En el contexto de la transición energética existe consenso en que un escenario de electrificación total no es posible y que ciertos usos seguirán necesitando de otro tipo de energías finales. Una de las que está despertando más interés en los últimos tiempos son los gases renovables. En esta definición se incluyen el biometano, biogas o el hidrógeno verde. Estos gases habitualmente se asocian a consumos para la movilidad o para su distribución a través de las redes de gas natural actualmente existentes.
Este enfoque, sin embargo, olvida un grupo de consumidores muy significativo y cuya importancia además crecerá seguro en los próximos años. Todos los consumos térmicos intensivos ubicados en zonas no urbanas donde la red de gas no está disponible.
Es en este entorno cuando un producto como el biopropano puede jugar un rol clave para descarbonizar esos consumos donde hacerlo con electrificación no tiene sentido económico y la alternativa más común ahora, la biomasa, crea externalidades sobre la calidad del aire local. Este es un punto especialmente interesante para España, con muchas zonas rurales que hoy en día todavía consumen energías muy contaminantes como el gasóleo.
El biopropano puede jugar un rol clave para descarbonizar consumos donde hacerlo con electrificación no tiene sentido económico
El biopropano es un gas renovable, con una reducción del 80% sobre el GLP convencional en emisiones, y con características físicas que lo hacen ideal para almacenar, transportar y consumir de manera sencilla, rentable, limpia, segura y eficaz. Y es que una de sus ventajas es que tiene las mismas aplicaciones y permite utilizar las mismas instalaciones que el gas propano convencional, de forma que no es necesaria una inversión inicial en la instalación para aquellas empresas y particulares que ya usan el propano convencional.
Este último factor es muy importante en las zonas rurales, donde las rentas medias son más bajas que en las zonas urbanas. Por tanto, estamos hablando de una energía clave para el objetivo de casi cero emisiones para el año 2050 de la Unión Europea.
Se trata de un producto disponible ya hoy, aunque en cantidades limitadas. Para que pueda aprovecharse plenamente su potencial se deben dar ciertas circunstancias, comunes en cualquier caso a cualquier nuevo tipo de energía.
En primer lugar, debe ser conocido por el público en general y por los legisladores. Sólo apreciando sus ventajas se puede dar un encaje correcto en el panorama energético del futuro.
En segundo lugar, deben darse incentivos adecuados para su producción, especialmente en aquellas tecnologías de mayor valor añadido, pero aún no comercial o tecnológicamente maduras.
A modo de ejemplo, en base a un reciente informe publicado por Liquid Gas Europe, en la actualidad, menos del 1% del biogás producido en Europa se inyecta a la red de gas. En gran parte se produce en ubicaciones alejadas de la misma.
Una potencial conversión de estos volúmenes en biopropano y su distribución usando la actual infraestructura del GLP sería lógica y económicamente atractiva. El desarrollo de este proceso "biogás a biopropano" está en este momento siendo perseguido por varios proveedores tecnológicos.
Pero no sólo este camino está siendo explorado. Nuevos procesos como la pirólisis, la gasificación o la digestión anaeróbica pueden valorizar de manera significativa residuos agrícolas o urbanos, aguas residuales o biomasa forestal o lignocelulósica.
Y en último lugar, creando un marco con los correctos incentivos a los consumidores donde se reconozca la mejora de eficiencia y reducción de emisiones respetando la neutralidad tecnológica.
En conclusión, con los incentivos para consumidores y productores y el marco legislativo adecuado, se puede crear esa "tercera vía" para los gases renovables que mejore el balance entre usos urbanos y no urbanos, fomente la economía circular, la reducción de emisiones, y la mejora de la calidad del aire.
*** Xavier Martínez es director de Operaciones de Primagas.