La llegada de Clubhouse, un nuevo fenómeno de adopción masiva dentro del panorama de las redes sociales era algo a lo que llevábamos tiempo bastante desacostumbrados.
En general, hablamos de un entorno en el que el crecimiento imparable de las llamadas big tech había dado lugar a un auténtico oligopolio, a un grupo de grandes compañías capaces de adquirir o copiar literalmente todo aquello que aparecía en el escenario.
Así que encontrarnos de repente con una red lanzada en pruebas en abril del año pasado, que ha sido capaz de generar un fenómeno de adopción que supera ya los seis millones de usuarios, que aún está en fase de crecimiento por invitación y que se convierte rápidamente en tema de conversación de muchos resulta, como mínimo, un soplo de aire fresco.
El crecimiento imparable de las llamadas big tech había dado lugar a un auténtico oligopolio
¿Qué es Clubhouse? La idea es extremadamente simple: un sitio en el que mantener conversaciones. Literalmente: solo voz. La idea recuerda a los party-lines de hace bastantes años: entras en un sitio y puedes crear una habitación o unirte a una existente, y si su moderador te lo permite, puedes dejar de ser audiencia y tomar la palabra.
Ahora bien, hay que cumplir con las normas de educación y comportarse adecuadamente. Si no, el moderador puede quitarte la palabra y devolverte a la audiencia.
Idea simple, sí. Había varios competidores en este ámbito y ninguno había logrado generar una adopción masiva. Lo que Clubhouse ha hecho bien no es tanto la herramienta como tal, que es bastante simple, sino el control del proceso de difusión.
Ha realizado una fase de pruebas o beta relativamente larga en la que los participantes parecieron disfrutar bastante de la aplicación, a la que siguió una segunda fase en la que cada uno de ellos recibieron veinte invitaciones, y a partir de ahí, eventos con interés y participación de celebridades que eran entrevistadas en Clubhouse.
Para hacernos una idea: una conversación con Elon Musk fue capaz de generar un fenómeno de adopción masiva que llevó a incrementar la cuenta de usuarios activos en varios millones.
Cuando una red social es capaz de dar lugar a uno de esos fenómenos de adopción masiva, surgen automáticamente muchas preguntas. La primera, evidente, es pensar en cómo va a funcionar un escenario en el que la voz pasa a tomar el papel fundamental en la comunicación, similar a lo que ocurre en la radio tradicional, pero democratizada, de manera que cualquiera puede crear su propio programa y emitirlo sin más requisito que tener una cuenta en Clubhouse y ser capaz de publicitarlo adecuadamente.
La vocación de la plataforma es lo efímero: si estás cuando la conversación se está emitiendo, la escuchas. Si no, te la pierdes. Nadie impide a un asistente grabar la conversación y subirla a cualquier herramienta de podcasting, a YouTube o a donde buenamente quiera (hay opciones de todo tipo disponibles), pero en principio, esa no es una funcionalidad de la aplicación.
La segunda pregunta es también inmediata: ¿de qué se puede hablar? En principio, de cualquier cosa, y de ahí viene uno de los problemas: ¿qué ocurre si una conversación incurre en cuestiones delictivas o censurables, como la incitación a la violencia, el discurso del odio, temáticas discriminatorias, racismo, etc.?
Si estás cuando la conversación se está emitiendo, la escuchas.
La aparente ausencia de moderación ha llevado a muchos usuarios a criticar Clubhouse y asimilarlo a una red peligrosa, pero la realidad es que, por el momento, las conversaciones tienden a ser bastante razonables, y la polémica sobre la gestión de las que no lo son tiende más bien a alimentar la popularidad de su adopción.
Es pronto para saber qué hará Clubhouse con las conversaciones que incumplan sus normas, pero todo indica que no tienen intención de construir un espacio en el que valga todo y que repita los errores de otras redes sociales, sacrificándolo todo en favor del tráfico.
Durante algunas semanas, Clubhouse experimentó un crecimiento muy elevado en China: una red tan joven volaba aún por debajo del radar de la censura gubernamental, y muchos ciudadanos chinos encontraron en Clubhouse un lugar donde podían mantener conversaciones libremente, incluso criticando al régimen. Hace pocos días, sin embargo, la situación se “normalizó”, y la aplicación ya ha sido prohibida en el gigante asiático.
Pronto veremos todo tipo de entrevistas y de conversaciones teniendo lugar en Clubhouse, y a los medios clásicos prestando atención a lo que allí ocurre. Simplemente, un poco de aire fresco en el panorama de las redes sociales y de la comunicación. Si no la has probado y puedes conseguir una invitación, pruébala. Te gustará o no, pero el experimento vale la pena.