Bitcoin: la gran apuesta
Es indudable que Bitcoin ha sido uno de los activos estrella del último año. En tal solo doce meses, su cotización se ha multiplicado por seis. Partiendo de los 7.200 dólares en los que cerró el año 2019, y tras romper la barrera histórica de los 20.000 dólares en noviembre de 2020, ha protagonizado un ascenso acelerado que le ha permitido alcanzar los 41.900 dólares durante los primeros días de enero de 2021.
Es habitual leer a analistas que tratan la cotización de Bitcoin como si fuera una fiebre sin sentido. Muchos consideran que el valor de uso de Bitcoin es, y siempre va a ser, cero. Estos detractores consideran que su precio sube y baja sin más criterio que el efecto rebaño de especuladores codiciosos que no saben lo que hacen. O que, sabiendo que compran un activo sin valor, creen que van a poder colocarlo a un precio mayor antes de que la música deje de sonar.
La realidad es bastante más compleja. Bitcoin no es un "tulipán" sin utilidad que sube y baja de precio en un juego de las sillas especulativo que terminará inexorablemente colapsando. Al contrario: si Bitcoin es hoy protagonista de una gran especulación es precisamente por la enorme utilidad que este protocolo de transmisión de valor puede tener en el largo plazo.
La cotización de Bitcoin en el presente responde a una gran apuesta sobre el futuro. La pregunta a la que tratan de responder quienes participan en los mercados de esta criptomoneda es: ¿Será Bitcoin utilizado en el futuro como medio de intercambio generalmente aceptado? Es decir, ¿existirá una masa crítica de gente que utilizará Bitcoin como forma de dinero? Y, de ser así, ¿qué extensión tendrá su uso?
Si Bitcoin es hoy protagonista de una gran especulación es por la enorme utilidad que este protocolo de transmisión de valor puede tener en el largo plazo
Bitcoin nació precisamente tratando de cumplir con las condiciones que debería tener un buen dinero. Un buen dinero debe de ser fácil de almacenar, de transportar, de intercambiar, de dividir y de validar; al mismo tiempo, debe ser difícil de falsificar y de producir, de forma que el incremento de su cantidad sea escaso y estable en relación con el stock total de dicho bien.
Bitcoin no sólo se diseñó de forma que cumpla de mejor manera que las monedas actuales los requisitos que debe tener un buen dinero. Además incorpora, mediante su tecnología criptográfica y su protocolo descentralizado, la capacidad adicional de ser anónimo, muy difícil de intervenir, e imposible de manipular, confiscar o destruir por los Estados.
Además, en la actualidad incluye una característica muy importante con la que no se puede nacer, pero que Bitcoin ha tenido la suerte de desarrollar: una imagen de marca que es reconocida en el mundo entero.
Sin embargo, convertirse en una forma de dinero con un uso amplio es algo muy difícil, sobre todo por dos motivos. El primero es que el dinero es un bien que se caracteriza por su efecto red, es decir, que su utilidad se deriva de cuántas personas lo usen. Esto hace que, aunque estén mal gestionadas, sea difícil reemplazar las monedas fiat actuales, como el dólar, el euro o el yuan.
En segundo lugar, las monedas fiat actuales tienen una ventaja muy relevante sobre las criptomonedas: tienen una enorme demanda cautiva por ser la forma en la que, por obligación, todos los ciudadanos del mundo tienen que pagar sus impuestos. No hay que olvidar que la moneda fiat, en última instancia, es una deuda fiscal de los gobiernos que da derecho a los ciudadanos a cancelar sus obligaciones de pago de impuestos. Dicho de otra forma, si no tienes al menos una mínima cantidad de euros para pagar tus tributos al gobierno español, por mucha criptomoneda que tengas, éste confiscará tus bienes.
