El mes de abril ha sido el del despegue en el deseado proceso de vacunación en buena parte del mundo. En el gráfico 1 presento el mapa con el porcentaje de vacunados, con al menos una dosis, en los diferentes países. En azul intenso se recogen los países con un porcentaje de población vacunada, con al menos una dosis, superior al 40%. Destacan Israel y Bután (más del 60%) y Emiratos Árabes Unidos (52%), en Asia, Reino Unido (50%) y Hungría (42%), en Europa, y EEUU (43%) y Chile (42%) en América. La gran mayoría de los países europeos están por encima del 20%, entre ellos el nuestro (25%).
Muchos de los lectores habrán recibido al menos una dosis de alguna de las vacunas y, los que no lo hayan hecho por edad, tendrán a varios familiares cercanos que sí la han recibido. Yo mismo me vacuné de la primera (y esperemos que no última) dosis de AstraZeneca el 3 de abril.
La sensación al ponerse la vacuna es múltiple, más allá de los temores a posibles reacciones ampliamente difundidas en los medios, probablemente jaleados por las estrategias comerciales de los competidores de la vacuna europea. Pero, quitando ese sentimiento negativo, la principal sensación es de alivio y de sentir cercano el final de la pandemia, al menos para uno mismo y para su entorno próximo. Y también una cierta creencia de que te has hecho invulnerable al virus e inofensivo para los que te rodean.
Tener a millones de personas en esta situación anímica (en el caso español, a 30 de abril, hay más de 11 millones de personas con una dosis administrada y 4,7 millones con la pauta completa), unido a la fatiga por la pandemia ha creado una sensación colectiva de que las medidas restrictivas deben terminar ya, o al menos relajarse significativamente. La presión social ha calado en los responsables políticos e incluso se ha convertido en un elemento clave de las próximas elecciones en la Comunidad de Madrid y en el posible levantamiento del estado de alarma el próximo día 9. Pero, ¿realmente vamos tan bien?
El balance de abril
Como solemos hacer a final de cada mes, en la Tabla 1 presento los nuevos casos de Covid en el conjunto del mundo y en varios países o regiones relevantes. Como siempre, utilizo el color rojo para señalar aquellos países que han empeorado en el mes en cuestión, el verde para los que lo han mejorado y el negro para los que no han sufrido variaciones significativas.
Lo primero que llama la atención es el espectacular aumento en el flujo de nuevas infecciones para el conjunto del mundo. Con 22,5 millones de nuevos casos, el doble que en febrero y 8 millones más que en marzo, mes que incluso habíamos calificado de “traspié”, la pandemia ha alcanzado un segundo pico en abril, que es, además, superior al de la primera ola, que tuvo lugar en febrero, con cerca de 20 millones de nuevos casos.
Es verdad que buena parte de esta explosión lo explica la India, que ha registrado casi 7 millones de nuevos casos, a razón de 160 infectados por minuto. Pero no sólo ha sido la India. Turquía ha más que duplicado su flujo de marzo, Alemania ha empeorado un 50% el suyo y registrado el segundo peor mes de la pandemia y Francia ha superado su propio récord de marzo, con cerca de un millón de casos, lo que le convierte en el cuarto peor país del mundo y el primero de Europa, tras adelantar al Reino Unido.
En América Latina ha habido disparidad. Mientras México continúa un buen descenso de su incidencia, Brasil ha recortado algo porque marzo fue un mes horrible, pero Colombia ha triplicado sus casos y algo parecido ha hecho Argentina. Chile ha empeorado, pese a sus buenos datos de vacunación y ha registrado el peor mes de la pandemia.
Los países virtuosos del extremo Oriente también han empeorado este mes. Destaca sobre todo Japón, que casi triplica sus casos de marzo cuando se acerca la celebración de sus Juegos Olímpicos. También Corea del Sur, uno de los países considerados modélicos en la gestión de la epidemia, ha alcanzado un triste récord este mes.
Los países más exitosos con la estrategia de “Covid cero” (China, Vietnam, Australia) también han sufrido este mes, aunque con niveles ridículos, en comparación con Occidente. Europa se ha mantenido estable en abril, en color negro, con un número de infectados parecido al de marzo. Pero tampoco ha sido una región homogénea en abril. La evolución acumulada, día a día, de los nuevos casos del mes de abril en los 5 grandes países europeos se recoge en el gráfico 2.
