El Foro de Davos que finalizó el pasado fin de semana ha certificado su transformación en la gran asamblea mundial anticapitalista del Siglo XXI. Si hace algunos años, la reunión de algunos de los mayores capitanes de la industria, líderes políticos de todo el mundo, expertos y otros mandarines del libre mercado era objeto de las protestas y denuncias de la izquierda global, ahora se ha convertido en el Concilio de todas las Iglesias seculares cuyo objetivo es destruir la democracia liberal y el capitalismo.
A diferencia de lo sostenido por los teóricos de la conspiración no se está ante una confabulación oculta, sino ante un proyecto abierto y público de ingeniería social global.
Para simbolizar el inicio del Gran Reseteo anunciado por el fundador de Davos, Mr. Klaus Schwab, el invitado estelar ha sido el sátrapa chino, Mr. Xi, representante de un sistema en el que existe una absoluta falta de libertades políticas, los derechos individuales son aplastados, el Partido Comunista controla la economía y dos millones de súbditos viven en campos de concentración.
Esta es sin duda la alternativa a la decadente civilización occidental abrazada por el grueso de los participantes en la última sesión del Foro Económico Mundial, en el que no ha habido representación alguna de quienes defienden los principios de la sociedad abierta y de la economía de mercado.
De acuerdo con el Informe Davos 2021, el binomio pandemia-crisis económica es una Ventana de Overton; es decir, abre la oportunidad para introducir cambios radicales que alteren de manera irreversible la política, la economía y la sociedad a escala planetaria.
Según Davos, el binomio pandemia-crisis abre la oportunidad para introducir cambios radicales que alteren de manera irreversible la política, la economía y la sociedad
En estos momentos de incertidumbre y de angustia, los individuos están dispuestos a hacer los sacrificios necesarios para alumbrar un mundo nuevo liberado del materialismo, igualitario, ecológicamente sostenible, inclusivo y, por supuesto, vegetariano en homenaje a los animalistas… Este es el bello mundo feliz, propuesto por lo que se consideró durante muchos años el Camelot del capitalismo mundial.
El CEO de Salesforce, desde su atalaya billonaria ha afirmado: "Todos lo sabemos, este capitalismo está muerto". Sin embargo, hay algo más peligroso que los enemigos abiertos del sistema de libertad económica y son sus teóricos defensores cuyas propuestas sólo contribuyen a erosionar más sus fundamentos, en concreto, el principal: la propiedad privada.
En la reunión celebrada en la bella ciudad suiza ya no se ha hablado de la necesidad de que aquella cumpla una función social, sino de su desaparición para dar paso a un sistema colectivista de propiedad comunal. Esto no es ninguna exageración, sino una de las conclusiones que las lumbreras reunidas en Davos ofrecen como una idea filantrópica a los parias de la tierra y que, por supuesto, no se aplican a ellos mismos.
La distopía dibujada en Davos se traduce en arrebatar al hombre común su propiedad y su libertad. Pero no pasa nada porque sin ellas será feliz gracias a un Estado protector que le suministrará los medios necesarios para subsistir e incluso para disfrutar del ocio.
No dicen como se financiará ese infierno colectivista, sobre todo, cuando el modelo que proponen elimina cualquier incentivo a crear riqueza, pero sí expresan de manera subliminal algo evidente: la persecución de ese orden paradisíaco exigirá un pequeño sacrificio: el descenso del nivel de vida de las clases medias. Esto se simboliza en una de las ilusionantes conclusiones de los gurús davosianos: sólo los ricos podrán viajar en avión; la gente normal volverá a disfrutar del atractivo del tren….
Mr. Schwab y sus amigos saben mejor que los individuos lo que les conviene. Como sus predecesores de utopías totalitarias creen posible planificar el futuro para lograr una sociedad perfecta, la suya. Quien se oponga a ese noble designio es un ignorante o un enemigo del género humano. Esta soberbia prepotente de una autoproclamada elite benefactora conduce a algo muy simple: negar a los demás las oportunidades que a ellos les han hecho ricos; impedir la competencia y la movilidad propia del mercado para devolvernos a una sociedad tribal en la que ellos ejercerán como pastores del rebaño.
El capitalismo está muerto, cierto, pero es este capitalismo pervertido por los impuestos, por las regulaciones, por un Estado del bienestar insostenible incentivador de una cultura de dependencia. Es la profundización en este camino de servidumbre la que plantean los hombres de Davos.