Dice una célebre frase que la educación es el arma más poderosa para cambiar el mundo. Máxime en estos momentos en los que el tiempo vuela, en los que para aprender es necesario desaprender y reaprender constantemente, teniendo en cuenta la velocidad vertiginosa a la que se suceden los cambios.
La Revolución Digital será fundamental para el desarrollo económico y social de España. Y, sin embargo, el capital humano es el punto débil de nuestra necesaria digitalización, tal y como se pone de manifiesto en un Informe que recientemente presentó el CES y del que también se desprende tanto que nuestro país se encuentra muy retrasado en capacidades sofisticadas y en creación o atracción de talento digital como que la transformación digital española puede verse comprometida por esa falta de cualificación.
Por ello, sería clave reforzar y adecuar el modelo educativo para sacar partido a la revolución digital, lo que a su vez permitiría a las empresas adelantarse a los cambios y a los trabajadores no dar su brazo a torcer ante la invasión de las máquinas.
Los efectos de la pandemia en la economía resultan especialmente preocupantes en materia laboral, como advierten organismos de la talla del FMI, desde donde han alertado de que España seguirá en 2026 con más paro que antes de la crisis.
Pero si hay un colectivo damnificado es el de los jóvenes, ya que el desempleo entre los menores de 25 años se ha disparado cerca de un 37% con motivo del virus.
Pues bien, la vacuna para inmunizar a nuestros jóvenes contra el paro es la educación, cuyo papel resultará determinante para la recuperación y posterior desarrollo económico de España.
La vacuna para inmunizar a nuestros jóvenes contra el paro es la educación
No obstante, otro informe publicado recientemente por el CES ahondaba en el elevado peso de la población joven con un bajo nivel educativo, que tiene como principal causa la tremenda tasa de abandono escolar temprano. Y constataba además la existencia de unos menores niveles de competencias básicas entre los más jóvenes, independientemente de su nivel educativo y del entorno tan mutante que los rodea.
De ahí, la conveniencia de seguir analizando los factores que subyacen detrás de estos problemas, entre los que destaca la brecha existente entre la cualificación de los jóvenes y las demandas más frecuentes del mercado laboral.
En este sentido, urge elevar el número de personas graduadas en Formación Profesional (FP), para lo que resultaría necesario tanto impulsar la elección educativa por estas enseñanzas como que una mayor proporción de alumnado las finalice.
Asimismo, habría que reforzar la formación profesional dual, lo que obliga a avanzar en un marco de referencia estandarizado para implantar los proyectos de FP dual de calidad en empresas y centros educativos con criterios de funcionalidad, eficiencia y eficacia.
De igual modo, ante la concentración que se observa en determinadas familias profesionales, conviene indagar y actuar en las etapas educativas previas sobre las causas que provocan la menor elección de determinados estudios de contenido científico y tecnológico: fundamentales a la postre para el desarrollo de España.
En el ámbito universitario, habría que revertir la tendencia de descenso en el alumnado y mejorar el rendimiento académico y las competencias transversales como elementos determinantes de la formación y la empleabilidad en estos tiempos que requieren un incremento de graduados en carreras científicas y tecnológicas (STEM).
En definitiva, la política educativa debe orientarse hacia la obtención de niveles elevados de calidad, garantizando la igualdad de acceso, de oportunidades y de condiciones educativas.
Ello requiere un mayor esfuerzo inversor y de eficiencia del gasto de forma que el sistema educativo sea el medio básico para proveer las cualificaciones requeridas por las personas y los trabajadores y facilitar la adaptación a un entorno cambiante, global y digitalizado.
Los sistemas educativos deben ser capaces de dotar, desde las edades más tempranas y más allá del conocimiento cognitivo, un conjunto de actitudes y aptitudes que fomenten una actitud de aprendizaje permanente, lo cual es clave para convertir problemas como los actuales en oportunidades.
Porque en esta nueva era no nos equivoquemos, los protagonistas no serán los robots, ni las máquinas. Seremos nosotros, las personas, quienes tendremos en la educación -una vez más- el mayor antídoto contra el paro y el arma más poderosa para mejorar el mundo.
*** Pedro C. Fernández Alén es presidente en funciones del CES.