Tapados por el ruido político es posible que no se preste suficiente atención a los asuntos económicos. La salida por la puesta de atrás del Gobierno del vicepresidente Iglesias ha enfocado la atención sobre el mismo y la pelea en la Comunidad Autónoma de Madrid.
No hay que engañarse. Iglesias ha hecho lo que cualquier persona inteligente: salirse antes de que te echen. Su carrera política depende de los resultados de las elecciones del 4-M. Si no logra un Gobierno de izquierdas ya puede ir pensando en volver al Campus de Somosaguas de la Universidad. De hecho, su facultad está más cerca de su chalet de Galapagar que la Puerta del Sol o el parlamento de Vallecas.
Mientras tanto, ha dejado algunos de sus proyectos en el Gobierno de España por concluir. Ha dicho que no se querría ir sin dejar definitivamente acabada la Ley de Vivienda en la que pretende proteger tanto al inquilino y al okupa que acabaría por liquidar el mercado de alquiler para las clases populares obligadas a hipotecarse de manera asfixiante, como hizo el franquismo (los extremos se tocan).
Entre las cosas que deja inconclusas, una es el acose y derribo de la Reforma Laboral de 2012 (RL12). Una norma que ayudó a crear medio millón de puestos de trabajo anuales en la recuperación que vino después de la crisis financiera de 2008 (con Rajoy de presidente).
Una reforma laboral que ha servido para aplicar los ERTEs, mecanismo básico de protección del trabajador durante esta pandemia. Una reforma laboral que permitió mejorar la competitividad española a nivel internacional liberando a las empresas de la obligación de seguir los convenios sectoriales para mejorar su productividad en un acuerdo entre la dirección y los sindicatos en cada compañía.
El mercado laboral español destruye mucho empleo en las crisis. Lo estamos viendo. En estos momentos hay 5,5 millones de desempleados entre registrados en el SEPE (4 millones), apuntados en los ERTEs (900.000) y autónomos en cese de actividad (600.000). Con la reforma laboral de 2012 al menos se demostró que se podía crear trabajo de manera rápida en las recuperaciones posteriores.
Por tanto, ahora que se espera una recuperación, es una insensatez tocar la reforma laboral. Sólo habría un camino razonable para hacerlo y es el contrario del que intentan forzar los sindicatos. Estos pretenden volver a la preponderancia de los convenios sectoriales y la ultraactividad. Un error de libro. Es impedir adecuar la estructura laboral a la estrategia empresarial.
Ahora que se espera una recuperación, es una insensatez tocar la reforma laboral. Sólo habría un camino razonable para hacerlo y es el contrario del que intentan forzar los sindicatos
Ese mercado laboral, además, tiene un problema de precariedad por la preponderancia de los contratos temporales. Es un mercado dual porque los contratados a tiempo completo están más protegidos, con indemnizaciones más altas que los contratados temporalmente. Por eso el empleador prefiere la modalidad temporal. Para evitarlo habría que igualar las indemnizaciones de unos y otros, bajando la de los contratos indefinidos y subiendo la de los temporales. Pero esta medida no la quieren los sindicatos.
Por todo ello, empeñarse en entrar en la negociación de la reforma laboral en estos momentos, a la espera de una tímida recuperación veraniega, es una insensatez, sólo propia de ideologías trasnochadas.
La ministra de Trabajo, probable nueva vicepresidenta tercera, ha sentado en la mesa a los interlocutores sociales para reanudar las negociaciones. Los sindicatos amenazan con huelgas en caso contrario. CEOE y Cepyme se sientan para que no les tachen de "fachas", pero si ceden en lo fundamental harán un mal favor tanto a la empresa como a los trabajadores que no saldrán del paro.
Más valiera arreglar los problemas del SEPE, empezando por los informáticos, que al paso que va se colapsará aún más de lo que está. Más gestión y menos propaganda. Algunos ensalzan a Yolanda Díaz porque parece dialogante. Pero, como pasa siempre que los comunistas llegan al poder (milita en el PCE), las cosas empiezan a dejar de funcionar y la pandemia ya no sirve de excusa.
Menos mesas de negociación y más arremangarse y conseguir que la Administración que depende de su Ministerio cumpla su cometido. Este mes hay que pagar las prestaciones del paro, los ERTEs, las subvenciones y ayudar a colocar a los 5,5 millones de desempleados y crear empleo. Lo demás es propaganda de la mala.
*** J. R. Pin es profesor del IESE.