Así ha impactado la Covid-19 en los resultados de la banca
2020 será el año que la historia recordará por la pandemia del Covid-19 y que en el ámbito económico es como un 'cisne negro' cuya probabilidad de que aparezca es muy muy reducida (pero no nula), pero si aparece, las consecuencias son muy negativas. El enorme impacto que ha tenido la pandemia se refleja en una caída del PIB en España del 10,8% (y un 7,5% del empleo a tiempo completo), cifra nunca vista desde hace muchas décadas.
En este contexto, el sector bancario también ha sufrido en sus carnes el brutal impacto de la crisis, no porque en 2020 ya se hayan materializado pérdidas por el aumento de la morosidad (la tasa está en el 4,5% gracias a medidas como las ayudas a empresas y familias, las moratorias y la "relajación" de la regulación bancaria), sino porque con buen criterio la banca ha decidido anticipar el deterioro del valor de sus activos dotando las correspondientes provisiones. Es un hecho que ya podemos cuantificar con los datos cerrados del cuarto trimestre de 2020 del negocio en España de las entidades de depósito.
El análisis de la cuenta de resultados del 2020 muestra rasgos preocupantes, algunos continuación de tendencias del pasado, como la reducción del margen con el que intermedian los bancos en España que ha vuelto a caer hasta situarse en un mínimo del 0,86% del activo. Este nivel tan reducido supone que en la actualidad ese margen es un 30% inferior al que tenía la banca en 2007, justo antes de que comenzara la crisis financiera.
El análisis de la cuenta de resultados del 2020 muestra rasgos preocupantes, algunos continuación de tendencias del pasado
Detrás de esta caída del margen está el entorno de bajos tipos de interés. No hay más que recordar que el Euribor a 12 meses terminó en el -0,499% en 2020, el doble frente al -0,249% de finales de 2019, y se sitúa ahora mismo en el -0,496%. Con tipos negativos y tan bajos durante tanto tiempo, la banca tiene muy complicado ganar dinero.
También el siguiente margen de la cuenta de resultados (el margen bruto) ha caído en 2020, en concreto del 1,96% al 1,71% del activo. Y ello como consecuencia de que los ingresos distintos al cobro de interés han caído un 12%, lo que supone 3.157 millones de euros menos.
Los que más se han resentido son los dividendos que percibe la banca (que han caído un 30%, 4.275 millones menos), y cuya caída no ha podido ser compensada por el aumento de solo el 0,9% de las comisiones. Aunque la banca ha ingresado 472 millones más por plusvalías, al final el total de ingresos distintos de intereses ha caído con fuerza, con lo que el margen bruto disminuye un 6,7% (3.322 millones de euros menos).
En este complicado escenario, de las pocas vías que tiene la banca para resistir en rentabilidad es recortando costes, y lo ha seguido haciendo, ahorrando 1.036 millones de gastos de explotación, lo que implica una caída del 3,9%.
Si seguimos descendiendo en la cuenta de resultados, es a partir de aquí donde impacta con dureza la crisis del Covid-19. Anticipando la segura subida de la morosidad (ahora mismo está bajo los efectos de la anestesia de las ayudas económicas y a una cierta “relajación” de la regulación bancaria), la banca española casi ha triplicado la dotación de provisiones para deterioros de activos financieros, pasando de 3.987 millones en 2019 a 11.280 millones en 2020.
Anticipando la segura subida de la morosidad, la banca española casi ha triplicado la dotación de provisiones para deterioros de activos
Con semejante subida, su resultado de explotación ha caído a más de la mitad, lo que supone 9.020 millones de euros menos que en 2019.
Pero el coste del riesgo no termina aquí, ya que también hay dotaciones por deterioro de activos no financieros, cuya cuantía se ha triplicado de 2.233 millones en 2019 a 6.955 millones en 2020. De esta forma, sumando ambos tipos de provisiones (por activos financieros y no financieros), la banca ha destinado 18.235 millones de euros a sanear activos, tres veces más que en 2019.
El resumen, al final el año 2020 ha terminado con un resultado del ejercicio teñido de rojo, con 3.094 millones de pérdidas que contrasta con el beneficio de 13.530 millones de 2019.
Supone pasar de una rentabilidad por unidad de activo (ROA) del 0,54% al -0,12%. Y en relación a los recursos propios (ROE), la rentabilidad ha pasado del 6,34% en 2019 al -1,46% en 2020.
Es una imagen mejor a la que se obtiene cuando se compara con el negocio incluyendo el de las filiales de la banca española en el exterior, ya que según los datos de la Autoridad Bancaria Europea (EBA), la ROE de los grupos consolidados españoles se sitúa en 2020 en el -3,9% (frente al 7% de 2019). El principal motivo que justifica estos peores resultados es el deterioro en el valor de las filiales de los principales bancos españoles en el exterior (ajuste en el fondo de comercio).
En este contexto en el que el negocio bancario está sometido a enorme presión por la combinación de muchos factores (como el entorno de tipos negativos, la presión de la regulación, la competencia de las bigtech que no están sometidas a la estricta y costosa regulación bancaria, etc.), se entiende la presión por mejorar la eficiencia (que ha empeorado 2 puntos en 2020), lo que exige recortar costes y maximizar el potencial de las nuevas tecnologías.
Y es ahí donde entran las fusiones, como se demuestra con la recién estrenada con la nueva Caixabank (que ha absorbido a Bankia) y la ya aprobada de Unicaja-Liberbank. No hay más remedio que seguir aligerando la red de oficinas (y hay margen si comparamos la densidad de red de España con la de otros países de nuestro entorno y el avance de la banca online), siendo el empleo el coste social más preocupante de las fusiones.
Tras este complicado 2020, tres son en mi opinión las variables clave que condicionan la “salud” de la banca en 2021: a) el ritmo de vacunación, porque de él depende el timming e intensidad de la recuperación de la actividad económica; b) la prórroga y cuantía de las ayudas frente a la crisis, cuya duración debería acompasar a las restricciones impuestas para controlar la pandemia; y c) la duración de la “relajación” en la aplicación de la regulación bancaria.
Pero de las tres, la más importante es la primera, porque si hay más retraso en la vacunación, más tardará la recuperación económica, lo que supondría ya la puntilla para muchas empresas cuya desaparición haría subir con fuerza la morosidad bancaria.
Así que la salud de la banca también está en manos de la vacuna contra el Covid-19. En cualquier caso, dada la magnitud del saneamiento ya realizado y los colchones de capital, la capacidad de resistencia de nuestros bancos es alta, lo que es una magnífica noticia para que puedan seguir apoyando con financiación la tan necesaria recuperación económica.
Joaquín Maudos es catedrático de economía de la Universidad de Valencia, director adjunto del Ivie y colaborador del CUNEF.