El sistema público de salud ha afrontado aguas procelosas durante este año de pandemia y se encuentra tocado, dañado, exhausto, pero no hundido. El papel de la sanidad privada en este tiempo ha sido de sólido y leal aliado, de salvaguarda estratégica en la crisis de salud pública, de fiel escudero como sostén de las necesidades de coyuntura que han venido acaeciendo en las distintas olas.
Nadie duda -mejor dicho, nadie debería dudar aunque somos conscientes de las lecturas identitarias existentes- de una evidencia que ha puesto de relieve la crisis hasta la fecha: el ejercicio de cooperación público-privada -aunque esto tiene evoluciones territoriales bien diferenciadas- ha devenido en la mayor demostración de colaboración entre las dos caras del Sistema Nacional de Salud desde su nacimiento con la Ley General de Sanidad de 1986.
Trabajar juntos y más intensamente que nunca ha permitido constatar otra evidencia añadida: la eficacia demostrada debe alentar confianza en el modelo colaborativo y una perspectiva de alianza sin la cual no es posible contemplar el estado de la sanidad española. Somos complementarios, no sustitutivos.
Trabajar juntos y más intensamente que nunca ha permitido constatar que la evidencia demostrada debe alentar confianza en el modelo colaborativo
La sanidad privada atiende a uno de cada cuatro españoles, que en uso de su libertad de decisión deciden depositar su salud en nuestras manos. Esos 12 millones de personas, según datos de 2020, representan el 37% de las intervenciones quirúrgicas, el 30% de las urgencias, el 26% de las consultas del sector hospitalario y el 44% de las resonancias magnéticas.
Como se ve con facilidad, son volúmenes todos por encima de la cuota que representa la sanidad privada respecto al porcentaje de españoles que atiende. Esto implica altos niveles de calidad asistencial, pero no supone lo que algunos quieren ver cada vez con más intensidad como arma arrojadiza: vasos comunicantes en los que el concepto imperante de que nuestra mejora tiene el contrapunto del empeoramiento de la pública, o de que el empeoramiento de la pública nos beneficia. A nadie beneficia un deficiente sistema nacional de salud.
La complementariedad de la sanidad pública y la privada es una herramienta clave de gestión del sistema. Y está en manos de los responsables políticos favorecer, sin titubeos ni consignas de sesgo ideológico, la resolución de los problemas de gobernanza, operatividad eficiente y recursos financieros imprescindibles para integrar ambas en pro de la calidad asistencial de los ciudadanos.
La cooperación surge aquí como alternativa altamente eficaz para hacer frente tanto a situaciones de incremento de demandas puntuales, como de colapso sanitario, como en esta pandemia.
La cooperación surge como alternativa altamente eficaz para hacer frente tanto a situaciones de incremento de demandas puntuales, como de colapso sanitario, como en esta pandemia
¿Qué ha sucedido durante este año? Nuestro sector empresarial se ha visto intensamente impactado por la gestión de la crisis desde ángulos diversos y también por las decisiones de gobernanza sanitaria del mando único (y sus competentes autonómicos), algunas de marcado carácter erróneo a nuestro entender.
Hemos atendido al 25% de los afectados por la Covid-19. La presión asistencial sufrida ha sido sin precedentes en algunos territorios como Madrid y Barcelona, pero otros hospitales y clínicas privadas estaban llenos de personal sanitario y vacíos de pacientes como consecuencia de la intervención del estado de alarma y la desprogramación subsiguiente. Había alternativas más eficientes como, por ejemplo, establecer a la sanidad privada como un circuito paralelo libre de Covid.
Hoy se viven intensamente las consecuencias en el sistema sanitario público de la desprogramación de una amplia diversidad de patologías en su seguimiento y control, y que la posterior reprogramación de la actividad asistencial, con suspensiones sucesivas al hilo de las distintas olas del coronavirus, ha traído una inevitable ralentización, ocasionando una grave situación de listas de espera quirúrgicas y de pruebas diagnósticas.
En general, las debilidades previas estructurales que presentaba el sistema sanitario en España se han constatado y acentuado en esta crisis. Una de ellas ha sido la escasez de personal para atender en condiciones de calidad asistencial las necesidades sanitarias, tanto en medicina como en enfermería. Hemos defendido, a este respecto, posibilitar la compatibilidad absoluta para ejercer la profesión sanitaria entre los sectores público y privado y también el refuerzo del sistema MIR con más plazas, donde la sanidad privada pueda aportar un enorme valor a través de sus hospitales universitarios, algo que ahora es prácticamente testimonial.
Hemos defendido posibilitar la compatibilidad absoluta para ejercer la profesión sanitaria entre los sectores público y privado y también el refuerzo del sistema MIR con más plazas
Hemos planteado ante distintos interlocutores políticos y de gestión sanitaria algunas medidas que entendemos son lecciones que nos deja la pandemia. Los modelos de medidas no diferenciadas por territorios en función de su situación se han visto ineficaces.
Por otro lado, debe producirse una correlación de servicio directa en la atención y seguimiento médico entre los centros sanitarios privados y las residencias de mayores. Además, es oportuno establecer la obligatoriedad de las mutuas de seguros laborales de cubrir los exámenes y pruebas necesarias para la reincorporación de los profesionales afectos por la Covid-19.
Asimismo, entendemos la necesidad de revisar y precisar con claridad la consideración de centros sanitarios no esenciales que permitan establecer en circunstancias parejas medidas de reorganización laboral, que no se pudieron tomar durante la primera ola y que ha derivado en la pérdida de aproximadamente 3.000 pequeños centros sin internamiento.
Cuando se cumple un año del inicio oficial de esta pandemia, reforzar la colaboración público-privada en el Sistema Nacional de Salud es la única vía para dotarlo de flexibilidad y hacerlo sostenible. Por el contrario, tratar de anteponer la ideología frente al servicio a la sociedad es trazar un solo camino válido que pone en entredicho algo irrenunciable: la libertad de elección de los ciudadanos.
***Carlos Rus es presidente de la Alianza de la Sanidad Privada Española (ASPE).