Hace tres años, estábamos en enero de 2018. Eso es algo que muy pocos pondrían en duda. Ni siquiera en una de esas universidades norteamericanas de las que vienen todas las modas delirantes y arbitrarias que certifican que, como ya había descubierto Pirandello, "así es, si así os parece".
Estábamos, pues, decíamos, a finales de enero de 2018. Donald Trump visitaba el Foro Económico Mundial de Davos-Klosters, en Suiza, y proclamaba que quería un dólar débil como manera de ayudar a corregir el sempiterno déficit comercial de EEUU.
En aquel momento, el euro cotizaba a 1,22 dólares por euro y las bolsas iniciaban una caída precipitada que llegó a ser del 12%. Se trató de un verdadero ataque de pánico que se sumaba al que ya venían experimentando los inversores en bitcoin, algo esotérico que había estado subiendo de precio desorbitadamente durante el año 2017. La caída del precio del bitcoin desde su máximo histórico (para las fechas en que se abría el Foro de Davos) era de un 43% en tan solo un mes.
Por su parte, los metales industriales habían oscilado de precio todo lo que querían, pero para estar a finales de enero en el mismo nivel que 30 días antes.
Hoy estamos en 2021 y ya no está Trump. Tampoco hay Foro de Davos. Este año se va a celebrar (si es que la pandemia lo permite) en Singapur, a finales de mayo. Pero sí que tenemos un inicio de año que recuerda el de enero de 2018: 1) el euro cotiza contra el dólar, otra vez, exactamente en 1,22 dólares por euro; 2) el bitcoin ha perdido un 25% desde su nivel máximo (es decir, en solo 15 días), y 3) el precio de los metales industriales, tras oscilar a placer, se encuentra en la misma posición que hace dos meses.
Con tanta coincidencia, ¿terminarán haciendo las bolsas una caída equivalente a la que tuvieron en enero-febrero de 2018?
Desde luego, si no fuera por la abundancia de liquidez que proporcionan los bancos centrales, la respuesta sería que sí, pues el deterioro de las economías se está haciendo sentir de nuevo. La zona euro se encuentra en recesión y la española, probablemente, también, a pesar de los esfuerzos bienintencionados de la ministra Calviño por levantarnos (y por levantarse) los ánimos. Y es que, si cierras una y otra vez sectores económicos clave para las economías maduras (desde los de hostelería en general hasta los otros más específicos que soportan el turismo, además de añadir la inactividad inducida en otros sectores), lo más probable es que las economías entren en recesión. Es algo tan obvio que, para descifrarlo, no hay que aprender mecánica cuántica.
Estamos en 2021 y ya no está Trump, tampoco hay Foro de Davos, pero sí que tenemos un inicio de año que recuerda el de enero de 2018. ¿Terminarán haciendo las bolsas una caída equivalente?
De ahí que, en el mes de enero las cosas tengan el mismo mal aspecto, o peor, que a finales de diciembre: el PMI compuesto provisional de la eurozona en el mes de enero se sitúa en 47,5, lo que quiere decir que es mayoría el número de gestores de compras de las empresas consultadas, mediante encuesta en la zona euro, que ve su negocio peor este mes que el mes anterior. Para el sector servicios, la situación es bastante calamitosa (con un PMI provisional de 45), aunque la buena marcha de la industria manufacturera (PMI de 54,5) alivie algo la situación (todo lo que esté por debajo de 50 es recesivo).
Sin embargo, el que el índice de precios de los metales industriales esté estancado desde hace dos meses tampoco es una buena señal sobre el nivel de actividad que se puede esperar para la industria manufacturera a corto plazo.
Otro tanto puede decirse de Japón, que también sigue en recesión económica (PMI compuesto provisional de enero en 46,7).
