Los comicios del próximo 4 de mayo en la Comunidad de Madrid (CAM) van a suponer en el plano socio-económico la confrontación entre dos modelos: el capitalismo democrático versus el colectivismo.
A estas alturas del siglo XXI, se plantea una elección decisiva entre un sistema de organización social basado en un sector público con un gasto y una fiscalidad moderadas, garante de la propiedad privada y de la cooperación voluntaria entre los individuos y otro cuyo objetivo es un control creciente de la economía por el Gobierno. Por desgracia, esta distinción no es exagerada ni simplificadora, sino la manifestación de una dramática realidad.
Con sus defectos y con sus virtudes, con sus aciertos y errores, la CAM representa el éxito de un orden económico articulado alrededor de la libertad. Esto ha permitido crear un clima atractivo para el desarrollo de actividades productivas; ha hecho posible crecer, generar empleo, impulsar la inversión doméstica, atraer la exterior e impulsar un incremento espectacular del PIB per cápita que se sitúa por encima del promedio de la UE.
Por añadidura, en términos comparados, Madrid es junto a Navarra y el País Vasco, la única autonomía española que se sitúa por encima de la media europea en el Índice de Competitividad Regional elaborado por la Comisión Europea.
Esta situación no es producto de la casualidad ni un fenómeno coyuntural, sino el efecto acumulado de casi tres décadas de apuesta por una economía libre y abierta. La manida tesis según la cual el éxito de Madrid es consecuencia de ser la capital de España no es sostenible. No existe una relación de causalidad entre capitalidad política y económica. Así lo refleja la evidencia disponible: Ottawa versus Toronto en Canadá; Roma versus Milán en Italia; Washington frente a Nueva York, en EE. UU., Berlín versus Hamburgo o Múnich en Alemania…los ejemplos podrían ampliarse mucho más... Al final, la evolución de una economía depende de dos factores: la existencia de instituciones favorecedoras de la actividad productiva y de políticas económicas que refuerzan aquellas.
Freno económico
En este contexto, un cambio de Gobierno en la CAM no sería baladí. Si bien la sustitución del actual Gabinete por uno de corte socialdemócrata convencional frenaría el dinamismo de la economía y de la sociedad madrileñas, la entrada de una coalición Frankenstein supondría un auténtico retroceso.
En la práctica se trataría de introducir las mismas recetas que definen la estrategia del Gobierno social-podemita a escala nacional -más gasto, más impuestos, más regulaciones-, pero agudizadas por la presencia de un mayor equilibrio de fuerzas entre un PSOE que no guarda relación alguna con la socialdemocracia del pasado y la extrema izquierda. Esto supondría un giro drástico en las políticas que han hecho de Madrid el motor del crecimiento económico nacional y han desencadenado un aumento sostenido de la prosperidad de los madrileños.
Por otra parte, para buscar un monumento al ideal de la izquierda madrileña no hay que mirar muy lejos. Su proyecto económico brilla en todo su esplendor en Barcelona. Los homólogos de los partidos izquierdistas de la CAM han convertido la Ciudad Condal en una metrópoli irreconocible, inmersa en una pendiente de decadencia y declive que será muy difícil invertir. Esta situación no es fruto de la mala fortuna ni de enemigo exterior alguno, sino que es el resultado de una estrategia consistente empeñada en dinamitar los fundamentos sobre los que se asienta la prosperidad y una constatación de la posibilidad de alcanzar con una alta calificación ese objetivo.
La CAM representa hoy un islote de libertad en la marea colectivista que azota España y un ejemplo de que es posible y necesario un proyecto económico diferente al de este Gobierno. De ahí, la decisiva importancia de los comicios de mayo. La entrada de Iglesias en la contienda con un lenguaje propio de los años 30 del siglo pasado contribuye a clarificar el panorama y a visualizar en toda su magnitud lo que está en juego.
La dicotomía planteada por la presidenta de la CAM entre “comunismo y libertad” no es una manifestación extrema ni una concesión a la demagogia, sino la consecuencia inevitable de la dialéctica y de la alternativa planteada por el líder de Unidas Podemos: un sistema socio-económico no equiparable al existente en cualquier democracia occidental. Es vital tener esto en cuenta cuando se pretende relativizar la relevancia de la cita electoral.