o respete más a Europa en sus aranceles. Pero la realidad es que a medio y largo plazo serán las fuerzas de fondo las que decidirán por donde discurrirá la economía.
Una prueba de ello es la reacción de las bolsas este lunes al anuncio de la vacuna de la firma Pfizer contra el Covid19. La euforia se desató cuando la farmacéutica anunció que su fármaco producía anticuerpos en el 90% de los casos en que se aplicó en el laboratorio. Todas las bolsas subieron. El Ibex 35 casi un 9%. Una reacción más significativa que con las noticias sobre las elecciones americanas.
Si Pfizer cumple con su pronóstico supone algo realmente decisivo para la economía global: volver a la movilidad de antes de la pandemia; recuperar una de las industrias más dinámicas del siglo XXI: el turismo. Las clases medias de los países desarrollados y muchos de los en vías de desarrollo volverán a disfrutar del viaje vacacional y tirarán de la demanda, por ejemplo, del transporte, de la industria agroalimentaria, de la construcción, … y por supuesto de la hostelería y la restauración.
Si Pfizer cumple con su pronóstico supone algo realmente decisivo para la economía global: volver a la movilidad, recuperar el turismo
De manera que haga lo que haga Biden, y su Administración demócrata, lo importante para las bolsas es cuando se va a vencer la pandemia. Como es importante si China, India y las economías asiáticas siguen siendo los polos de desarrollo mundiales.
Un dato curioso es que el presidente chino, Xi Jinping, no se apresuró a felicitar a Biden por su triunfo. Señal de que no pensaba que era tan importante adelantarse a reconocer la derrota de Trump. Porque la China moderna juega al largo plazo.
El comunismo confuciano que busca, junto con el Taoísmo y el budismo, la integración de la persona en el conjunto, no tiene prisa. No quiere retroceder, pero no se pone nervioso por no avanzar aceleradamente.
Además, sus dirigentes están convencidos de que su economía semidirigida, a pesar de la corrupción, es más eficaz para el futuro de su población que otro sistema. Es la China de siempre, que ha cambiado el emperador por el jefe del partido y al mandarinato por sus disciplinadas filas.
La China aislada durante siglos, que ha recuperado su orgullo. Los occidentales, aunque no nos lo creamos, somos los bárbaros que durante siglos no tuvieron ni pólvora, ni imprenta, ni papel, ni brújula, ni exámenes para ser funcionario mandarín y si me apuran… ni espaguetis. Es lo primero que te dicen cuando llegas allí con la idea de la superioridad occidental. Alrededor de China, India, Japón y otros países asiáticos servirán de proveedores y clientes de esa potencia regional constituyendo uno de los polos de desarrollo del siglo XXI.
Xi Jinping, no se apresuró a felicitar a Biden por su triunfo. Señal de que no pensaba que era tan importante adelantarse a reconocer la derrota de Trump
Y la vieja Europa, con la vacuna funcionando, volverá a poder ser "el parque temático" de la cultura occidental. El turismo volverá a llenar las calles de Londres, Berlín, París y Roma, las playas de España, los conciertos de Viena, Praga y Budapest, el Partenón en Grecia, el Coliseo de Roma o los grandes museos. Sin Covid-19 nuestros restauradores innovaran en la cocina.
Mientras, EEUU seguirá al frente de la vanguardia económica si recupera su vocación innovadora con él Silicon Valley como emblema, sus grandes universidades produciendo inteligencias innovadoras, artificiales y el gran espectáculo norteamericano que es el sector audiovisual. Todo ello con un patio trasero que habla español y portugués y le suministra mercados y mano de obra para su crecimiento.
El resto del mundo, con la Rusia de guerreros vikingos eslavizados intentando mantener una personalidad que su población no le permite, seguirá intentando desarrollarse; algo que no conseguirá hasta que encuentre su lugar en el mundo y desarrolle la estrategia económica, cultural, social, política y económica adecuada.
Cómo empece este artículo: lo importante son las Pfizer, las empresas innovadoras que resuelven problemas humanos. No tanto los Biden o los Trump. Aunque estos últimos si pueden intentar estropear lo que los otros construyen.
*** José Ramón Pin es profesor del IESE.