Hace unos días cuando los titulares de los “breaking news” rompían el silencio del departamento de primera hora de la mañana y acompañado de mi primer café de la jornada me llamó la atención un par de titulares que merecen una pequeña reflexión, aunque adelanto que ni una cosa ni otra tuvieron grandes consecuencias para el mercado ese día.
La primera de las noticias era la de una compañía de videoconferencias que, tras la publicación de unos resultados trimestrales mejor de lo esperado, hacía una advertencia sobre la generosísima evolución que esperan para el negocio en los próximos meses. A nadie se le escapa que ahora que “celebramos” un año de pandemia no son pocos los cambios que hemos visto en todos los ámbitos de nuestra vida personal y profesional y cómo hemos tenido que adaptarnos a distintas maneras de relacionarnos e interactuar en nuestros entornos de vida y de trabajo.
Así que el primero de los titulares no pilla a nadie por sorpresa cuando la compañía “que quiere seguir vendiendo su libro” anuncia estar preparada para el futuro creciente número de clientes que ha aumentado exponencialmente en estos últimos tiempos y que espera sean muchos más millones antes de finalizar este año.
Esto es sólo un ejemplo y no es extrapolable a todos los ámbitos de la vida, pero no cabe duda de que, a causa de la pandemia, hemos adelantado la adopción de tecnologías que estaban asomando a la vuelta de la esquina. Pero como la economía es economía, sigue importando además de cómo lo hagamos, cuánto consumimos, cuánto invertimos y cuánto compramos y vendemos más allá de nuestras fronteras.
Después de vivir en el segundo trimestre de 2020 un retroceso de la actividad sin precedentes, cerramos el año pasado con una caída del PIB más o menos entorno al 3,5% a nivel global aunque la cosa cambia mucho si hablamos de países desarrollados, emergentes, de Estados Unidos o de Europa.
Una vez que ha pasado lo peor el balance de los datos que hemos ido conociendo hasta ahora es en realidad bastante más positivo. Primero, porque el consumo y la inversion ya en el tercer y cuarto trimestre de 2020 han recuperado mucho de lo perdido y segundo porque los indicadores adelantados, los que anticipan como serán las cosas en el futuro siguen siendo buenos.
Hace unos pocos días se han publicado las primeras estimaciones de los PIB del cuarto trimestre de 2020 de EE.UU. y Alemania que, tras los avances que conocimos en enero, muestran ligeras mejoras. Muy ligeras es verdad, pero en la dirección adecuada y, sobre todo, acompañadas de esos indicadores de confianza del consumidor y empresarial que se sitúan en lo que llamamos zona de expansión. Lo primero y lo segundo son magníficas noticias. Lo de los precios no tanto…
Así que, con un año ya de la pandemia a las espaldas y con la primavera a la vuelta de la esquina, con una notabilísima mejora de las curvas de contagio en España y con dudas en la Europa continental, surgen no pocas dudas de cómo evolucionarán las cosas en el corto y medio plazo y cómo afectará el flujo de noticias a los mercados, teniendo en cuenta el “carrerón bursátil” que llevamos en estos meses.
Y es aquí donde engancho con el segundo titular que no era otro que declaraciones de miembros del Gobierno chino preocupados por la exuberancia de las bolsas, la valoración de muchas de sus propias compañías y que mencionaban, entre otras cosas, su preocupación ante el riesgo de que se estén formando burbujas por la liquidez que hay en el sistema.
Para medir las cosas más adecuadamente y con cierta perspectiva y no sólo por cómo han subido las bolsas en unos pocos días o semanas el panorama en renta variable es más que positivo. Echando un vistazo al pasado y comparando aciertos y fallos en estos doce últimos meses, basta decir que el que hubiera comprado algún fondo de bolsa que invierta globalmente acumula ya más o menos un 25% y aumenta más o menos hasta el 30% si se hubiera centrado sólo en el mundo emergente.
