¿Capitalismo para todos?
El Foro Económico Mundial, que reunía en estas fechas a un selecto grupo de líderes políticos y empresariales en Davos, se ha celebrado este año en formato virtual. He seguido algunos de los paneles, especialmente, aquellos referidos a un concepto que Klaus Schwab, el fundador del Foro, lleva mucho tiempo defendiendo, el capitalismo de interesados (stakeholders), que, a su juicio, constituye la fórmula de un capitalismo para todos.
El año pasado constituyó el lema central del encuentro, uniéndose a la declaración que en su día formularon los ejecutivos de algunas de las principales empresas norteamericanas. El debate en torno a esta idea ha tenido más seguimiento en Estados Unidos que en Europa, donde en algunos países hay mecanismos, como los Consejos de Supervisión, que permiten una representación más equilibrada de los intereses alrededor de la empresa.
El capitalismo de interesados es una idea, en principio, atractiva para modular los excesos de algunos accionistas que ha dominado la práctica de las grandes empresas durante muchos años. Pero, ¿es capaz de modificar los comportamientos de líderes e inversores de grandes compañías? En los paneles de Davos, dedicados a la implementación de la idea, encontré entusiasmo por avanzar en esta dirección, pero pocas contribuciones prácticas que resuelvan algunas de las preocupaciones que expongo a continuación.
El capitalismo de interesados es una idea atractiva para modular los excesos de algunos accionistas que ha dominado la práctica de las grandes empresas durante muchos años.
En primer lugar, la visión en Davos es demasiado ambiciosa para ser creíble. Las empresas pasan de ser villanos a héroes y se presentan como garantes del desarrollo y bienestar de la humanidad. Concuerdo en que el capitalismo y las empresas son un actor esencial para hacer un mundo mejor, pero no dejan de necesitar contrapesos y aliados importantes en otros actores, como el Estado y las organizaciones no lucrativas.
Los grandes desafíos colectivos son cada vez más un emprendimiento público-privado, donde actores diversos deben articularse, desde roles diferentes, aunque complementarios. Una regulación efectiva, impuestos justos y una provisión adecuada de bienes públicos que reduzcan las desigualdades son ingredientes esenciales de cualquier esquema que funcione para todos.
En segundo lugar, el capitalismo de interesados no deja de ser una propuesta ambigua, sin un esquema de “accountability” claro hacia los responsables de las empresas y que puede exacerbar la discrecionalidad gerencial, sin una contraprestación clara. Lo que hoy llamamos información no financiera es un cajón de sastre demasiado grande para una responsabilización efectiva.
En Davos se presentaron los avances de un nuevo sistema de estándares con indicadores comparables a desarrollar por las cuatro grandes empresas auditoras. Quedan muchas incógnitas sobre cómo los nuevos estándares se combinan con los antiguos y cuál será la jerarquía entre ellos. Este es un tema clave porque hay evidencia de que la mejora en los estándares no financieros está alineada con una mejora de los indicadores financieros en el largo plazo.
Una regulación efectiva, impuestos justos y una provisión adecuada de bienes públicos que reduzcan las desigualdades son ingredientes esenciales de cualquier esquema que funcione para todos.
En tercer lugar, está el diseño de los sistemas de incentivos bajo los que actúan directivos e inversores. La dinámica más perversa del capitalismo de accionistas se ha basado en alinear los estímulos de directivos y grandes inversores hacia la maximización del valor bursátil en el corto plazo.
Las consecuencias están a la vista de todos: crecimiento desproporcionado de las remuneraciones de los directivos, tasas de inversión más bajas de lo que sería esperable en proporción a los activos de las empresas o volatilidad de la cotización bursátil con grave perjuicio de los accionistas minoritarios. Cuando accionistas y directivos están guiados por incentivos de largo plazo, acomodar otros intereses relevantes es mucho más fácil porque con un horizonte más largo, se atenúan los conflictos distributivos entre todos ellos.
En cuarto lugar, hay múltiples incógnitas sobre el marco regulatorio más adecuado para proteger a los interesados. ¿Hasta dónde debe llegar la regulación pública y cuándo es más deseable la autorregulación de la industria o de los inversores? Multitud de cuestiones ambientales, laborales, de protección al consumidor, incluso sobre la fiscalidad, pasan por decisiones sobre la extensión e intensidad del marco regulatorio.
La dinámica más perversa del capitalismo de accionistas se ha basado en alinear los estímulos de directivos y grandes inversores hacia la maximización del valor bursátil en el corto plazo.
Mi preferencia en este ámbito es la de un regulador público selectivo y basado en la evidencia, que focalice las estrategias de cumplimiento de las empresas, una vez ganado el conocimiento necesario sobre la dinámica de los mercados. Ahora bien, por encima, son imprescindibles acuerdos voluntarios públicos de las empresas, a distintos niveles, basados en el conocimiento de sus realidades de mercado o tecnología y que sean supervisados por entidades no gubernamentales independientes.
Hay códigos transnacionales sobre trabajo decente que siguen este esquema y que han supuesto grandes avances en temas, como la lucha contra el trabajo infantil. Sin embargo, de no avanzarse de manera contundente en esta dirección, estaremos expuestos a un regulador reactivo, eventualmente agitado por la opinión pública y poco sensible a los costes que genera.
Finalmente, la discusión sobre el capitalismo de accionistas o interesados nos lleva al viejo tema del propósito de la empresa, que también ha renacido en los últimos años. Mi preferencia, en este caso, no está ni con accionistas ni con interesados. Me quedo con la formulación de Peter Drucker, que decía que el verdadero propósito de las empresas era crear valor para sus clientes y, a través de ellos, para el conjunto de la sociedad.
La revolución que hemos visto en algunos sectores y vamos a ver en otros, gracias a la innovación tecnológica, gira en torno a esta lógica. Si a esto unimos reglas de mercado que saquen el máximo partido de la competencia y cierren el paso a posiciones dominantes e incentivos de largo plazo de directivos y accionistas, estaremos apostando por un capitalismo para todos.
*** Koldo Echebarria es el director general de Esade.