El balance de la pandemia en febrero parecía, a nivel global, prometedor. Tal y como refleja el gráfico 1 la evolución de los datos diarios de nuevos casos de Covid en el conjunto del mundo había alcanzado un máximo en enero de 2021 y, a partir de ahí, iniciaba una tendencia decreciente que se esperaba irreversible, a medida que la pandemia iba perdiendo fuerza en muchas áreas del mundo.
Es curioso que, cuando escogemos el mundo como referencia geográfica y, al contrario de cuando consideramos cualquier país por separado, no aparecían sucesivas olas, sino una “única ola mundial”. Una ola siempre creciente, aunque con diferentes ritmos, que se aceleraba fuertemente en otoño, y que en enero llegaba a su pico.
Las medidas de control en buena parte de los países, la aparición de las vacunas y una cierta inmunidad de rebaño, prometían que lo peor de la pandemia había quedado atrás. El gráfico 1 muestra cómo esos deseos se han visto frustrados por el traspié de la pandemia en marzo.
El traspié de la pandemia
En efecto, el 20 de febrero de 2021 el mundo alcanzaba el mínimo de 358.000 casos diarios, una cifra que no se registraba desde el 18 de octubre del año anterior. Y una cifra que, desde el máximo de casos alcanzado el 11 de enero, casi 740.000, había descendido de forma continua.
Como suele ocurrir en estos casos, las cifras diarias de la pandemia empezaron a finales de febrero a mostrar una “oscilación horizontal”, sin una tendencia clara. Pero a primeros de marzo la curva mundial giró y volvió a hacerse claramente creciente, volviendo a los 600.000 casos diarios y terminando con el espejismo de la “única curva mundial”.
Para entender las causas de este repunte global, sorprendente y preocupante, hay que hacer un desglose por países o áreas geográficas, algo que recogemos en la Tabla 1. Como suele ser habitual, señalo en color verde los países o regiones que han mejorado sus datos en el mes en cuestión y, en rojo, los que los han empeorado con respecto al mes anterior.
Lo primero que llama la atención de la tabla es que, al contrario que en febrero, en marzo domina el color rojo en prácticamente todas partes. El mundo, que había descendido desde los casi 20 millones de casos en enero a algo más de 11 millones en febrero, casi la mitad, vuelve a aumentar hasta cerca de los 15 millones de nuevos casos en marzo. Una de las regiones que explica esta evolución es Europa. Cuando excluimos Rusia y Turquía de nuestro continente, el número de casos, que había descendido desde los 6,3 millones a los 3,5 millones en febrero, vuelve a subir en marzo hasta acercarse a los 5 millones.
Pero Europa no ha sido, ni mucho menos, una región homogénea este mes. Tanto la Peninsula Ibérica como el Reino Unido han continuado mejorando en marzo. El caso de España y Portugal se explica por su salida de una tercera ola que ha sido terrible, tanto en términos sanitarios como económicos. En ambos países se batieron récords en enero, se mejoró bastante en febrero, pero con niveles extraordinariamente altos. Las medidas de contención en ambos países han tenido su resultado positivo.
En el Reino Unido, pese a ser el origen de la variante británica, tanto el proceso de vacunación al que luego me referiré, como las medidas de confinamiento estricto, han reducido notablemente la incidencia de la pandemia. Los 1,3 millones de casos en enero los recortaron a una tercera parte, en febrero y al 50% en marzo.
En el lado malo de la Tabla destaca Francia, que ha alcanzado en marzo su récord en la pandemia, cerca de 900.000 casos en un solo mes. También ha empeorado significativamente Italia, no sólo con respecto a febrero, sino incluso también con enero. Y Alemania, aunque se ha quedado a medio camino entre los dos primeros meses del año. La evolución acumulada, día a día, de los nuevos casos del mes de marzo en los 5 países europeos se recogen en el gráfico 2.
España y Reino Unido van de la mano todo el mes, aunque por razones diferentes, y probablemente se disociarán pronto. La explosión de Francia ocurre en la segunda mitad del mes. Hasta esa fecha, Francia e Italia iban de la mano. Pero desde entonces, Francia crece a un ritmo superior al millón mensual (más de 250.000 casos nuevos a la semana). El caso de Francia y también el de Italia ilustran cómo de cambiante puede ser la situación de un país en relación a otros en apenas un mes. Por ejemplo, Italia no adelanta a España en número de casos hasta el 12 de marzo. Hoy nos saca más de 350.000 casos de diferencia.
El caso de Francia es incluso más dramático: estuvo por debajo de España durante toda la pandemia hasta el 25 de octubre. Se separaron ampliamente y volvieron casi a converger el 10 febrero, con una diferencia de apenas 350.000 casos: A partir de ese momento; Francia explota y se convierte en el primer país de Europa y el cuarto del mundo, sólo superado por EEUU, Brasil e India. Y le saca casi 1,5 millones de casos a España.
