Con los datos de fecundidad -hijos por mujer- de 2019, menos malos que los de 2020 y que los esperables para 2021, la siguiente generación de europeos sería 27% menos numerosa que la actual, y en países como España, 41% menos.
Sin los bebés de los inmigrantes no europeos, la merma de adultos jóvenes en Europa en unos 30 años estaría en el entorno del 30%, y en España, del 45%. Y en dos o tres generaciones casi mejor ni pensarlo, para no echarnos a temblar.
Con tasas de fecundidad insosteniblemente bajas, y más en países como España, no hay otra. Y sin embargo, ni en el plan de recuperación europea, pomposamente llamado 'Next Generation EU', ni entre los objetivos de desarrollo "sostenible" 2030 de la ONU, o en los objetivos generales de la Unión Europea (accesibles en The EU in brief | European Union) figura algo tan elemental como procurar que se tengan suficientes niños para no perder población y envejecer intensamente por falta de savia joven.
Tampoco figura la natalidad, de manera inexplicable, entre los ejes del Plan de Acción ante el Reto Demográfico aprobado recientemente por el Gobierno español, pese a que la baja fecundidad es una de las principales causas de vaciamiento de la España "vacía", y a que amenaza con vaciar la todavía llena o semillena.
¿A qué le lleva a una sociedad el tener pocos niños? A la larga, a la extinción. Antes de ello, a un fuerte envejecimiento por tener cada vez menos jóvenes, y a perder población.
¿A qué le lleva a una sociedad el tener pocos niños? A la larga, a la extinción
Eso entraña evidentes consecuencias empobrecedoras en lo económico, por haber más jubilados a mantener por una fuerza laboral menguante y que también envejece; el consumo y la inversión se estancan o contraen en sociedades en decadencia demográfica; los activos dependientes de la demografía, como las viviendas -la hucha de los españoles- se deprecian por falta de compradores, según van quedando vacías; se pierden economías de escala. ¡Dónde no hay "harina" (salud demográfica) todo es mohína!
Pero no solo vivimos de pan, como bien dijo Jesucristo. Una de las peores consecuencias de la falta de niños -y de la baja nupcialidad y alta divorcialidad actuales, a su vez dos importantes causas y efectos de que se tengan pocos hijos- es el empobrecimiento afectivo por tenerse cada vez menos parientes cercanos, y por la creciente soledad que esto genera.
En los últimos 50 años se ha multiplicado por seis el porcentaje de españoles que viven solos. En 1970, la inmensa mayoría de los españoles vivía en hogares bien poblados. Ahora, cada vez menos, y en hogares muy poblados, muy pocos.
Y la soledad, especialmente dura de sobrellevar en la infancia y la vejez, no solo puede amargar la existencia, y deteriorar por ende la salud física e incluso la psíquica. También es empobrecedora en lo económico, por pérdida de economías de escala en los hogares unipersonales o poco poblados, y por los efectos sobre la salud ya mencionados.
La soledad, especialmente dura de sobrellevar en la infancia y la vejez, también es empobrecedora en lo económico
La gran mayoría de los políticos y burócratas europeos, y muchos biempensantes -pero "malanalizantes"- creen que basta con que vengan inmigrantes para cubrir el hueco demográfico que crea la baja natalidad europea.
Craso y peligroso error, basado en la poco seria y un tanto "señoritesca" premisa de que "no pasa nada si nosotros no tenemos hijos. Ya los tendrán otros (extranjeros) por nosotros". ¿Y si no los tienen "por nosotros", sino "para ellos", como es lo natural?
En ningún país europeo ha detenido o revertido la inmigración el proceso de envejecimiento. Solo ha ralentizado algo su ritmo, por el momento (hasta que los inmigrantes de hoy empiecen mañana a cobrar pensiones, claro).
Con inmigrantes es relativamente fácil cubrir en Europa los puestos de trabajo poco cualificados, pero no los más cualificados, de importancia creciente en la moderna sociedad tecnificada.
Finalmente, la inmigración no soluciona el avance de la soledad, uno de los peores efectos de que cada 'next generation' de europeos sea más reducida, que ya ha llevado a países como el Reino Unido y Japón a crear ministerios / secretarías de Estado cuyo objeto es abordar este doloroso tema.
Del extranjero se pueden importar mercancías o traer mano de obra. Pero no se puede "importar" un hijo que no tuviste, para que te dé cariño cuando seas anciano, o un hermano -más allá de las pocas adopciones internacionales que hay- para no pasar la infancia en solitario y que luego te acompañe el resto de la vida.
Ah, por cierto, tampoco con los inmigrantes llegamos ni de lejos a la tasa de fecundidad de reposición, la cual casi solo superan en España -y ampliamente- las mujeres musulmanas y/o africanas, que son una minoría de las inmigrantes.
En definitiva, es lamentable / inexplicable que nuestras autoridades -españolas, europeas, mundiales- lancen y gestionen programas de 'next generation' / sostenibilidad / reto demográfico sin que en ellos se incluya lo más insostenible que tenemos a la larga en Europa y España, y en cada vez más países de otras zonas geográficas: un déficit de natalidad suicida.
*** Alejandro Macarrón Larumbe es ingeniero, consultor de estrategia empresarial y director de la Fundación Renacimiento Demográfico.