El inicio de cada año es siempre una buena excusa para hacernos preguntas y aprovechar aprendizajes del anterior para abordar mejor el presente. El balance de este 2020 es, en casi todos los aspectos, negativo. Y no lo es porque nuestra actitud sea o haya sido negativa. Lo es porque objetivamente lo ha sido, en lo sanitario, lo económico o lo social.
Sin embargo, ha habido momentos de lucidez que no debemos de perder de vista y que debemos hacer que sumen para afrontar el futuro. Siempre hay que pensar en el futuro, porque como dicen, es lo que nos queda.
Hemos vivido un año que nos ha obligado a dar respuestas rápidas, casi instintivas, donde muchas han sido acertadas y de progreso. Defensivas también, pero de resiliencia. Momentos que nos han permitido dar pasos de gigante en lo tecnológico y, en especial, en la conectividad, y también en la solidaridad.
España y todos hemos demostrado resiliencia, robustez y el país ha sido ejemplo para muchos otros, incluido, me atrevo a señalar, Europa entera en muchos aspectos.
A nadie se le escapa que, desde mediados de marzo hasta finales de junio, nuestra forma de vida habitual pasó de ser fundamentalmente analógica a ser casi 100% digital, sometiendo a las redes de telecomunicaciones, principalmente Internet y la red de datos, a un estrés que nunca pensamos que tendrían que soportar. Y en el otoño seguimos haciendo uso intensivo de las redes.
En 2020, nuestra forma de vida habitual paso de ser fundamentalmente analógica a ser casi 100% digital
Durante los tres meses de la primera oleada, la compañía registró un crecimiento en su tráfico de Internet equivalente al de todo el año pasado (35%, versus un tráfico acumulado del 30% en el 2019). La red pudo con ello gracias a la redundancia, porque los enlaces más importantes de nuestras infraestructuras están duplicados. Telefónica había hecho los deberes y estaba preparada para dar respuesta en niveles óptimos de calidad, aunque nadie esperaba lo que llegó. Ni nosotros ni ninguna compañía o gurú mundial.
El año pasado, vimos cómo las previsiones y tendencias de consumo de voz y datos se modificaban como consecuencia de la Covid-19 y de una nueva normalidad que se va a quedar en gran medida. El resultado es sencillo: un mayor uso de la red móvil, tanto en voz como en datos, y un incremento en las llamadas del teléfono fijo y uso de Internet, tanto en particulares como en empresas. Junto a ello, mayor digitalización. Las mejores y más hábiles empresas impulsan sus servicios de big data, cloud, etc.
El puesto de trabajo digital, cuyos beneficios pregonábamos en el ecosistema empresarial antes de que se manifestase la crisis sanitaria, y que iba teniendo cada vez más adeptos, despegó definitivamente con el confinamiento y sigue en curva ascendente hoy en día.
El puesto de trabajo digital despegó definitivamente con el confinamiento y sigue en curva ascendente hoy en día
Esas nuevas circunstancias nos llevaron al límite, en el mejor y más valiente sentido de la palabra. Nos llevaron a ser más osados, y hemos visto cómo se puede trasladar un contact center a las casas de los operadores sin necesidad de interrumpir el servicio. O cómo las soluciones de big data y de elearning podían ayudar a identificar las localidades con mayor número de infectados o a dar continuidad a la educación y al aprendizaje.
Especialmente en el último trimestre de 2020, tuvimos oportunidad de ver cómo se ha acelerado la transformación digital de las empresas. Para mí, la gran clave de los aprendizajes de este año atípico. La pandemia nos ha metido en un túnel del tiempo y nos ha llevado cinco años adelante en el proceso de digitalización de las compañías que mejor saben adaptarse.
Por eso es tan importante la pregunta: ¿de todas? Si hay un momento en el que es fundamental no dejar atrás a nadie, es este. Un momento de adaptación y de saber rodearse para defenderse primero y atacar con fuerza una economía que necesita empresas fuertes.
La digitalización de las pymes, como siempre digo, no es que sea urgente, es que es lo único que garantiza su viabilidad. Hace que mejoren su eficiencia y rentabilidad en torno a un 20%, y les permite capturar todas las oportunidades.
La digitalización de las pymes, como siempre digo, no es que sea urgente, es que es lo único que garantiza su viabilidad
El 2021 será el gran año del impulso del 5G, disponible ya en casi el 80% del territorio nacional gracias al despliegue intensivo y rápido de Movistar en los últimos cuatro meses. El 5G nos ayudará a contar con un entorno hiperconectado que dará lugar a nuevas mejoras, como la telemedicina, el coche conectado y autónomo, la agricultura en remoto y en espacios cerrados que eviten la influencia del cambio climático, o la celebración de eventos desde cualquier parte del planeta y prácticamente en tiempo real.
Desde Telefónica, celebramos el gran consenso que se ha generado en torno a la importancia de la digitalización para acelerar la recuperación económica post Covid. Este proceso de transformación, siempre de la mano de la sostenibilidad, y la ayuda que para ello necesitarán las empresas, recibirá además un apoyo clave con la llegada de los fondos europeos.
Distribuirlos con celeridad, eficiencia y sentido común es uno de los grandes desafíos que tenemos por delante. En este sentido, Telefónica se ha puesto a disposición de la Administración aportando propuestas concretas para ayudar desde nuestra experiencia y conocimiento del entorno tecnológico.
Por último, algo para mí fundamental: no debemos olvidar el impacto social de la crisis y sus consecuencias en las personas, familias y la economía, pero debemos mirar al futuro con fortaleza, confianza y la solidaridad que antes apunté. Esto es deber de todos, especialmente los que hoy estamos fuertes.
A pesar de las dificultades, hemos de seguir adelante con la seguridad de que la tecnología ha demostrado su flexibilidad y su eficacia para hacer más humano el mundo, para mejorar la calidad de vida de las personas y hacer a las empresas más robustas.
*** María Jesús Almazor es consejera delegada de Telefónica España.