Solo China y EEUU resplandecen. La primera porque no deja de invertir en industrias ruinosas pero que permiten mantener la ficción, bien real, del crecimiento económico (que no es otra que el "así es, si así os parece" chino), y los segundos porque, a pesar de que la creación de empleo casi se ha parado, la expectativa del impacto que tendrán los 1,9 billones (trillion) de dólares de la nueva Administración mantiene los espíritus con mejor ánimo. Tanto que, allí, el PMI provisional compuesto del mes de enero está en 58 (55,3 en diciembre).
Hay una clara diferencia, pues, entre cómo marchan las economías europea y japonesa y las de EEUU y China. Se nota a la legua quiénes son los que luchan por la hegemonía mundial y quiénes juegan el papel de segundones. Aunque esa lucha por la hegemonía tiene sus peligros para todos en el terreno militar, donde los amagos de China respecto a terminar de una vez por todas con la independencia de Taiwán, y los hechos consumados de la intervención definitiva de Hong Kong, amenacen con hacer saltar el equilibrio entre las superpotencias por los aires.
Solo China y EEUU resplandecen. Se nota a la legua quiénes son los que luchan por la hegemonía mundial y quiénes juegan el papel de segundones
Mientras tanto, bajo la superficie, y casi extramuros del sistema financiero convencional, late el mundo de las criptodivisas, donde toda fantasmagoría tiene su asiento. En ese mundo reina el bitcoin, que se negocia en plataformas electrónicas que no tienen la respetabilidad de ser reconocidas por las autoridades como "mercados financieros organizados", como sí que lo son las bolsas, los mercados de deuda pública o los de pagarés de empresa.
Para entender lo que es el bitcoin no hay más que pensar, si es que se puede, en una manera de comprar y vender "la nada digital y escasa".
Más, ¿cómo puede comprarse y venderse un concepto que es la mismísima "nada", pero que la gente compra porque es escasa, lo mismo que lo hacía con los, al menos muy tangibles, bulbos de tulipanes en la Holanda del siglo XVII?
Pues prepárense para lo que viene, porque todo es susceptible de empeorar: el mundo tangible y el de las criptomonedas se conectan a través de otro mercado electrónico más que permite que la operativa de compra y venta de criptomonedas sea más ágil que si se hiciera directamente desde la cuenta corriente de un banco. Para ello, la empresa que controla esa plataforma o mercado llamada Bitfinex emite una criptomoneda llamada Tether que asegura que siempre será igual a un dólar, algo que parece arte mágico, pues en este mundo todo cotiza continuamente al alza y a la baja (incluso el precio del edificio donde usted está leyendo esto, y el ordenador o dispositivo móvil desde el que lo lee está subiendo o bajando de precio en este momento), incluido el mismo dólar. Y esa criptomoneda llamada Tether parece ser que se está utilizando masivamente para comprar los bitcoins.
Pronto sabremos si la bajada del precio del bitcoin afectará también a las bolsas
Las sospechas de fraude por las que la Fiscalía de Nueva York investiga a esta empresa pueden ser una de las razones por las que el bitcoin está cayendo de precio. Y la conexión del bitcoin con el mundo real podría ser la explicación de por qué bajaron las bolsas al inicio de 2018. Suponiendo que aquellas dos caídas paralelas de bitcoin y bolsa no fueran pura coincidencia.
Pronto sabremos si la bajada del precio del bitcoin afectará también a las bolsas ahora o, si parecidas circunstancias de partida, como las de enero de 2018, no tienen por qué producir los mismos resultados.
Entre tanto, retengan este nombre: Tether. Su importancia en el mundo de las criptomonedas se ha vuelto descomunal. Es ese punto de fuga por el que los dólares, euros, yuanes, etc., van hacia el universo de las demás criptomonedas, ese concepto que se le escaparía al mismo Tomás de Aquino, por no decir a Spinoza, a Duns Scoto o a Kant. Pero no a Pirandello, para el que su obra citada no era más que una "farsa filosófica".
¡Prepárense para la subida del telón de la farsa monetaria!