Por si los regalos de sus majestades de Oriente no han sido suficientes, esta semana algunos medios españoles han decidido obsequiarnos con una dosis de alarmismo y falta de rigor. Aunque espero que no, puede que haya leído por ahí que la NASA afirma que el asteroide 2009 JF1, de 13 metros de diámetro, podría chocar con la Tierra y destruirla en 2022.
Pero, tal y como explica este didáctico hilo de Twitter, ni la NASA ha dicho tal cosa, ni esa roca espacial supone una amenaza inminente para la humanidad. Eso sí, que algún listillo haya 'tergiversado' lo de 2009 JF1 no significa que la Tierra esté completamente a salvo del impacto de un asteroide.
Ya podemos declarar oficialmente inaugurada la temporada 2021 de "asteroides que van a destruir la Tierra... pero no". Y este año es especial, porque la amenaza parece más real que nunca y, sin embargo es tan ridícula como siempre. Esta vez el elegido es el asteroide 2009 JF1... pic.twitter.com/3we6L43ih8
— Álex Riveiro (@alex_riveiro) January 5, 2021
Esta lista de las 15 catástrofes que podrían acabar con nuestra civilización incluye una colisión de este tipo en la categoría de riesgos a largo plazo a los que se enfrenta nuestro planeta.
Así que, aunque no vayamos a sufrir un apocalipsis espacial dentro de poco, puede que sí pase algún día. Eso sí, antes de que cunda el pánico, tenga en cuenta que la NASA y la ESA llevan años preparándose para abordar una situación como esta. Gracias a ello, lo que sí tendrá lugar el año que viene será DART, una hazaña espacial que intentará desviar la trayectoria del asteroide Dimorphos.
Esta roca de unos 150 metros de diámetro tampoco supone ninguna amenaza para nosotros, por lo que el objetivo es, precisamente, demostrar que tendríamos capacidad de librarnos de un peligro similar en caso de que aparezca. La nave abandonará nuestro planeta en julio de este año y, tras un viaje de 14 meses, debería chocar con Dimorphos el 30 de septiembre de 2022.
Si todo sale según lo previsto, DART se convertirá en la primera misión espacial diseñada para modificar el cosmos en lugar de estudiarlo y actuará como una especie póliza de seguros en caso de asteroide apocalíptico. También representará la culminación de décadas de trabajo internacional para detectar asteroides potencialmente peligrosos y neutralizarlos. Y, aunque la parte de esquivar la amenaza es técnicamente complejísima, la de identificarla tampoco se queda corta.
En este momento, se estima que hemos encontrado el 95 % de los asteroides cuyas órbitas pasan cerca de la Tierra y cuyo tamaño de más de un kilómetro de diámetro sería capaz de destruir la civilización. Pero, luego están los más pequeños, que, aunque no tendrían consecuencias tan devastadoras, son más difíciles de detectar. Los científicos de DART creen que solo se ha localizado una cuarta parte de las rocas peligrosas de pequeño tamaño como Dimorphos.
La idea de hacer chocar una nave no es la única estrategia para desviar la trayectoria de un asteroide
El gran problema es que si no sabemos dónde están los asteroides, no podemos prepararnos para evitarlos. Eso fue justo lo que pasó con el meteorito que impactó contra la ciudad rusa de Cheliábinsk en 2013. Con sus cerca de 20 metros de diámetro, pasó inadvertido por todos nuestros observatorios y su colisión provocó una explosión que rompió las ventanas en un área de 322 kilómetros cuadrados.
Aunque entonces no hubo que lamentar pérdidas humanas, unas 1.700 personas resultaron heridas, la mayoría por cristales rotos. Pero, puede que en el futuro no tengamos tanta suerte. Por eso, además de vigilar el ajetreado tráfico del universo, las misiones como DART se vuelven imprescindibles para darnos alguna opción de resistir a un Armagedón espacial.
La idea de hacer chocar una nave no es la única estrategia para desviar la trayectoria de un asteroide. Los expertos en defensa planetaria han planteado otros enfoques como detonar una bomba nuclear en sus inmediaciones, arrastrarlo con un remolque o enviar vehículos que lo orbiten constantemente para que su atracción gravitatoria lo desplace poco a poco. No obstante, todas se han descartado por su mayor complejidad técnica o sus efectos secundarios indeseados.
Así que tendremos que esperar hasta el año que viene para ver si esta primera apuesta tiene éxito. Si fracasa, no nos quedará más remedio seguir buscando soluciones e intentar no entrar en pánico si un asteroide real se acerca a la Tierra o cada vez que algún listillo decida regalarnos una noticia falsa como la de 2009 JF1.