La gran demanda que tiene Bitcoin a día de hoy no es una demanda monetaria. Si el público demandara hoy Bitcoin para usarlo como medio de intercambio, es decir, si demandara saldos de tesorería en Bitcoin para realizar sus pagos y aceptara cobros de manera cotidiana, el valor de esta criptomoneda tendría que ser enormemente estable.
El dinero se caracteriza por ser el bien más líquido de la economía. Y la liquidez, en última instancia, es estabilidad del valor en el tiempo y ante cualquier tipo de cambio. Un bien cuyo valor se multiplica por seis en un año no está actuando como un buen dinero, ya que no cumple la necesaria estabilidad en el valor. Bitcoin hoy no es demandado como dinero, sino como apuesta de que pueda ser un buen dinero en el futuro.
Un bien cuyo valor se multiplica por seis en un año no está actuando como un buen dinero, ya que no cumple la necesaria estabilidad en el valor
Considerando las ventajas competitivas de Bitcoin y sus desventajas frente a las monedas fiat actuales, serán los usuarios quienes, con el tiempo, decidirán no solo si esta tecnología va a ser utilizada como dinero generalmente aceptado o no lo va a ser en absoluto, sino también sobre cuál va a ser la extensión de su uso.
Es difícil, pero posible, que Bitcoin termine teniendo la extensión monetaria que ahora mismo tiene el dólar, el euro o el yuan. Pero en caso de que llegue a la extensión las actuales monedas dominantes, sería razonable suponer que en el futuro su valor total alcanzará el que tienen éstas ahora mismo, que es entre 44 y 22 veces superior al actual de Bitcoin.
Su valor podría ser incluso mayor si, en lugar de quedarse en la extensión que tienen hoy las grandes monedas nacionales, se convirtiera en un patrón monetario internacional como fue en su día el oro.
Más probable que lo anterior es que Bitcoin se sitúe como un activo monetario de nicho, bien reemplazando progresivamente a las monedas fiat peor gestionadas, como el bolívar venezolano, el rial iraní, el dong vietnamita o la rupia indonesia, o bien siendo predominante en ciertos sectores como el comercio digital.
De ser así, ¿qué extensión tendrá en todo el mundo? ¿Qué poder adquisitivo total estarán dispuestos a mantener sus usuarios en saldos de Bitcoin? Si la respuesta es que dicha extensión mundial será similar al que tiene actualmente el dólar australiano o el franco suizo, el valor de Bitcoin puede aún multiplicarse por 2 o 3 veces respecto al actual.
Sin embargo, si su extensión solo alcanza la que en la actualidad tienen el rublo ruso o el peso mejicano, a su valor le quedaría ya poco recorrido al alza. Por supuesto, si en el futuro su uso fuera menor que el de estas monedas, la cotización actual ni siquiera estaría justificada. Y si sus mayores detractores tuvieran razón, y se confirmara que Bitcoin jamás será usado como medio de intercambio, irremediablemente terminará colapsando.
En resumen, los precios de Bitcoin de hoy reflejan una gran apuesta sobre el futuro: ¿Será utilizado masivamente como forma de dinero? ¿Será usado solo como activo monetario de nicho? ¿No será utilizado en absoluto? La respuesta estimada a estas preguntas es lo que está detrás de la volátil cotización de Bitcoin.
Es el optimismo de un gran número de inversores sobre su uso futuro lo que explica el incremento que ha vivido durante el último año. Si el pasado sirve de guía, la cotización seguirá alternando crecimientos acelerados con grandes correcciones: será el relativo optimismo o pesimismo de los inversores lo que seguirá explicando la magnitud de estas subidas y caídas futuras. Y, en última instancia, será su adopción o no como medio de intercambio por los usuarios lo que determinará su consolidación como un activo monetario de muy alto valor, o su colapso.
En definitiva, Bitcoin se trata de una apuesta de alto riesgo que muchos inversores están dispuestos a asumir, sencillamente porque acertar puede tener un alto premio.
*** Ignacio Moncada es economista, analista financiero y miembro del Instituto Juan de Mariana.