El que hubiera comprado algún fondo de bolsa que invierta globalmente acumula ya más o menos un 25%
Si la apuesta hubiera sido Estados Unidos frente Europa, gana por goleada la renta variable americana tanto si hablamos de índices generales como lo son el S&P500 o el EuroStoxx o si bajamos al detalle de pequeñas y grandes compañías donde el made in USA es claro vencedor. Si en lo que nos fijamos es Value o Growth la cosa ya va por barrios. Básicamente, en EE.UU. todo lo que implique crecimiento ha subido como la espuma en relación al Value mientras que en Europa las cosas han sido también “pro growth” pero todo ha sido menos intenso.
Estas subidas que vemos más o menos hace un año y casi coincidiendo con los mínimos del año pasado han continuado por las razones que hemos comentado en varias ocasiones y que tienen como epicentro los extraordinariamente bajos tipos de interés que mantienen los bancos centrales y, sin duda, las noticas sobre las vacunas y la evolución de los contagios. Y aquí es donde enlazo de nuevo con el segundo titular.
Como he mencionado antes, no tuvo demasiado impacto en el mercado pero resume bien una corriente de pensamiento que empieza a manifestar su preocupación por el vigor de las bolsas en paralelo a otro fenómeno que no veíamos hace muchos meses: inflación. Sin entrar en grandes consideraciones macro, que los precios van a subir a lo largo de los próximos meses es casi tan seguro como que el sol sale por el este, se debe a muchos factores pero sobre todo al aumento de los precios de las materias primas (que han rebotado mucho tras la caída) y a la liquidez que siguen mes a mes inyectando los principales bancos centrales.
Que los precios van a subir a lo largo de los próximos meses es casi tan seguro como que el sol sale por el este
La primera consecuencia de todo esto viene de la parte larga curva norteamericana que desde diciembre no ha dejado de subir y que también se ha trasladado al resto de las curvas soberanas por ese temor a la inflación. Además, en pocas semanas el mercado, que no esperaba que la Reserva Federal fuera a tocar los tipos en el corto plazo, ya está pensando que muy probablemente tengamos más o menos unas tres subidas de cuarto de punto. Esto no es un drama pero es un adelanto en el calendario que todo el mundo teníamos en la cabeza y eso, recuerden, afecta a todo.
Los tipos de referencia de los bancos centrales son “la mano que mece la cuna”. Así que por mucho que aquí Lagarde, y allí Powell intentan verbalmente enfriar un poco las cosas, lo cierto es que la renta fija va a seguir sufriendo.
Por un lado, los bonos del tesoro por el efecto de la curva que se agravará hasta que el mercado no empiece a descontar que la inflación no campa a sus anchas. Por otro, la deuda corporativa que, después del vaivén del año pasado, sigue pagando un diferencial históricamente bajo. Esto nos deja cada vez menos colchón para absorber repuntes en las tires. Suena complejo pero no lo es. Quédense con que la deuda paga poca rentabilidad y el riesgo es que caiga de precio.
Como siempre, uno no puede recomendar comprar esto o aquello sin sentarse con un cliente primero y escuchar sus preferencias, sus necesidades o su horizonte de inversión. Pero, sí puedo afirmar que, de momento, hay que seguir teniendo bolsa. Puede que algo menos de peso de lo que teníamos hace unas semanas si acumulamos ya plusvalías o sentimos algo de vértigo con las bolsas en estos precios, pero sí que tengo claro que también es hora de tener más España y Europa y algo menos de Estados Unidos de lo que teníamos antes.
¿Y renta fija? Claro que se puede tener. Pero de corto plazo o flotantes o de sectores que tengamos claro que se van a beneficiar de ese repunte de las curvas, como lo es el financiero ya que lo más seguro será que las tires no dejen de subir y eso es reflejo de más crecimiento, pero, en el contexto actual, de más inflación esperada.
*** Álvaro Galiñanes es director de Inversiones Santander Private Banking Gestión.