Ya hemos comentado sobre Alemania y Francia. Italia, que empezó mal el mes, acabó mejorando sus registros del mes de marzo, gracias a unas duras medidas de confinamiento. El Reino Unido ha tenido unos resultados espectaculares. No sólo ha dividido por dos los casos registrados en marzo, sino que ha dividido por 17 el flujo de infectados alcanzado en enero. Y ello no sólo ha sido posible por una exitosa campaña de vacunación, basada fundamentalmente en la vacuna AstraZeneca, sino por una estricta política de contención que sólo se ha empezado a levantar recientemente.
España, gracias a sus medidas de confinamiento perimetral en Semana Santa, comenzó el mes de la mano del Reino Unido para luego empeorar, en la llamada cuarta “olita”, que ha empeorado en un 44% los datos del mes anterior. Si el número de muertos se ha reducido en relación a marzo y “sólo” han fallecido 2.757 personas, ha sido gracias al esfuerzo de vacunación de los colectivos más vulnerables. En caso contrario, la “olita” habría sido mucho más grave.
En cuanto al resto de los países europeos de la primera tabla, Grecia ha empeorado, arrastrada por Turquía, mientras que Polonia ha mejorado algo, pero sigue en niveles muy altos en relación a su historial en la pandemia, duplicando los casos de enero y febrero. Los países “virtuosos” del norte de Europa, Noruega y Finlandia, han mejorado sustancialmente en abril, mientras que Rusia lo ha hecho de forma muy modesta.
Modelos de salida del Covid-19
Llegados a este punto de la pandemia, con el estado anímico mencionado y con esos niveles de vacunación, la pregunta es qué hacemos ahora. Todos compartimos que, en algún momento de los próximos meses, sea al final del verano o en el otoño, la pandemia estará prácticamente liquidada, al menos en Europa. Pero ¿qué hacemos hasta entonces? En realidad, hay dos modelos de salida, que en su forma más extrema podríamos describir así:
1. El primero, que podríamos llamar de “inmunidad de rebaño pura” se trataría de permitir los contactos (y los contagios) entre los jóvenes, una vez protegidos los mayores y los colectivos más vulnerables con las vacunas. El avance de la inmunización por la vacuna iría de la mano de la inmunización “natural”, a través del contagio de los jóvenes, por lo que la inmunidad de rebaño se conseguiría más rápidamente.
El riesgo de ocupación de las UCI y de fallecimientos sería bajo. Esta sería una forma de aplicar el modelo “sueco”, que no funcionó porque no se pudo aislar de forma efectiva a los mayores, lo que provocó una de las tasas de mortalidad más alta del mundo, pero que en este caso resultaría factible por la vacunación. El modelo sería compatible con la recuperación de toda la actividad económica incluso antes del verano, cuando se alcance la vacunación completa de todos los mayores de 60 años.
2. El segundo, que podríamos llamar de “Covid cero”, es mantener las restricciones, continuar con el control de fronteras y acelerar con la vacunación, de forma que sólo cuando la incidencia baje de un nivel razonable, se relajarían las restricciones. Es el modelo seguido por Israel o el Reino Unido.
Optar por uno u otro requiere, además, saber en qué momento no resulta arriesgada la relajación de las medidas. Conseguir que los mayores de 60, además de los colectivos vulnerables, estén plenamente inmunizados puede ser una condición necesaria, pero no suficiente para el éxito de los modelos de salida.
Tal y como recogen los dos gráficos a continuación, en Israel, con estrictas medidas de confinamiento, sólo se ha conseguido reducir hasta casi cero el número de casos con un nivel de vacunación del 60% de la población. Chile, por el contrario, ha relajado las medidas porque su nivel de vacunación es alto, pero el número de casos se ha disparado.
La estrategia de salida requiere un debate, en el que participen los científicos, los sanitarios y otros stakeholders. Y una coordinación internacional, al menos de los países europeos. Un debate serio y riguroso. Y urgente, porque hay que tomar decisiones de cara a la temporada de verano. Pero, una vez tomada la decisión, seamos coherentes con la estrategia adoptada. Si la opción es la primera, ¿qué sentido tiene suspender los Sanfermines o los conciertos en las playas? Y, si la opción es la segunda, ¿por qué se hace caer el estado de alarma con una incidencia de 230 y un nivel de vacunación del 25%?
Probablemente se opte una vez mas por el modelo intermedio. Es decir, repetir lo que se hizo con el modelo de “convivir con el virus”. Pero, un año y pico después, ya ha quedado suficientemente demostrado que ese modelo intermedio es el peor de los mundos, tanto para la salud como para la economía.