España tras la Pandemia: más productividad o menores sueldos
La riqueza de las naciones es el trabajo de sus habitantes. Probablemente, no haya una prueba más sólida de la tesis central de La riqueza de las naciones de Adam Smith que el demoledor efecto económico de la pandemia. Cuando las restricciones han impedido trabajar, la economía ha sufrido el mayor derrumbe que se recuerda en tiempos de paz. Y esto, ha pasado en España, pero también en el resto del mundo.
La caída del Producto Interior Bruto (PIB) es lo que primero que destaca cuando se echa un vistazo a las estadísticas. Esto ha tenido un primer reflejo en los datos de déficit y deuda pública. De hecho, estos indicadores reflejan la pandemia de una forma incluso más acusada que el PIB. Esto se debe a que, en primer lugar, se ha caído la recaudación de impuestos. Obviamente, si disminuyen los salarios, los beneficios empresariales, las ventas de las empresas… todo esto se refleja en la recaudación de los correspondientes impuestos.
Eso sí, frente a una caída del PIB cifrada en el 11% en el avance del INE, parece que la recaudación fiscal sólo ha caído alrededor de un 9% hasta noviembre (un 8,1% en tasa homogénea), según los últimos datos disponibles (noviembre de 2020). Todo esto podía haber sido peor, y habla, en una situación infernal, bastante bien de la conciencia fiscal de los españoles y del trabajo de la Agencia Tributaria.
Por otra parte, el gasto público tanto en Sanidad, como, sobre todo, en ayudas a empleados y empresas, como prestaciones por desempleo o salarios por Expedientes de Regulación Temporal de Empleo (los famosos ERTES) también aumentaron. El resultado de ingresos y gastos es, como no podía ser de otra forma, un incremento sustancial del déficit público. Esto supone, por definición, más deuda pública.
A esto también tenemos que añadir, factores extraordinarios, como que este año Eurostat compute como deuda pública, una parte no contemplada del rescate de las cajas de ahorro de la crisis anterior: la deuda de la Sareb, nuestro dinosaurio apalancado que comentábamos en nuestro anterior artículo.
Pero el factor más importante en el incremento relativo, tanto del déficit como de la deuda pública, fue la propia caída de la actividad económica. Como ambas magnitudes se expresan con relación al PIB, las principales magnitudes fiscales, deuda y déficit, se han deteriorado automáticamente. Esto tiene algunas implicaciones relevantes. Por una parte, que para sostener la deuda bastaría con reducir el déficit que generamos todos los años, es decir el déficit estructural, y que, por encima de todo, lo que hay que hacer es recuperar el crecimiento económico, compensando la caída de la Covid.
Buena parte de nuestros problemas, en consecuencia, se concentran en recuperar el crecimiento económico. Por otra parte, la única forma duradera de crear empleo se basa, a su vez, en el crecimiento económico.
Tengamos en cuenta que, para compensar la enorme factura de la pandemia, tenemos que conseguir que el crecimiento económico se prolongue en el tiempo. Por todo esto, un punto clave en la recuperación económica es que sea duradera, o dicho en otros términos, resiliente. Y para que esto sea así, en el origen no debería haber desequilibrios macroeconómicos o habrá que corregirlos para que el crecimiento se pueda mantener en el tiempo.
Un punto clave en la recuperación económica es que sea duradera, o dicho en otros términos, resiliente
Lo primero que habría que recordar es que la anterior crisis de 2008 se inició con un fortísimo desequilibrio del sector exterior. En 2007, España tenía el déficit por cuenta corriente más elevado del mundo en términos relativos, y el segundo en términos absolutos después de Estados Unidos. Esto significaba que España, como economía, estaba viendo de prestado del resto del mundo. El crecimiento no se reinició hasta que en 2013-2014 recuperamos la competitividad, las exportaciones y en consecuencia pudimos empezar a devolver nuestra deuda externa.
Sin embargo, en un dato que ha pasado bastante desapercibido, en enero el Banco de España informaba que el superávit por cuenta corriente de la economía española había caído un 70% en 2020, pasado de 26.600 millones de euros en 2019 a sólo 8.000 millones el pasado año. Detrás de esta brutal caída está el desastroso año turístico originado por la pandemia.
Esto debía haberse compensado en parte por la reducción de la factura energética. Sin embargo, el precio del petróleo, y correlativamente del gas, están volviendo a repuntar. En el momento de escribir estas líneas, el barril de Brent ya se paga a 62 dólares, un precio superior al de antes de la pandemia. No parece previsible que el precio se reduzca con la recuperación de la economía mundial. Precisamente el factor principal que ha hecho bajar ligeramente el precio del petróleo es, según los analistas, las dudas en la recuperación mundial.
¿Está perdiendo competitividad la economía española? A tenor de estos datos parece que sí. Además, la productividad en España está cayendo, mientras aumentan los costes laborales por unidad producida. Es muy complicado ser competitivo si el coste laboral unitario se incrementa un 6,1% en 2020 y, al mismo tiempo, la productividad por hora trabajada cae un 2,9%.
La productividad en España está cayendo, mientras aumentan los costes laborales por unidad producida
Algunos de estos problemas se irán con la pandemia, pero otros no. Por supuesto, acelerar la campaña de vacunación es una cuestión decisiva. Por supuesto, en esta cuestión el tiempo no sólo es oro, oro fundamentalmente turístico, sino que es vida. El beneficio de poder reabrir antes la economía, y sobre todo de salvar miles de vidas, merece la pena en cuanto a esfuerzo, e incluso en cuanto precio de las vacunas. Pero, el día después amaneceremos con un tejido productivo más debilitado y más endeudados.
Y para hacer sostenible esta deuda, es prioritario volver a crecer. Pero el precio del crecimiento de los últimos años fue, entre otros sacrificios, una devaluación salarial. Si ahora no somos capaces de emplear los fondos europeos en hacer más productiva y competitiva la economía, el horizonte no es muy distinto.
En cualquier caso, todos deberíamos ser conscientes de que tras la terrible pesadilla de la pandemia del coronavirus no queda precisamente un camino de rosas para recuperar, simplemente recuperar, la situación económica y social que teníamos antes de la pandemia.
Así se ve el panorama cuando hay luces al final del túnel, lo que tenemos por delante si no es un camino de espinas, por lo menos es una cuesta. La solución no es sencilla, y desde luego, la inestabilidad política y el populismo no son precisamente una ayuda. Pero esa es otra historia y debe ser contada en otra ocasión.
*** Francisco de la Torre Díaz es economista, inspector de Hacienda y exdiputado en el Congreso.