El último parte de salud de la banca española
Los resultados de 2020 que han presentado los grandes bancos españoles en los últimos días han mostrado el impacto de la crisis del Covid-19, no porque la morosidad ya haya aumentado, sino porque se anticipa que subirá con fuerza como pone de manifiesto el millonario saneamiento realizado. En algún caso, el año cierra en números rojos porque a las provisiones para hacer frente al deterioro del valor de los activos financieros se han añadido saneamientos para reconocer la pérdida de valor de las filiales que tienen en el exterior.
Centrando el foco en el negocio doméstico en España, aún no es posible analizar la cuenta de resultados para el ejercicio cerrado de todo el año 2020, pero sí hasta el tercer trimestre, gracias a los datos que aporta el Banco de España en su boletín estadístico. Y comparando los tres primeros trimestres de 2020 con los mismos de 2019, hay varios rasgos a destacar que muestran, no solo el anticipo del impacto de la crisis de la Covid-19, sino también el impacto negativo que el entorno de tipos tan reducidos tiene en el margen con el que intermedian. Vamos por partes.
El margen financiero ha caído un 2,6%, y como porcentaje del activo el recorte es de 8 puntos básicos hasta situarse en un mínimo histórico de solo el 0,84%. Con este margen que proviene de la actividad más importante que realizan los bancos que es intermediar, transformando los depósitos en préstamos, la banca solo es capaz de financiar el 90% de sus gastos de explotación. Es en este margen en el que se constata el impacto negativo del entorno de tipos tan reducidos que se va a alarga aún más tras la aparición de la crisis del Covid-19.
Peor evolución han tenido los ingresos distintos al cobro de intereses como son las comisiones, las plusvalías o los resultados por diferencias de tipo de cambio. Estos otros productos ordinarios han caído un 16,6% (casi 3.000 millones menos de ingresos), lo que supone una caída de 20 puntos básicos en términos del activo total, hasta situarse en el 0,74%. Menos margen financiero y menos aportación del resto de ingresos ordinarios se han traducido en una pérdida de 3.382 millones de margen bruto.
Si seguimos descendiendo por la cuenta de resultados, es meritorio el esfuerzo que ha hecho la banca española en 2020 para recortar costes, ya que ha conseguido reducirlos un 4,2%, lo que implica bajar del suelo de tener que gastar un euro para conseguir vender 100 euros de activo. En concreto, mover 100 euros de negocio le cuesta a la banca 94 céntimos.
Sin embargo, ese esfuerzo logrado en el recorte de los costes no luce en una mayor eficiencia en la gestión, por la sencilla razón de que al caer en mayor medida el margen bruto que los costes, a la banca le cuesta más generar ese margen. De este modo, la eficiencia ha empeorado más de 3 puntos en 2020, situándose en el 59% (cuesta 59 euros conseguir 100 de margen).
Desde 2007, la banca española sigue perdiendo eficiencia, en concreto 16 puntos. Y ello a pesar de haber cerrado más de la mitad de sus oficinas y aligerado sus plantillas. No obstante, como señala el Observatorio Orfin, la eficiencia de la banca española es muy superior a la media europea y a la de sus principales países como Alemania, Francia e Italia.
Desde 2007, la banca española sigue perdiendo eficiencia. Y ello a pesar de haber cerrado más de la mitad de sus oficinas y aligerado sus plantillas
Donde se ve con más claridad el impacto de la crisis del Covid-19 es en las provisiones realizadas, que hasta septiembre de 2020 suman casi 15.000 millones de euros, cifra que multiplica por 4,2 las de 2019. Es un brutal saneamiento que sitúa el resultado del ejercicio en pérdidas de 5.586 millones de euros. De las ganancias de 8.642 millones de 2019 a esas pérdidas de 2020, hay un recorrido de más de 14.000 millones de euros.
Para no aburrir más con más cifras, añado solo una adicional a modo de resumen: la rentabilidad financiera (de los recursos propios) ha pasado del 5,42% en los tres primeros trimestres de 2019 (6,34% para todo el año) al -3,5% en septiembre de 2020.
En este contexto, la pregunta del millón para la que no tengo respuesta porque no soy adivino es si las provisiones millonarias ya realizadas en 2019 serán suficientes para hacer frente a la segura subida de la tasa de morosidad, que aún no ha repuntado porque está bajo los efectos de la anestesia de las ayudas a empresas y familias (ERTE, prestaciones a autónomos, moratorias, etc.) que les permite seguir pagando sus deudas bancarias, y también por la relajación en la regulación bancaria, que evita tener que reclasificar activos hacia niveles de mayor riesgo, confiando que el shock del Covid sea transitorio.
La pregunta del millón es si las provisiones millonarias ya realizadas en 2019 serán suficientes para hacer frente a la subida de la morosidad
Dudo que alguien pueda tener respuesta a esa pregunta porque el inicio y la intensidad de la deseada recuperación depende de dos variables sobre las que hay mucha incertidumbre: el control del virus y la velocidad de la vacunación.
Lo que sí tengo muy claro es que dada la elevada incertidumbre sobre las dos variables no económicas que les acabo de mencionar, es necesario no solo seguir extendiendo en el tiempo las medidas ya implementadas, sino ir más allá con ayudas directas a las empresas.
La fase de los problemas de liquidez ya es historia del pasado, ya que estamos en otra dimensión mucho más preocupante como es la falta de recursos propios para hacer frente a las pérdidas de esta crisis.
Los recursos son escasos y esa inyección de capital debe dirigirse a aquellas empresas que volverán a ser rentables en la era post-Covid, lo que no es nada fácil de saber. Pero una parte importante de las que antes del inicio de la pandemia eran rentables y con una carga financiera llevadera, es razonable pensar que seguirán teniendo un negocio viable, por lo que habrá que ser generosos con ayudas en forma de capital.
Hace falta una labor quirúrgica fina utilizando de forma precisa el bisturí para separar las empresas viables de las que no lo serán, apoyada en un completo historial clínico de las empresas, que es el balance y la cuenta de resultados de antes de la pandemia y la regularidad con la que han hecho frente en el pasado a sus deudas.
En eso consiste precisamente lo que está haciendo de forma conjunta el Banco de España, las entidades financieras y el Gobierno, que son los que poseen toda la información del historial de las empresas. No hay que escatimar recursos en forma de capital (no deuda) si queremos que sobrevivan las empresas viables.
*** Joaquín Maudos es catedrático de economía de la Universidad de Valencia, director adjunto del Ivie y colaborador del CUNEF.