Durante una semana tan atiborrada de acontecimientos políticos y económicos, ha pasado desapercibido que la cotización del euro llegó a 1,17 dólares. El pasado día de Reyes, por ese mismo euro, se conseguía seis céntimos más: 1,23 dólares. El euro se ha depreciado, por tanto, casi un 5% y ha llegado a la primera estación de paso que habíamos mencionado aquí alguna vez.
¿A qué se debe esa depreciación en apenas tres meses? Cuando se buscan las causas en las relaciones económicas y en los mercados financieros, casi todo es un “hablar por hablar”, dado que no hay un laboratorio que pueda validar o refutar las interpretaciones. Incluso cuando las conexiones que se establecen son razonables y evidentes, las sorpresas desagradables pueden ser mayúsculas.
En los mercados, pues, el laboratorio es “calvinista”: solo el éxito valida los pronósticos. En los procesos electorales sucede exactamente lo mismo.
Para hacer el pronóstico de qué le va a suceder a la cotización del euro frente al dólar en los próximos meses hay que recurrir, como tantas veces, a la historia (en este caso, bastante reciente).
En los años 2018 y 2019, el euro también se depreció, pasando de 1,25 a 1,08 dólares por euro. Durante ese período de casi dos años, se produjo la coincidencia de que la rentabilidad de la deuda pública de EEUU superaba en más de un 2% a la rentabilidad de la deuda pública alemana. El atractivo de tener en la cartera de inversión dólares en vez de euros era evidente, por esa mayor rentabilidad.
Además, se producía otro fenómeno en aquellos dos años y es que, mientras que la Reserva Federal (el banco central de EEUU) había retirado ya buena parte de los estímulos monetarios que aplicó a su economía tras la crisis financiera de 2008-2009, el Banco Central Europeo (que iba, como mínimo, con cuatro años de retraso en la aplicación de esos estímulos) seguía inyectando cantidades enormes de dinero al sistema financiero. Esa necesidad de seguir aplicando estímulos todavía en 2018 daba idea de la debilidad que aún se percibía en la economía de la eurozona y era el reverso del argumento anterior: por ser una economía que estaba más débil, los tipos de interés serían más bajos en Alemania y el resto de países europeos de lo que lo eran, y seguirían siendo, en EEUU.
Tanto la tendencia a la depreciación adicional del euro como la victoria electoral de Ayuso parecen cosa cantada
De nuevo se llegaba a la misma conclusión: el dólar tenía más atractivo que el euro como moneda en la que invertir. Además, un inversor cuya moneda base fuera el euro conseguía de ese modo el mejor de los mundos: un 2% más de rentabilidad por comprar deuda pública de EEUU a diez años y, además, la revalorización correspondiente del dólar, a la que él mismo estaría contribuyendo con esa inversión.
Pues bien, tras pasar casi todo el año 2020 con un euro fuerte, “ya vuelve el trovador donde solía”: esta vez la depreciación del euro se inició al comenzar 2021 y en un momento en el que el exceso de rentabilidad de la deuda pública de EEUU sobre la de Alemania era de 1,50%. Durante el primer trimestre de 2021, ese exceso ha subido hasta el 2%. Por la experiencia de 2018-2019, si la diferencia de rentabilidades se mantuviera ahí o se hiciera más elevada, casi parece garantizado que la cotización del euro continuaría bajando.
Pero, ¿se mantendrá o aumentará esa diferencia entre los tipos de interés a los dos lados del Atlántico? Lo más probable es que sí: la economía de la zona euro parece que ha estado durante el primer trimestre en recesión (-0,4% según el BCE) mientras que la de EEUU estaría creciendo al 1,15% según la Reserva Federal de Atlanta. De ser así, los tipos de interés en EEUU seguirán siendo bastante más altos que en Europa.
¿Dónde estará el euro frente al dólar el 4 de mayo, día de las próximas elecciones? La inercia actual debería llevarlo hasta 1,15, aunque la indecisión de los consumidores USA (atesorando en lugar de consumiendo) y los nervios algo más calmados de quienes temen una inflación desbocada podría producir un estancamiento o, incluso, retroceso pasajero que le sería favorable (hay que recordar que veníamos diciendo que el euro estaría en una situación “fuertemente-débil”: fuerte por su ciclo histórico, pero sin suficiente impulso como para superar con decisión su nivel más alto de 2018).
Los pronósticos en los mercados tienen mucho en común con los pronósticos electorales: se puede acertar con malos argumentos y equivocarse con argumentos buenos. Como en las elecciones, según lo dicho, el laboratorio es calvinista: solo el éxito valida el método utilizado para predecir. Aunque ese método no sea garantía de nada para la siguiente ocasión.
Por ahora, tanto la tendencia a la depreciación adicional del euro como la victoria electoral de Ayuso parecen cosa cantada porque, tanto ella como el dólar, lo tienen todo a favor: el dólar por los motivos expuestos (y la incapacidad de la zona euro para moverse más ágilmente) y la presidenta en funciones madrileña por la impaciencia de quienes se le oponen que, o bien se le enfrentan con lemas sindicales en una batalla que es política, o bien confunden la pelea por la primacía política nacional entre Pedro Sánchez y el PP con la evaluación de la gestión regional, elevando de esa manera, como ya hemos dicho muchas veces, a una Ayuso que era una perfecta desconocida hace un año a líder nacional y jefa de facto de la oposición, mientras se quejan de que tiene un “aciago demiurgo” detrás.
Con esas estrategias equivocadas, le están sirviendo las elecciones en bandeja. Pero no hay que olvidar que, del revuelto de ajetes de unas elecciones (o del correspondiente a los mercados de cambio), se puede esperar cualquier cosa.