Hagan el ejercicio. Pregunten a cualquier cargo relevante de una compañía moderna si valora la creatividad entre sus empleados y veréis cómo la mayoría os responde afirmativamente. Esto no siempre ha sido así. La creatividad ha realizado un viaje de siglos en el que ha pasado de ser considerada un talento raro, a menudo conectado con la expresión artística, a una habilidad casi imprescindible.
En los últimos años, hemos evolucionado de considerar la creatividad una característica de la persona a una prioridad organizacional. En 2018, el World Economic Forum ya anunciaba que la creatividad, la innovación y la ideación serían los skills del futuro trabajador y esta conversación no ha dejado de crecer con la pandemia.
A medida que las Inteligencias Artificiales vayan tomando el control de más procesos, la importancia de la creatividad seguirá aumentando, convirtiéndose, como ya lo indicaba recientemente el estudio ‘Las empresas españolas frente a la revolución del reskilling’, en la capacidad más demandada en los próximos años.
A medida que las Inteligencias Artificiales vayan tomando el control de más procesos, la importancia de la creatividad seguirá aumentando
Hemos asumido que la creatividad es, y será aún más en el futuro, una de las claves, pero ¿cuáles son algunos de los principales problemas que se encuentran las organizaciones a la hora de poner la creatividad en el núcleo de sus negocios?
El choque con la productividad: En su fantástico libro Hustle & Float. Reclaim your Creativity and Thrive in a World obsessed with work, Rahaf Harfoush indica con acierto que hemos terminado creyéndonos que podemos ser muy productivos y muy creativos a la vez.
Esto a menudo nos lleva a buscar la misma eficiencia en la generación de soluciones creativas que la que ponemos en completar nuestras tareas, lo cual termina haciendo que nuestra aportación creativa se mida más en términos de número de ideas producidas que en los de calidad e impacto de las mismas.
La falta de tiempo es, en mi experiencia, lo primero que traerá a colación un empleado cuando se le hable de creatividad. Hasta que en las compañías no entendamos que una visita a un museo o una charla con un astronauta pueden ser más productivas que ocho horas delante de un ordenador, esta tensión entre creatividad y productividad no terminará de resolverse.
La falta de tiempo es, en mi experiencia, lo primero que traerá a colación un empleado cuando se le hable de creatividad
El choque con el ego: La profesionalización progresiva en las empresas de la creatividad ha hecho que sectores completos (a menudo mal llamados industrias creativas) hagan de dique de contención de la expansión de esa misma creatividad dentro las organizaciones.
Lo mismo ocurre si nos sumergimos en las diferentes áreas dentro de las compañías y observamos cómo a menudo los profesionales más habituados a explotar sus capacidades creativas rechazan por defecto las ideas de otros, generando un efecto rebote en los demás, que buscan entonces otros ámbitos de desarrollo profesional. Construir lazos entre esos mundos, el de aquellos que enarbolan la bandera de la creatividad y los que por oposición se escudan detrás de sus ordenadores es la única manera de crear un diálogo constructivo para las dos partes.
El choque con el negocio: El tercer ámbito donde se producen roces está relacionado con la encuesta que os animaba al principio a hacer entre directivos. Es fácil responder 'Sí' cuando te preguntan sobre la importancia de la creatividad en tu compañía, pero también es fácil arrojar en el día a día la creatividad al cajón del'‘nice to have'.
Un complemento brillante e inspiracional que desarrollar cuando la casilla del negocio está rellena, pero nunca conectado de manera real con el mismo. Sin comprender que la creatividad es rentable, tanto en términos de generación de negocio, como en atracción y retención de talento, ésta nunca desarrollará todo su potencial de cambio en la organización.
Vistos estos retos, ¿cuáles son las claves que permiten impulsar la creatividad en los negocios? La primera palabra mágica es confianza. El impulso de una cultura que no sólo fomente el performance de la manera habitual, sino que impulse de manera decidida la confianza es la base fundamental de una compañía creativa.
Sólo a través de la gestión de esa confianza se puede intentar que cada empleado aporte la versión más auténtica de sí mismo y no prefiera olvidar de manera consciente una parte de su personalidad.
Así mismo, una cultura que potencia la autenticidad y que se basa en la confianza tiene irremediablemente que asumir que somos imperfectos. Romper con las culturas de la perfección corporativa en las que nadie se permite a sí mismo fallar es el primer paso para perder el miedo al fracaso y abrir las puertas a la creatividad.
Necesitamos entornos en los que se premie e incentive la curiosidad y donde la diversidad sea algo más que una etiqueta que nos colocamos. Nada de esto se consigue sin la implicación de los líderes. Más que nunca es el momento de líderes creativos y humanos en las compañías, que arriesguen y apuesten por el talento de sus empleados.
Ah, y sobre todo, si habéis llegado hasta aquí, olvidad todo lo que habéis leído, porque como decía Doc en la última frase de Regreso al futuro, "¿Carreteras? A dónde vamos no necesitamos carreteras".
*** David González Natal es socio y director Senior de Engagement de LLYC.