A Iván Redondo no le gusta mantener reuniones por Zoom. La duda sobre en manos de quién puede acabar el contenido de una conversación telemática hace que la mano derecha de Pedro Sánchez prefiera el formato presencial en salas diáfanas y, a ser posible, con purificadores de aire cuando mantiene un encuentro de trabajo.
Cuando uno acude a una reunión con un presupuesto de 72.000 millones de euros para repartir en tres años, lo normal es que sea recibido con los brazos abiertos. Desde hace unos meses, el móvil de su hombre de confianza para coordinar este reparto desde la Oficina Económica, Manuel de la Rocha, no deja de sonar o recibir WhatsApp de empresarios, CEOs, consultores... Contactan con él para saludarle y, de paso, preguntar "¿qué hay de lo mío?" a cuenta de esos fondos.
El viernes pasado, Redondo visitó el Círculo de Empresarios, donde fue recibido por su presidente, John de Zulueta, y otros miembros, como Juan María Nin. El historiador de origen americano es un empresario cordial y cercano. Pero no es Antonio Garamendi, que como el propio Zulueta recordó en una entrevista para la serie de este periódico 100 Opiniones para salir de la crisis, viaja en el avión presidencial de vez en cuando y no puede decir en público -y en algunos contextos, tampoco en privado- todo lo que piensan los empresarios sobre este Gobierno.
En los últimos dos meses, el presidente de la CEOE ha viajado a Argelia y a Roma en el avión oficial del presidente del Ejecutivo. Y de aquí a final de año tiene pendiente convencer a Yolanda Díaz de que no suba el Salario Mínimo Interprofesional (SMI) a 1.000 euros en plena pandemia, pedirle que extienda los ERTE y que le ayude a que el Gobierno ponga en marcha ayudas directas ad hoc para empresas viables en situación crítica.
En el Ibex 35, están convencidos de que Garamendi debe jugar a ser un hombre de consenso capaz de negociar con la coalición de Sánchez e Iglesias. Pero están cansados del marketing político de Redondo a cuenta de los fondos europeos.
Creen que La Moncloa debe concretar ya cómo espera gestionar unos fondos que son clave para el futuro de España (y de sus empresas) y cómo va a articular las reformas de las que sus socios de Gobierno no quieren hablar. Las empresas han leído España Puede y piensan que es más un documento de eslóganes que un plan a la altura de las circunstancias.
No sé cómo sentaría a Redondo que una de las principales preocupaciones de quienes le recibieron en el Círculo de Empresarios fuera saber qué papel va a tener Nadia Calviño en el reparto de las ayudas europeas porque no se fían del resto.
La vicepresidenta sigue siendo una figura respetada en el mundo de la empresa, donde -con hasta 140.000 millones de euros en juego- pocos se atreven a decir que creen que este Gobierno es "demagógico". Salvo John de Zulueta, porque dice que le nombraron para eso.
Lo cierto es que, en los despachos del Ibex, ha sentado como un cuerno el trato que han recibido los empresarios por parte del Gobierno en los últimos meses tras el idilio de cooperación público-privada que se escenificó en abril.
Recuerdan que en los peores momentos de la pandemia, cuando vivíamos confinados, fue un operativo coordinado por Pablo Isla el que ayudó a traer desde China el material sanitario que escaseaba en España. Fue un dispositivo de ingeniería regalado por Rafael del Pino lo que permitió acabar en tiempo récord hospitales de campaña, como el de IFEMA. Y así una larga lista que no se debe olvidar.
Superado aquello, llegó la Gran Cumbre de la CEOE para impulsar un plan reformista de cooperación público-privada y el acto de Sánchez abriendo el curso en la Casa de América con el Ibex 35.
Una imagen que se quedó en eso, en una foto. Porque, sin que estuvieran superadas las tiranteces por lo que desde la patronal se calificó de una "reforma laboral encubierta" durante el verano, llegó un Presupuesto en octubre con subidas impositivas para las grandes empresas y los altos directivos, que se sumaron a las ya anunciadas 'tasa Tobin' y 'tasa Google'.
Sin embargo, lo que colmó el vaso fue el que se abriera el debate del IVA a la sanidad y educación privada y la reducción de las deducciones por los dividendos y plusvalías generados fuera de España.
Esto es un duro golpe para el resultado de las filiales de las multinacionales españolas sobre el que ningún grupo político ha querido poner el foco.
De no ser por el control de la UE a las medidas que adopte España, todo esto podría ser solo el aperitivo de lo que queda de legislatura.
De momento, para lo que queda de año, las empresas temen cualquier movimiento para una nueva subida del SMI. Y para 2021, no tienen claro lo que pueda pasar con la prórroga de los ERTE más allá del 31 de enero, puesto que está en el aire (y no presupuestada).
Todo el mundo está hoy a disposición de Redondo. Pero en la casa que tienen los empresarios en la calle Marqués de Villamagna miran sus planes con recelo. A cinco manzanas del Círculo, en la CEOE, tampoco hay excesiva confianza en su coalición de Gobierno. Pero los de Garamendi creen que hay que ser prácticos y centrarse en la gestión de los fondos al margen de la gobernanza. Y en eso están, trabajando a contrarreloj para que se aprueben los proyectos y sea la recuperación económica la que salve a las empresas de un país sin fondos, ni ganas, para copiar el 'plan Merkel' de ayuda a la hostelería.
Atentos a...
Los avances de la vacuna para la Covid-19 están animando a muchas casas de análisis, como la de Deutsche Bank, a mejorar sus previsiones sobre la economía europea. El banco alemán ha pasado de augurar una caída del PIB este año del 8% a mitigar el impacto al 7,4%. Y para el próximo año, ha elevado el crecimiento desde el 5,4% al 5,6% en Europa.
En el caso español, la caída será mayor (-12,1%) y también la recuperación tendrá más fuerza que la media de sus socios (+6,3%). La salida de esta crisis tendría así una forma de W algo amorfa.
No obstante, la revisión de estimaciones económicas importante será la que haga el próximo jueves, 10 de diciembre, el Banco Central Europeo (BCE). En función de lo que anuncie Christine Lagarde, será posible adivinar algo más sobre la política monetaria de cara a 2021. Esas proyecciones permitirán también a la banca empezar a trabajar en los escenarios de estrés a los que les someterá José Manuel Campa desde la EBA el próximo año, cuando les haga su próximo examen.