A Alemania tampoco le ha ido bien la pandemia en marzo. Es verdad que su evolución ha sido eclipsada por la de Francia, Italia, y buena parte del Este de Europa, en particular Polonia que, tal como recoge la Tabla 1, casi cuadriplica los datos de febrero. Otros países del Este de Europa, incluyendo Turquía y Grecia, presentan resultados muy negativos. También lo hacen aquellos países nórdicos que mejor lo habían hecho hasta la fecha: Noruega y Finlandia.
En el resto del mundo, la notable mejoría de EEUU en febrero ha continuado en marzo, pero a un ritmo mucho menor. Y eso a pesar del enorme esfuerzo en vacunación, no sólo a los grupos de riesgo, sino ya a todos los mayores de 40 años. Con Rusia ha pasado algo parecido, ha frenado su mejoría, y lo mismo ha ocurrido con Japón.
En América Latina, el panorama es muy heterogéneo. Destaca en la parte negativa el cono sur, con Brasil en una situación dramática y récord de su pandemia en marzo, además de ser el país con más casos nuevos del mundo. Chile y Argentina les siguen en la evolución negativa, mientras que México y los países andinos mejoran.
En Asia destaca el deterioro de la India, que es uno de los factores explicativos del repunte mundial, con 1,1 millones de nuevos casos en marzo. Incluso algunos países exitosos del Extremo Oriente, como Corea del Sur, o de Oceanía, como Australia y Nueva Zelanda, han empeorado en marzo, aunque sean variaciones más bien simbólicas. China y Vietnam, por el contrario, han continuado mejorando y mantienen el virus a raya (10 y 5 casos de media diaria, respectivamente).
La relativa mejoría de España en la evolución de las incidencias no nos debe hacer olvidar el drama de los fallecidos, algo que se recoge en la Tabla 2. En marzo se han registrado casi 6.000 nuevas muertes, el sexto peor mes de la pandemia, superando incluso a diciembre. Además, y al contrario de lo que muchos anticipaban, la tercera ola en España ha sido la peor, tanto en casos como en fallecidos, al superarse las 30.000 víctimas mortales. No lo ha mitigado ni la presunta “inmunidad de rebaño” que ya tenemos en algunas regiones (superior al 20% de la población), ni el incipiente ritmo de vacunación.
El traspié de la vacuna
Lo llamativo del repunte global del mes de marzo es que haya coincidido con una aceleración del nivel de vacunación en muchos países del mundo, algo que se recoge en el gráfico 3.
Esta coincidencia entre repunte de casos y de vacunación no guarda, obviamente, una relación causal, como algunas voces “anti-vacunas” quieren hacer creer. Si no hubiera habido ese proceso de vacunación, los resultados globales probablemente habrían sido peores, superando incluso el pico de la pandemia en enero. Además, muchos países avanzados con la vacuna, como Israel, Reino Unido e incluso EEUU, han mostrado una reducción de casos.
Un caso especial es Chile, que como hemos mostrado, ha empeorado sus datos de contagios pese a su buen ritmo de inmunización. La razón del repunte se encuentra en la aparición de variantes más agresivas y contagiosas que, por ejemplo, han infectado a todos los miembros de un mismo hogar, algo que no se había visto hasta la fecha en la pandemia. Y, aunque se ha acelerado el proceso de vacunación, no ha sido suficiente para contrarrestar el efecto de las variantes. Tampoco para frenar el hartazgo o “fatiga de la pandemia”, que la cercanía de la inmunidad ha agravado el desapego de parte de la población, sobre todo la más joven, hacia las medidas de restricción de la movilidad y uso de los espacios de ocio.
Hasta que no se consigan niveles de vacunación similares a los de Israel o, al menos los del Reino Unido, no podremos ver un impacto significativo sobre el ritmo de contagio, dadas las nuevas variantes.
Especialmente preocupante es el ritmo de vacunación en la Unión Europea (UE). Casi todos sus estados miembros van de la mano, pero apenas superan el 12% de la población que ha recibido al menos una dosis. Curiosamente, Francia e Italia, dentro de los grandes países de la UE, son los que van mejor en la vacunación, pero peor en la pandemia. Ello demuestra que, a corto plazo, las vacunas son una condición necesaria, pero no suficiente, para controlar una explosión de casos.
Las medidas de restricción se deben mantener a corto plazo, pese a los costes y el agotamiento de la población, que está desesperada ante la duración de esta pandemia. También demuestra que la vacunación debe ser la prioridad absoluta, económica, política y sanitaria, para evitar un nuevo traspié en abril o en mayo.