Mientras se hacía público este miércoles el fallo del Tribunal Constitucional alemán sobre los fondos europeos a los que vamos a fiar nuestra recuperación, el grupo de opinión de economía política EuropeG mantenía una charla online con periodistas de la APIE sobre los fondos europeos.
Hablaba su director, Antoni Castells, sobre la diferente cultura y mentalidad que tenemos los europeos a pesar de que compartimos una moneda común en una unión que ha demostrado tener armas para su supervivencia, a la vez que lentitud de reflejos.
La agilidad del falló del Tribunal alemán es un recordatorio de lo mucho que se juega Europa en la ejecución de estos fondos. Y aquí, España tiene un papel muy relevante.
No solo porque va a ser el país, después de Italia, que más transferencias va a recibir. También porque de cómo ejecute nuestro país estos fondos va a depender la confianza de los países del norte en los del sur, algo vital para poder seguir avanzando hacia una política fiscal común, la mutualización de la deuda y en última instancia, hacia una unión federal democrática.
Este es el camino que hay que recorrer, aunque quizás para llegar al destino final sea necesario cambiar de bastón. Castells proponía un "cambio de enfoque" a la hora de condicionar el reparto de ayudas que los contribuyentes europeos van a financiar para la modernización y convergencia de las distintas economías.
Que en el año anterior a la pandemia el déficit de España aumentara en tres décimas y el Gobierno de Pedro Sánchez no cumpliera con los objetivos anunciados no ha contribuido a generar ese espacio de confianza necesario en un contrato social como el que supone Next Generation EU (NGEU).
De ahí, que la condicionalidad impuesta a estas ayudas nos haya hecho recordar los tiempos en los que los 'hombres de negro' venían a España, aunque el BCE y el FMI han salido ya de ese 'grupo de control' y presión para que hagamos los deberes.
La condicionalidad impuesta a las ayudas de NGEU nos ha hecho recordar los tiempos en los que los 'hombres de negro' venían a España
Que nuestra economía necesita reformas es algo sobre lo que hay consenso. Aunque hay discrepancias sobre las recetas, todos los partidos, los agentes sociales y los gobiernos de nuestro entorno ven claro que hay que corregir muchos desequilibrios, empezando por los que lastran nuestro mercado laboral.
Sin embargo, quizás sea cierto que, como apuntaba Castells, pensar que porque España tenga que hacer reformas, las va a hacer es propio de una mentalidad germana.
"Spain is different!". Aquí las cosas no funcionan así. Y por eso va a acabar siendo necesario "cambiar el enfoque" para que España active esas reformas que generan demasiado ruido político, pocos réditos electorales a corto plazo y traen de la mano medidas impopulares.
Un Gobierno europeo y democrático con capacidad de ejecución presupuestaria tendría la legitimidad necesaria para abordar, por ejemplo, una reforma laboral europea que permitiese al Viejo Continente competir en mejores condiciones dentro de un nuevo orden mundial, cuya llegada también ha acelerado la Covid-19, señalaba el think tank.
Si NGEU sale bien, es posible que muchas de las medidas que se aprobaron in extremis para hacer frente a la pandemia acaben siendo permanentes y que otras hoy impensables tomen impulso. Dentro del primer grupo estaría la mutualización de la deuda. Quizás porque ya lo intuye el Constitucional alemán ha autorizado esa emisión conjunta por la urgencia de la pandemia, pero ha dejado claro que en la sentencia final pondrá límites para evitar que esta capacidad de endeudarse en la UE sea permanente.
Algunas cosas llevan su tiempo en Alemania, otras lo llevan en España. La diferencia, en este caso, es que nosotros no tenemos tiempo que perder.