La distribución de vacunas está generando muchos más problemas de los previstos. Y no es una cuestión del movimiento anti-vacunas, sino de un factor tan simple como el tiempo. Cuando hablamos de covid y vacunas, no sólo es el que tiempo sea oro, es que, por encima de todo, el tiempo es vida. Y como todo lo que se refiere a la vida, hay problemas éticos y también económicos.
Hemos pasado de las reticencias a los pinchazos a una carrera para vacunarse, 'saltándose la cola'. Para evitarlo, lo primero sería tener una norma que regulase una cuestión tan importante. Y esto permitiría imponer sanciones a los que se saltasen la cola. Porque, ¿qué infracción han cometido los que se han saltado la cola, con lo que han dejado, durante un tiempo a una persona vulnerable sin protección? ¿Y cuál sería la sanción que tendríamos que imponer para disuadir?
Algunos altos cargos políticos y militares esta actuación ha tenido un coste: han tenido que presentar su dimisión. Sin embargo, cuando estamos hablando, de casos masivos, y por lo menos ha habido uno en Murcia, lo más probable es que en muchos casos esto quede sin sanción. Incluso, en algunos casos, los propios partidos políticos no tienen capacidad para echar a un cargo electo que ha tenido esta actuación tan poco ejemplar.
El tiempo es vida. Y como todo lo que se refiere a la vida, hay problemas éticos y también económicos
Porque pese a las manifestaciones de algunos políticos y expolíticos defendiendo esta forma de actuar, lo primero que se le pide al liderazgo es el ejemplo. Esto resulta particularmente evidente en el ámbito militar en la actitud fue la opuesta.
Desde Alejandro Magno, que luchaba en todas las batallas, y era el último en beber cuando tras atravesar un desierto, su ejército llegaba al oasis, hasta Rommel que estaba en primera línea en la guerra del desierto. Pero incluso si no se está dispuesto a dar ejemplo, lo peor que se puede hacer en estos tiempos es primero ocultarlo, y cuando inevitablemente se descubre, dar todo tipo de excusas.
Sin embargo, más allá del desánimo que pueden producir algunas actitudes individuales, el principal problema, moral, económico y de vidas humanas, en suma, es el ritmo de vacunación.
Lo peor de todo es que la parte más difícil ya está hecha: descubrir y probar vacunas viables. Pero, dada la velocidad de la pandemia, acentuada por las nuevas cepas, el tiempo es vital. Y pese a las dificultades logísticas inherentes a la nueva generación de vacunas de ARN-m, es decir la necesidad de ultracongelación, el cuello de botella está en la producción.
Aquí habría que recordar lo que nos enseña la teoría económica: la máxima producción y venta se logra en un mercado de competencia perfecta. En este mercado teórico, los consumidores maximizan su satisfacción, y los productores no obtienen beneficios extraordinarios.
En este mercado, se produce y se vende hasta que el precio es igual al coste de la última unidad producida, lo que se denomina coste marginal. Sin embargo, en un monopolio de oferta, el productor reducirá su oferta para vender sólo a aquellos que ofrezcan un precio más alto, lo que le permitirá obtener beneficios extraordinarios.
La parte más difícil ya está hecha: descubrir y probar vacunas viables. Pero, dada la velocidad de la pandemia y las nuevas cepas, el tiempo es vital
Cuando se descubre un nuevo producto, se le concede un monopolio a su inventor durante unos años. Esto le permitirá amortizar los costes de investigación y obtener un beneficio extraordinario, lo que fomenta una investigación sin la cuál no tendríamos nuevos productos y servicios, entre ellos las vacunas.
En condiciones normales, este sistema funciona razonablemente bien, y en estas condiciones extraordinarias nos ha permitido tener vacunas. Aunque, tendríamos que matizar que casi todas estas empresas han recibido ayudas públicas, por ejemplo, Biontech, socio de Pfizer, y/o han vendido millones de dosis a los estados antes de recibir la autorización para su distribución.
Y por supuesto, el precio que los individuos o Estados están dispuestos a pagar, hoy, por recibir una vacuna cuanto antes, es muy superior al de hace unos meses.
En fin, como el lector ya sabrá, las suministradoras de vacunas autorizadas en la Unión Europea están teniendo problemas de producción para cumplir sus contratos con la Unión Europea. El caso de AstraZeneca es el más sorprendente, unos días antes de que se le autorice la distribución en Europa anuncia que la distribución se reducirá sensiblemente en los próximos meses.
Todo esto puede resultar decepcionante, pero no es precisamente sorprendente. Las autoridades europeas han anunciado que "van a dar un golpe sobre la mesa" y que van a hacer que se respeten los contratos firmados.
Pero, ¿qué pueden hacer las autoridades europeas? Pues algo que convendría plantearse si las empresas productoras de vacunas no pueden producir es la obligación de que concedan licencias para que, al menos temporalmente, produzcan otras empresas farmacéuticas.
Esto se parece bastante a una expropiación, y evidentemente tendría que ser indemnizada, pero creo que hay pocas situaciones en las que se justifique más la urgencia y la utilidad social de distribuir más vacunas. Y para eso hay que producirlas primero.
Recordemos que hay millones de empresas, trabajadores y autónomos, que tampoco tienen culpa de la Pandemia, a las que las Autoridades están imponiendo restricciones porque la alternativa es aún peor.
Efectivamente, hay esperanza, pero cada día que pasa sin que se pongan todos los medios para acabar con la pandemia no sólo suponen más perjuicios económicos, sino también vidas que se pierden.
*** Fracisco de la Torre es economista e inspector de Hacienda.