"Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí". Y cuando España despertó de la crisis financiera iniciada en 2008, la Sareb, el dinosaurio apalancado, todavía seguía aquí, como en el cuento de Monterroso. Se atribuye a Arquímedes la famosa frase de "dadme un punto de apoyo y moveré el Mundo". El sabio griego fue el primero en formular matemáticamente el principio de la palanca.
En el mundo financiero, se habla de apalancamiento cuando una empresa se endeuda. Esto permite a los accionistas, si el beneficio es suficiente, obtener una elevada rentabilidad por cada euro invertido. Sin embargo, si no hay punto de apoyo, si la palanca se rompe, las consecuencias pueden ser desastrosas.
Esto ha ocurrido en la economía española en los años de la anterior crisis. Se habla de un exceso de apalancamiento de las empresas no sólo en los análisis académicos o periodísticos, sino incluso en las justificaciones (exposiciones de motivos) de las leyes. De hecho, no sólo en España, sino a nivel internacional, se está exigiendo un mayor capital a los bancos.
El negocio bancario es, por esencia, apalancado: consiste en captar dinero del público para prestarlo a empresas y particulares. En principio, un banco debe lo que presta, y sólo tiene una fracción de dinero de los accionistas que es lo que se denomina coeficiente de recursos propios. Si los clientes resultan insolventes, no sólo los accionistas perderán sus ahorros.
Bien, para solventar el problema del exceso de apalancamiento, se ha creado el dinosaurio más apalancado de la historia: la Sareb o 'banco malo'. La Sareb tiene un capital del 2% de sus activos. Esto quiere decir, que de cada 50 Euros de activos que tiene la sociedad, uno lo han puesto sus accionistas.
Para solventar el problema del exceso de apalancamiento, se ha creado el dinosaurio más apalancado de la historia: la Sareb o 'banco malo'
De este capital, un 45% es del Estado a través del FROB. Esto significa que, según las reglas europeas de contabilidad, SEC, Sareb no pertenece al sector público. Además, Sareb tiene deuda subordinada, que supone un 6% de sus activos, que también está distribuida en un 45% del Estado y un 55% del Sector Privado. Si no hay beneficios, esta deuda no devengará intereses.
Lo que sí devengará intereses es el 92% restante de deuda senior íntegramente avalada por el Estado. Esto no se considera deuda pública, porque el Estado se limita a avalar la deuda de una entidad formalmente privada. Con independencia de lo que digan las normas europeas, ¿qué pasa si hay pérdidas?
Las primeras pérdidas las soportarán los accionistas, 45% Estado, a continuación, los acreedores subordinados deberán transformar la deuda en capital para que la sociedad no tenga que aumentar capital o liquidarse. Si esto no es suficiente, los acreedores senior, no perderán nada, porque cuentan con la garantía del Estado.
En consecuencia, si las cosas van realmente mal, el contribuyente español tendrá que poner el 45% de las primeras pérdidas, capital y deuda subordinada, y el 92% de las siguientes. Aunque nadie le haya informado, usted, amable lector está corriendo con un 94,5% del riesgo de Sareb . Si las pérdidas sobrepasan un mínimo umbral, el 94,5% irán a déficit público.” (Crónicas del dinosaurio apalancado, 13-07-2013, El precio de la Civilización, Vozpópuli).
Todo esto está escrito y publicado en mi antiguo blog hace casi ocho años, en 2013. Incluso le pregunté a los presidentes del FROB y de la propia Sareb en el Congreso de los Diputados sobre las pérdidas que íbamos a tener que asumir los contribuyentes… En fin, como en otras ocasiones, y no sólo como economista, me hubiese gustado estar equivocado. Y cuando nos despertamos de una pesadilla, para ver que, quizás estamos en otra peor, el dinosaurio apalancado, la Sareb, seguía estando allí. Eso sí, ahora ya formalmente todos debemos 35.000 millones de euros más.
La primera presidenta de la Sareb , Belén Romana, definía al 'banco malo' español en una frase muy conocida, "la Sareb ni es un banco ni es malo". Sin embargo, la realidad se acaba imponiendo y hace unos días trascendió que Eurostat, el organismo europeo de cuentas y estadística, reclasificaba la deuda de la Sareb como deuda pública del Reino de España. Esto significa que la deuda pública en España crecerá en contabilidad nacional, de un día para otro, en más de 3 puntos de PIB. De alguna forma, esto no llega precisamente en un buen momento, pero no es más que el reconocimiento de la realidad.
La realidad es que Sareb debía al cierre de 2019 más de 35.000 millones de euros que contaban con garantía del Estado. Pero al mismo tiempo, la Sareb tenía unos fondos propios negativos de 7.500 millones de euros.
Ahora ya formalmente todos debemos 35.000 millones de euros más
Si usted ha avalado a alguien insolvente, entonces la deuda es como si la tuviese propiamente usted. Por otra parte, el Estado tiene un 45% del capital de Sareb , pero, de acuerdo con el Real Decreto 1559/2012, "en ningún caso la participación pública podrá ser igual o superior al cincuenta por ciento del capital de la sociedad. Se entenderá por participación pública el conjunto de las participaciones directas o indirectas que ostenten las unidades institucionales públicas, tal y como se definen en el Sistema Europeo de Cuentas Nacionales".
La prohibición del Real Decreto es un ejemplo perfecto de poner puertas al campo. Si los accionistas pierden todo su capital, préstamos participativos… es decir todo lo aportado y lo que se han comprometido a aportar, ¿qué solución hay? Pues hay dos soluciones, liquidar la sociedad o ampliar capital. Y como los accionistas privados ya no van a poner más dinero, la pérdida, en cualquier caso, será de los que han garantizado los 35.000 millones de euros, los contribuyentes.
Eso sí, la pérdida no será de 35.000 millones de euros porque el activo de la SAREB, créditos con garantía hipotecaria e inmuebles no valen cero. Pero no sigamos engañándonos a nosotros mismos, estos activos tampoco valen 35.000 millones de euros. Si no, la Sareb no hubiese tenido, un año detrás de otro, pérdidas operativas. Y todo esto sin contar, ni el derivado que firmó hace unos años, que ha originado miles de millones de pérdidas financieras, ni tampoco el efecto, no precisamente positivo de la pandemia de la Covid-19 sobre el mercado inmobiliario.
El reconocimiento de la realidad de un mayor endeudamiento público no llega en un buen momento, ni es, lógicamente, una buena noticia. Pero deberíamos aprender dos lecciones a aplicar en la gestión de esta crisis.
En primer lugar, que hay que afrontar los problemas desde el principio, aunque parezca más caro. Si España se hubiese enfrentado a la crisis bancaria antes, la factura hubiera sido más cara en un primer momento, pero ahora no tendríamos estas "sorpresas", que son mucho más gravosas y que siempre aparecen en el peor momento. En segundo lugar, que no existe veneno intelectual más letal que las mentiras que nos contamos a nosotros mismos.
*** Francisco de la Torre Díaz es economista, inspector de Hacienda y ex diputado en el Congreso.